El golpe en Brasil
La insurrecci¨®n que hemos visto en Brasil es un presagio inquietante de lo que puede ocurrir en unas elecciones futuras. El pa¨ªs sigue profundamente dividido
Hace unos d¨ªas, los canales informativos de televisi¨®n por cable conmemoraron el segundo aniversario del asalto al Capitolio con la emisi¨®n constante de v¨ªdeos grabados el 6 de enero de 2021. Quien viera la CNN el jueves pasado pudo contemplar horas de im¨¢genes de unos exaltados manifestantes que atravesaban las d¨¦biles l¨ªneas policiales, irrump¨ªan con aire triunfador en el Capitolio y, llenos de euforia, sembraban el caos en el s¨ªmbolo fundamental de la democracia estadounidense.
Por eso, los v¨ªdeos que esos mismos canales empezaron a emitir el domingo por la tarde resultaban siniestramente familiares. Otra vez vimos a unos manifestantes que romp¨ªan con facilidad una d¨¦bil l¨ªnea de polic¨ªa. Otra vez, miles de personas irrumpieron en los edificios m¨¢s importantes del Estado con expresi¨®n de triunfo en el rostro. Y otra vez hubo escenas espeluznantes de violencia colectiva y vandalismo, un carnaval grotesco que se prolong¨® durante horas ante la mirada del mundo entero.
Pero no era lo mismo: los nuevos v¨ªdeos no eran una repetici¨®n de los sucesos ocurridos en Estados Unidos hace dos a?os, sino una nueva versi¨®n de la pel¨ªcula de terror original en la que se mostraban unos sucesos que estaban ocurriendo a aproximadamente 6.000 kil¨®metros de distancia, en Brasilia, la capital de Brasil, y en ese mismo momento.
La semejanza entre las dos escenas no es cuesti¨®n de coincidencia. Desde que Jair Bolsonaro fue elegido presidente de Brasil, en oto?o de 2018, se molde¨® conscientemente a imagen y semejanza de Donald Trump. Como Trump, Bolsonaro afirma ser la verdadera voz del pueblo y califica a cualquiera que no est¨¦ de acuerdo con ¨¦l de traidor o criminal. Como Trump, ha intentado concentrar el poder en sus manos y ha puesto en duda la legitimidad de instituciones independientes como los tribunales y los peri¨®dicos. Y como Trump, se ha dedicado durante los ¨²ltimos a?os a convencer a sus seguidores de que deben desconfiar de cualquier elecci¨®n en la que ¨¦l no sea el ganador porque el sistema electoral est¨¢ ama?ado.
Todo esto preocupaba enormemente a muchos polit¨®logos antes de las elecciones presidenciales celebradas en octubre del a?o pasado. Si Bolsonaro obten¨ªa un segundo mandato, avisaron, tendr¨ªa todav¨ªa m¨¢s posibilidades de socavar el sistema de controles y contrapesos del pa¨ªs. La democracia brasile?a estar¨ªa en graves dificultades. Pero tambi¨¦n advirtieron de que, incluso aunque Bolsonaro cayera derrotado por su rival, el expresidente Lula de Silva, el peligro seguir¨ªa existiendo. Porque en ese caso Bolsonaro podr¨ªa tomar la decisi¨®n de animar a sus seguidores a emplear la violencia para trastocar el traspaso de poder o incluso pedir al ej¨¦rcito que acudiera en su ayuda. Algunos observadores pensaban que habr¨ªa una verdadera posibilidad de golpe de Estado.
La noticia positiva es que los brasile?os lograron destituir a Bolsonaro. Este, en un paralelismo con Trump que quer¨ªa evitar a toda costa, perdi¨® por escaso margen su intento de reelecci¨®n. En las semanas posteriores, los altos mandos militares dejaron claro que no apoyar¨ªan un golpe de Estado. E incluso pareci¨® que lo abandonaban algunos de quienes hab¨ªan sido sus aliados pol¨ªticos, pero que hab¨ªan resultado elegidos para cargos importantes en esos mismos comicios, como Tarc¨ªsio de Freitas, el nuevo gobernador de S?o Paulo. Bolsonaro se rindi¨® y orden¨® p¨²blicamente a su equipo que garantizara el traspaso ordenado del poder a Lula.
En los dos meses transcurridos entre la victoria de Lula y su toma de posesi¨®n, ocurrieron muchas cosas siniestras. Bolsonaro nunca acept¨® de forma expl¨ªcita la legitimidad de su derrota en las urnas. Sus partidarios organizaron numerosas protestas, algunas de las cuales acabaron envueltas en violencia, como en el caso del incendio de decenas de coches en el centro de Brasilia. Pero, poco a poco, el resultado final fue pareciendo inevitable.
El 1 de enero, Lula jur¨® su cargo de presidente de Brasil. Bolsonaro, ante el temor a las investigaciones judiciales sobre los posibles delitos que cometi¨® durante su mandato, se escap¨® de forma ignominiosa a Florida, donde ha alquilado una casa cerca de Disneyworld. Mientras Lula tomaba posesi¨®n de la presidencia, en las redes sociales circularon v¨ªdeos de Bolsonaro recorriendo los pasillos de un supermercado estadounidense y disfrutando de una cena en un Kentucky Fried Chicken.
