Ataque a la democracia en Brasil
Lula habr¨¢ de imponer la ley y castigar sin paliativos a los culpables del asalto, pero tambi¨¦n apelar a los valores que le permitieron ganar para recuperar la normalidad democr¨¢tica
Miles de seguidores del expresidente de Brasil Jair Bolsonaro sumieron el domingo al pa¨ªs en la crisis m¨¢s grave desde el fin de la dictadura militar hace 38 a?os. Una multitud de radicales asalt¨® las sedes del Congreso, del Tribunal Supremo y de la Presidencia en Brasilia con un prop¨®sito meridianamente golpista: reclamar una intervenci¨®n del Ej¨¦rcito para echar del poder a Luiz In¨¢cio Lula da Silva, quien asumi¨® el cargo hace una semana. La polic¨ªa logr¨® retomar el control de los tres poderes despu¨¦s de horas de caos, de las que no solo queda el rastro de los destrozos y los actos vand¨¢licos, sino una herida profunda en el coraz¨®n de la democracia.
Lula, quien tuvo que decretar la intervenci¨®n federal de Brasilia para detener el ataque, responsabiliz¨® a los ¡°fascistas¡± y se?al¨®, sin nombrarle, a Bolsonaro por instigar el rechazo del resultado electoral y alentar un clima de intolerancia ante la toma de posesi¨®n del nuevo Gobierno. La direcci¨®n del partido del expresidente se desvincul¨® enseguida de los hechos, pero este aguard¨® varias horas antes de pronunciarse desde Florida, donde hab¨ªa acudido para evitar asistir al traspaso de poderes. Solo despu¨¦s de que el asalto hubiese fracasado, afirm¨® que ¡°las invasiones de edificios p¨²blicos escapan a la regla¡± y repudi¨® las acusaciones que le implican en la intentona. Fueron unas palabras tard¨ªas, mezquinas ante la gravedad de los hechos y que muestran, una vez m¨¢s, el peligro que siempre ha representado Bolsonaro para la democracia.
Ese apoyo a sus simpatizantes m¨¢s radicales, a menudo expresado con una ret¨®rica ambigua, ha marcado su discurso desde hace al menos dos meses, cuando Lula le gan¨® en segunda vuelta. Las concentraciones y movilizaciones de militantes ultraderechistas solo eran un aviso y, aunque la ceremonia de investidura transcurri¨® el domingo 1 de enero sin mayores incidentes, la situaci¨®n se precipit¨® este domingo en una jornada aciaga para todos los dem¨®cratas, que se sald¨® con unos 150 detenidos. Detr¨¢s de lo sucedido est¨¢, en ¨²ltima instancia, no solo la incapacidad de Bolsonaro de aceptar la derrota, sino el veneno de una vociferante ultraderecha que, tanto en Estados Unidos como en Brasil y otros pa¨ªses, no es capaz de aceptar las reglas del juego democr¨¢tico y busca por todos los medios, incluida la fuerza bruta, hacerse con el poder. El cap¨ªtulo vivido este domingo en Brasilia, como lo fue hace dos a?os el asalto al Capitolio, debe servir de recordatorio del enorme peligro que representan estos movimientos radicales y de la necesidad que tienen las fuerzas democr¨¢ticas de mantenerse unidas y evitar darles ox¨ªgeno.
En el caso de Brasil, es evidente que, pese al triunfo de Lula, el bolsonarismo a¨²n tiene un profundo arraigo en ciertos sectores sociales. Ocurri¨® algo parecido en 2020 en Estados Unidos, despu¨¦s de que Donald Trump perdiera frente a Joe Biden. Y si en las aterradoras im¨¢genes de Brasilia resuenan los ecos del 6 de enero de 2021, el paralelismo entre los dos ataques muestra tambi¨¦n que no valen las medias tintas en la condena de los hechos. La comunidad internacional repudi¨® sin matices el asalto. Ese es un importante apoyo que Lula, sabedor de que solo recibir¨¢ pu?aladas de Bolsonaro y sus partidarios, debe aprovechar al m¨¢ximo. No es una traves¨ªa f¨¢cil la que le queda. Su antecesor dej¨® un pa¨ªs roto y la grav¨ªsima crisis de este domingo no ha hecho m¨¢s que ahondar esa fractura. Para superarla, Lula habr¨¢ de imponer la ley (ha destituido ya al gobernador del Distrito Federal) y castigar sin paliativos a los culpables, pero tambi¨¦n apelar a los valores que le permitieron ganar en las urnas y avanzar en el dif¨ªcil camino de convencer a quienes, v¨ªctimas de la desinformaci¨®n, han dejado de creer en la democracia.
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