Un d¨ªa m¨¢s
Hay algo distinto en la prensa, en la calle, en el primer caf¨¦. Es mi yo el que no encaja hoy en mi cuerpo
Hoy es uno de esos d¨ªas en los que todo se encuentra ligeramente fuera de su sitio. El sof¨¢ del sal¨®n, por ejemplo: alguien lo ha corrido, quiz¨¢ para buscar una moneda debajo de ¨¦l, y no ha vuelto a colocar las patas exactamente donde estaban. Se aprecia en el suelo una marca que certifica el desplazamiento. No pasa nada. Empujo un poco el mueble y las hago encajar en su se?al. Enseguida, descubro un cuadro torcido que deja al descubierto un trozo de pared en el que la pintura tiene una tonalidad distinta a la del resto de la habitaci¨®n. Tampoco importa: basta el movimiento de un dedo para devolver el marco a su emplazamiento habitual. En la cocina, al abrir un caj¨®n, observo que los tenedores y las cucharas, en vez de permanecer en sus compartimentos, se han mezclado creando una confusi¨®n que me disgusta. Respiro pacientemente mientras restituyo el orden perdido a la cuberter¨ªa.
Pero la incomodidad no cesa, como si esas peque?as fallas evocaran otras de mayor importancia. Lo noto al salir a la calle, al leer la prensa, al tomarme el primer caf¨¦ de la ma?ana. Hay algo distinto en la prensa, en la calle, en el primer caf¨¦. Es mi yo el que no encaja hoy en mi cuerpo. Ubico al yo en una regi¨®n amplia, situada entre la cabeza y el pecho. Pero hoy no est¨¢ ah¨ª. Hoy se encuentra en el est¨®mago, donde suele bajarse en los ataques de p¨¢nico. Es mi p¨¢nico, pues, el que lo ha colocado todo fuera de lugar. ?P¨¢nico a qu¨¦? Lo ignoro. Quiz¨¢ a que me involucren en un crimen que no he cometido. Parece que estoy escuchando ya la voz del polic¨ªa detr¨¢s de m¨ª: ¡°Queda usted detenido¡±.
Vuelvo a casa y me dedico a ordenar la cocina, a colocar bien las sillas del sal¨®n, a regar las plantas, a doblar los calcetines¡ Quiz¨¢ si pongo a punto lo dom¨¦stico se arregle lo c¨®smico. Tal vez consiga, un d¨ªa m¨¢s, que el mundo no se acabe.
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