El veh¨ªculo

Me cont¨® un taxista que en su coche viajaba el fantasma de un cliente que hab¨ªa fallecido de un infarto en el interior de su taxi. Cuando sacaron el cuerpo, su esp¨ªritu se qued¨® dentro del autom¨®vil y lo ve¨ªa con nitidez, aunque solo si lo buscaba a trav¨¦s del espejo retrovisor. Se hab¨ªa acostumbrado a su presencia de tal modo que, lejos de incomodarle, le hac¨ªa compa?¨ªa. ¡°Precisamente¡±, a?adi¨®, ¡°se ha sentado usted encima de ¨¦l¡±. Estuve a punto de cambiar de sitio, pero fing¨ª que la informaci¨®n no me hab¨ªa alterado. ¡°Normalmente¡±, continu¨® relat¨¢ndome, ¡°no se lo digo a nadie, pero es que va usted a la direcci¨®n a la que llevaba el a?o pasado a ese difunto, al que, para m¨¢s se?as, hab¨ªa recogido en la misma esquina de Serrano en la que se ha subido usted¡±.

Aquel c¨²mulo de coincidencias enturbi¨® el comienzo de una jornada en la que me dirig¨ªa a la editorial para revisar las pruebas de mi pr¨®xima novela. Al llegar, me confirmaron que un autor de la casa hab¨ªa fallecido el a?o anterior, de un infarto, en el taxi que lo conduc¨ªa a aquellas oficinas. Pregunt¨¦ por su nombre y result¨® ser un poeta muy poco celebrado al que yo, sin embargo, hab¨ªa le¨ªdo con pasi¨®n. De vuelta a casa, abr¨ª al azar uno de sus libros y busqu¨¦ en sus versos, sin hallarlo, uno de esos mensajes que desde el pasado se env¨ªan inconscientemente al futuro.

M¨¢s tarde, ya en la cama, al evocar el momento en el que me hab¨ªa bajado del taxi, record¨¦ que ah¨ª hab¨ªa ocurrido algo: una especie de desplazamiento an¨ªmico al que entonces no hab¨ªa prestado atenci¨®n y que interpret¨¦ como que el fantasma se bajaba conmigo. Dado que siempre pido factura, localic¨¦ al taxista, quien me confirm¨® que el espectro hab¨ªa desaparecido de su coche. ¡°Quiz¨¢ ha cambiado de veh¨ªculo¡±, a?adi¨® ri¨¦ndose. Yo no me re¨ª porque me pareci¨® que el nuevo veh¨ªculo era yo.