Latido
Quiero ejercer mi derecho al aborto, doctor, y quiero que sepa que el camino que he recorrido hasta llegar aqu¨ª no le concierne
Es 2023, ya nos han sorprendido las profundas im¨¢genes de los anillos de Neptuno, ya el Perserverance ha explorado la barriga marciana del cr¨¢ter Jezero, y yo estoy escribiendo un texto acerca de la posibilidad de que un m¨¦dico est¨¦ obligado a preguntarle a una mujer, cuando esta acude a ejercer su derecho al aborto, si quiere escuchar el latido fetal. O si quiere ver una ecograf¨ªa en cuatro dimensiones, por si alg¨²n dedo del pie, por si la forma del cr¨¢neo le recuerda alguna cosa que hubiera olvidado. Tambi¨¦n, c¨®mo no, si necesita atenci¨®n psicol¨®gica. No vaya a ser que est¨¦ enferma, enajenada, despojada de autonom¨ªa. Por si acaso.
Buenos d¨ªas, doctor. Quiero ejercer mi derecho al aborto, mi derecho al aborto libre y seguro, amparado por la sanidad p¨²blica, como dicta la Ley de Salud Sexual y Reproductiva, con su tercera reforma a punto de ser aprobada en el Senado, si antes no cae un meteorito o si no brama el Se?or a Mois¨¦s desde la cima de la monta?a. Quiero ejercer mi derecho al aborto, doctor, el mismo que ya en 1936 Federica Montseny intent¨® dibujar, aquel que no pod¨ªan ni imaginar las 20.000 mujeres espa?olas que a principios de los a?os ochenta viajaron al Reino Unido, mucho menos las que sufrieron hemorragias, perforaciones del ¨²tero y desgarros, mucho menos, doctor, las 3.000 mujeres muertas, por ejemplo en 1974, a causa de abortos efectuados sin ninguna medida de seguridad. Quiero ejercer mi derecho al aborto, doctor, como las 11 de Basauri, como las 3.000 mujeres que gritaron aquel 26 de octubre de 1979 fuera de los juzgados. Quiero ejercer mi derecho al aborto, doctor, aqu¨ª en Palencia, en Zamora, en Segovia, en C¨¢ceres o en Melilla, aqu¨ª, en este hospital p¨²blico, doctor, sin tener que desplazarme como otras 6.000 mujeres cada a?o, cientos de kil¨®metros lejos de mi casa, hasta una cl¨ªnica concertada cuya puerta, doctor, con suerte, ha sido limpiada de gentes con pancartas provida que braman, como deb¨ªa de bramar el Se?or a Mois¨¦s desde lo alto de la monta?a.
Quiero ejercer mi derecho al aborto, doctor, y quiero que sepa que el camino que he recorrido hasta llegar aqu¨ª, hasta estar sentada enfrente de usted dici¨¦ndole que vengo a ejercer mi derecho al aborto, no le concierne. Quiero ejercer mi derecho al aborto, doctor, porque me ha violado un desconocido, o mi marido, o mi novio, o un amigo, y usted no lo sabe, doctor, y yo no tengo por qu¨¦ dec¨ªrselo. Quiero ejercer mi derecho al aborto porque tengo dos hijos y no llego a fin de mes, doctor, pero eso a usted no le importa. Quiero ejercer mi derecho al aborto porque no quiero ser madre, doctor. No quiero seguir adelante con este embarazo, doctor. No quiero ahora, no quiero ma?ana, a lo mejor no quiero nunca. A usted eso no le incumbe. Doctor, quiero ejercer mi derecho al aborto y no tengo que darle explicaciones sobre una decisi¨®n que he tomado como mujer libre.
Disculpe, doctor, no le he entendido bien. ?Qu¨¦ dice? ?De qu¨¦ latido habla, doctor? ?Del latido de mi coraz¨®n, doctor, o del suyo? Me refiero al suyo propio, doctor, al suyo de usted.
Es 2023, el a?o en que acariciaremos los oc¨¦anos ocultos de las lunas Ganimedes, Europa y Calisto. Qui¨¦n sabe si bramar¨¢ el Se?or a Mois¨¦s desde lo alto de la monta?a, una vez m¨¢s, si le dir¨¢ al pueblo que purifique sus vestidos. Que los dejen limpios, puestos a secar sobre la muralla de las conciencias. Las palabras que he escrito ah¨ª arriba no son una broma. No me atrevo a mofarme del futuro en un pa¨ªs negro donde el diciembre pasado murieron asesinadas 12 mujeres y enero ha arrancado con otros cinco feminicidios mientras hay vicepresidentes auton¨®micos que niegan la violencia de g¨¦nero. Ese es el latido que debe importarnos. Ese es el que debemos escuchar. El latido macabro que promete encerrarnos a todas, otra vez, muy al fondo de la cueva.
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