La nueva Espa?a rural
La eclosi¨®n, tard¨ªa pero imparable, del teletrabajo facilita que cualquier actividad de alto valor productivo o creativo se pueda realizar desde una aldea rec¨®ndita con vistas a parajes de ensue?o
Vengo de la Espa?a vac¨ªa repleto de dudas. El mundo rural del que me fui hace un cuarto de siglo se ha dado la vuelta como un calcet¨ªn. Era un lugar fant¨¢stico para vivir, pero dif¨ªcil para trabajar, y ahora es fant¨¢stico para trabajar, pero dif¨ªcil para vivir.
Durante d¨¦cadas, el campo expuls¨® a sus j¨®venes porque el trabajo era escaso y brutal. Pero hoy ofrece una amplia gama de oportunidades laborales, de la recuperaci¨®n de antiguas profesiones, como el pastoreo o la elaboraci¨®n artesanal de quesos, a la innovaci¨®n en plantas agroalimentarias, pastos ecol¨®gicos, macrogranjas o macrocultivos donde arar, regar y cosechar el cereal es m¨¢s parecido a programar una app que a la vieja labranza. Y, en la posglobalizaci¨®n actual, donde la seguridad alimentaria importa cada vez m¨¢s que la competitividad comercial, la agricultura es la industria del futuro.
Adem¨¢s, no solo de pan vive el campo. La eclosi¨®n, tard¨ªa pero imparable, del teletrabajo en Espa?a, facilita que cualquier actividad de alto valor productivo o creativo se pueda llevar a cabo desde una aldea rec¨®ndita con vistas a parajes de ensue?o.
Pero lo que nuestros pueblos han ganado econ¨®micamente lo est¨¢n perdiendo socialmente. Cierran los puntos de contacto: los laicos, como tiendas o bares, y los religiosos, como la misa dominical de las doce o el partido de f¨²tbol de las cinco. Y tambi¨¦n los servicios p¨²blicos: los colegios y los centros de salud en los n¨²cleos peque?os y los m¨¦dicos especialistas en las capitales de comarca.
Esto genera un malestar pol¨ªtico particularmente agudo. No es lo mismo no tener un onc¨®logo a 50 kil¨®metros, como ocurr¨ªa hace a?os, que perderlo habi¨¦ndolo tenido. Y quien recolecta el enfado es la ultraderecha. Se dice que los motores del voto extremista son la econom¨ªa y el cambio cultural, pero, como indica un estudio de la polit¨®loga Catherine De Vries en municipios italianos, hay un factor oculto: la desafecci¨®n ciudadana con la privaci¨®n de servicios p¨²blicos. La derecha radical crece en toda la Europa rural porque es capaz de recoger esta geograf¨ªa del descontento. Con curiosas excepciones, como el Pa¨ªs Vasco o Catalu?a, los partidos tradicionales viven ensimismados en sus cuitas capitalinas, como los emperadores romanos, m¨¢s pendientes de las querellas por el poder que de las quejas de las provincias. Los pueblos gimen y los b¨¢rbaros lo saben. @VictorLapuente
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