Una extrema derecha lumpen
Lo ocurrido en Brasilia nos habla de un tipo de extrema derecha que con un discurso de ley y orden dinamita la institucionalidad y genera im¨¢genes que riman con la anarqu¨ªa pura y dura
La era Bolsonaro hab¨ªa terminado sin un verdadero final. El presidente no hab¨ªa organizado la esperada rebeli¨®n contra el dictamen de las urnas que le dio la victoria a Luiz In¨¢cio Lula da Silva por escaso margen, pero tampoco le entreg¨® ¡°republicanamente¡± la banda presidencial. Por el contrario, el ya exmandatario brasile?o apareci¨® en una curiosa foto en Orlando comiendo pollo frito en una famosa cadena estadounidense mientras Lula se preparaba para asumir su tercer mandato. Pero, al final, Bolsonaro -que se empe?¨® en encarnar una suerte de trumpismo sudamericano- tuvo su versi¨®n brasile?a del asalto al Capitolio, a dos a?os de aquella ¡°gesta¡±.
M¨¢s all¨¢ de los detalles, que se ir¨¢n develando, sobre qui¨¦n flet¨® los buses, c¨®mo se organiz¨® la movilizaci¨®n, con qu¨¦ recursos log¨ªsticos cont¨® y c¨®mo oper¨® la laxitud policial/militar inicial, lo cierto es que lo ocurrido en Brasilia nos informa sobre un tipo de extrema derecha que, con un discurso de ¡°ley y orden¡±, dinamita la institucionalidad formal e informal vigente y genera im¨¢genes que riman con la anarqu¨ªa pura y dura. Una extrema derecha ¡°lumpen¡± que tuvo en el bolsonarismo una de sus m¨¢ximas expresiones. Estas derechas pueden terminar siendo -contra la opini¨®n de muchos progresistas- m¨¢s una amenaza que una garant¨ªa para el ¡°sistema¡±. La emoci¨®n insurreccional, el folclore extra?o, la conspiranoia, reemplazan cualquier c¨¢lculo pol¨ªtico. Lo de Brasil encaja en un clima de ¨¦poca, en el que parecen ser muchos quienes quieren incendiar Ciudad G¨®tica.
En 2020, vimos intentos de toma del Parlamento alem¨¢n por grupos ultras (el gobierno consider¨® esos hechos un ataque insoportable al coraz¨®n de la democracia). Durante la violenta refriega, se escucharon consignas derechistas y se exhibieron banderas del antiguo Reich alem¨¢n, pancartas con la Q de QAnon (una famosa plataforma conspiranoica) y emblemas neonazis, lo que provoc¨® una fuerte ola de indignaci¨®n en la opini¨®n p¨²blica democr¨¢tica alemana. Y hace poco, los servicios de seguridad alemanes desactivaron una red de ultraderecha que planeaba un extravagante golpe de Estado. En Italia, grupos antivacunas infiltrados por la extrema derecha intentaron tomar en 2021 el Palazzo Chigi, la sede del Gobierno. ¡°Esta noche tomaremos Roma¡±, amenaz¨® entonces el grupo neofascista Forza Nuova.
En una sinton¨ªa algo diferente, el atentado fallido -por poco- contra la vicepresidenta argentina Cristina Kirchner, cometido por integrantes de una banda de vendedores de copos de az¨²car, mostr¨® v¨ªnculos entre haters y grupos pol¨ªticos informales organizados a trav¨¦s de WhatsApp, inmersos en curiosas formas de radicalizaci¨®n.
Habr¨¢ que ver, en el futuro pr¨®ximo, c¨®mo operan las tendencias opuestas a la normalizaci¨®n/desdemonizaci¨®n y a la ruptura del status quo que anidan en las extremas derechas del siglo XXI; y la din¨¢mica de muchas fuerzas desatadas dif¨ªciles luego de controlar.
En el caso brasile?o, las im¨¢genes de Brasilia se parecen bastante a un bumer¨¢n para el bolsonarismo. Que los principales medios brasile?os se refirieran a los bolsonaristas radicales como terroristas da cuenta de cu¨¢nto cambi¨® el pa¨ªs desde los d¨ªas del arresto de Lula hasta los de su vuelta triunfal al poder (O Estado de S. Paulo sostuvo en un editorial que ¡°los golpistas sublevados y quienes los apoyan deben ser castigados de forma ejemplar¡±). Y ese cambio oper¨® gracias al propio Bolsonaro. Con su estilo de extrema derecha pandillera y vulgar, que m¨¢s que construir un r¨¦gimen autoritario degrad¨® ad infinitum la vida c¨ªvica, rompi¨® sus puentes con parte de las elites y termin¨® por aislar a Brasil en el mundo, logr¨® que gran parte de los grupos de poder acabaran por ¡°amnistiar¡± a Lula luego de haberlo demonizado sin piedad. Mientras, este negoci¨® un frente democr¨¢tico ¡°hasta que doliera¡± para alejar a Bolsonaro del poder.
El problema, en el caso de Brasil, es que el bolsonarismo obtuvo casi la mitad de los votos emitidos y dej¨® una estela de lun¨¢ticos en acci¨®n. En efecto, estos d¨ªas pudimos ver gente invocando el apoyo de extraterrestres con las linternas de sus celulares colocadas mirando hacia el cielo, campamentos en las puertas de los cuarteles pidiendo un golpe de estado, llamados a la guerra santa¡ e incluso a quienes negaban que Lula fuera el presidente y se?alaban que el general Augusto Heleno ya estaba a cargo. Ese Brasil atraviesa grupos de poder locales, fuerzas de seguridad, iglesias, sectores del agronegocio¡ y este 8 de enero, una muestra de ¨¦l apareci¨® vandalizando instituciones como el Congreso; un Congreso donde los bolsonaristas tendr¨¢n una gran representaci¨®n.
El jefe de redacci¨®n de la revista Piau¨ª resumi¨® la tensi¨®n actual: ¡°Nunca fue tan f¨¢cil y nunca tan dif¨ªcil organizar un golpe de Estado¡±. Los golpistas lograron, al parecer con la aquiescencia de sectores de las fuerzas de seguridad, ingresar a varias instituciones; pero un golpe es otra cosa. Precisamente, lo que sorprende de este tipo de movimientos insurreccionales de nuevo tipo, con el asalto del Capitolio como su m¨¢xima expresi¨®n, es su extrema incompetencia estrat¨¦gica. Algo que puede tranquilizarnos e intranquilizarnos al mismo tiempo.
Pablo Stefanoni es investigador asociado de la Fundaci¨®n Carolina.
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