Con esos antecedentes, el ataque del domingo contra las instituciones fundamentales de la democracia brasile?a ¡ªel Congreso, el Tribunal Supremo y el palacio presidencial¡ª result¨® a¨²n m¨¢s surrealista. Cuando los miembros del movimiento MAGA [por las siglas en ingl¨¦s de ¡°Hacer Am¨¦rica grande de nuevo¡±] atacaron el Capitolio en Washington, no ten¨ªan ning¨²n plan concreto sobre c¨®mo dar un golpe. Lo que s¨ª ten¨ªan era un objetivo inmediato: interrumpir la certificaci¨®n de las elecciones presidenciales que en ese momento se estaba llevando a cabo.
Los bolsonaristas que irrumpieron el domingo en las sedes del poder democr¨¢tico de Brasil tambi¨¦n carec¨ªan de un objetivo concreto. No estaban reunidos ni el Congreso ni el Tribunal Supremo. Lula se encontraba a cientos de kil¨®metros y ya hab¨ªa jurado su cargo. Fue como si los agitadores estuvieran jugando a disfrazarse de insurrectos estadounidenses. Como ha ironizado Brian Winter, redactor jefe de Americas Quarterly: ¡°Brasil, pido disculpas porque seguimos envi¨¢ndote nuestras peores ideas¡±.
Es evidente que las similitudes entre lo ocurrido en Brasilia y en Washington no son mero producto de la imaginaci¨®n estadounidense. Los propios cargos electos de Brasil recurren a ese mismo paralelismo. Lo dijo el domingo Tabata Amaral, una joven diputada del Partido Socialista Brasile?o, de centroizquierda: ¡°Vimos lo que ocurri¨® en el Capitolio de Estados Unidos. Pero no hicimos lo suficiente para asegurarnos de que no pudiera ocurrir aqu¨ª¡±.
Sin embargo, no podremos valorar en toda su dimensi¨®n el peligro que suponen los populistas autoritarios como Trump y Bolsonaro mientras no reconozcamos que no se trata simplemente de un aspirante a dictador que imita a otro. Tampoco deber¨ªamos halagar a Steve Bannon, atribuirle la capacidad de inspirar grandes acontecimientos en un pa¨ªs extranjero a base de repetir los mismos asuntos de conversaci¨®n en un intento desesperado de ser relevante. Lo que est¨¢ ocurriendo en Brasil y en Estados Unidos se debe a la l¨®gica intr¨ªnseca de los movimientos populistas, que est¨¢n adquiriendo cada vez m¨¢s fuerza en numerosas democracias de todo el mundo desde hace una d¨¦cada.
Los populistas siempre aseguran que representan la verdadera voluntad del pueblo. Por eso, consideran que tienen una raz¨®n de peso para rechazar el resultado de cualquier elecci¨®n que no ganen, porque, para alguien que es la aut¨¦ntica voz del pueblo, deber¨ªa ser imposible perder en las urnas. Cuando ocurre lo que parec¨ªa imposible, o tienen que reconocer que su afirmaci¨®n de que se hallaban especialmente en sinton¨ªa con los votantes era una patra?a absurda o tienen que consolarse con la convicci¨®n de que las que son fraudulentas son las instituciones electorales de su pa¨ªs.
En los ¨²ltimos a?os, ha habido algunas se?ales muy tranquilizadoras sobre la capacidad de las democracias para resistir el ascenso de esos populistas. Al fin y al cabo, tanto en Brasil como en Estados Unidos los votantes apartaron del cargo a un populista autoritario despu¨¦s de un ¨²nico mandato. Dado lo frecuente que es que un populista ¡ªpor ejemplo, el h¨²ngaro Viktor Orb¨¢n o el turco Recep Tayyip Erdogan¡ª consiga atrincherarse en el poder despu¨¦s de acceder a ¨¦l, estos ¨²ltimos ¨¦xitos no son en absoluto despreciables.
Pero si algo nos ense?a la historia de este fen¨®meno ¡ªno solo en Brasil y Estados Unidos, sino tambi¨¦n en pa¨ªses tan diferentes como Italia, Tailandia y Argentina¡ª es que los populistas son capaces de mantener una presencia destacada en el sistema pol¨ªtico incluso despu¨¦s de perder unas elecciones. Incluso en los peores momentos, el populista suele conservar el ferviente apoyo de una s¨®lida base de partidarios ac¨¦rrimos y, en cuanto el sucesor no cumple sus promesas, sufre una crisis econ¨®mica o se ve involucrado en un esc¨¢ndalo grave, puede volver al poder.
En ese sentido, la insurrecci¨®n que hemos visto en Brasil es, aunque no hayan participado m¨¢s que unos cuantos miles de personas, un presagio inquietante de lo que puede ocurrir en unas elecciones futuras. El pa¨ªs sigue profundamente dividido. Si el Gobierno de Lula comete alg¨²n error, cosa que es posible, Bolsonaro podr¨ªa regresar triunfante de su exilio en Florida. E incluso aunque pierda el apoyo de sus seguidores, es indudable que alg¨²n otro demagogo aprovechar¨¢ la desconfianza en el sistema pol¨ªtico que ¨¦l ha fomentado de manera tan eficaz.
Cuando un paciente sufre convulsiones, hay que resolver el peligro inmediato. Pero si las convulsiones se deben a una infecci¨®n subyacente, como la meningitis, no basta con tratar el s¨ªntoma m¨¢s visible. A largo plazo, el verdadero peligro es la enfermedad. Y esta me parece una buena analog¨ªa para explicar lo que pienso de las insurrecciones violentas, como la que se produjo en Washington hace dos a?os y la de Brasilia del domingo pasado. No debemos infravalorar la amenaza inmediata que representan. Pero tampoco debemos olvidar nunca que no son sino la manifestaci¨®n m¨¢s escandalosa de un malestar mucho m¨¢s profundo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.