Una derecha suicida
El control trumpista en el Congreso de EE UU amenaza con la suspensi¨®n de pagos de la deuda por primera vez en la historia
No hay motivos de alegr¨ªa. Biden super¨® las dif¨ªciles elecciones de mitad de mandato, con un buen resultado en el Senado, todav¨ªa dem¨®crata, y una C¨¢mara de Representantes de discreta mayor¨ªa republicana, en vez de la anunciada oleada conservadora. Pero el Partido Republicano sigue imperturbable el camino hacia la autodestrucci¨®n con el ciego entusiasmo que corresponde a quien ha perdido cualquier sentido de la orientaci¨®n. Ha sucedido en otras ¨¦po...
No hay motivos de alegr¨ªa. Biden super¨® las dif¨ªciles elecciones de mitad de mandato, con un buen resultado en el Senado, todav¨ªa dem¨®crata, y una C¨¢mara de Representantes de discreta mayor¨ªa republicana, en vez de la anunciada oleada conservadora. Pero el Partido Republicano sigue imperturbable el camino hacia la autodestrucci¨®n con el ciego entusiasmo que corresponde a quien ha perdido cualquier sentido de la orientaci¨®n. Ha sucedido en otras ¨¦pocas y pa¨ªses, pero en la marcha hacia el caos la derecha de Estados Unidos est¨¢ demostrando una osad¨ªa y un vanguardismo de consecuencias universales en cuanto a su ejemplaridad negativa y a sus efectos perturbadores del orden mundial, como ha quedado demostrado en la intentona bolsoranista en Brasilia.
Fueron un disparate inaugural las primarias republicanas de 2016 que elevaron a Donald Trump a la candidatura. Lo fue su elecci¨®n como presidente tras una sucia campa?a llena de interferencias rusas. La verg¨¹enza de los cuatro a?os de la Casa Blanca trumpista habr¨ªa pasado por s¨ª sola a los anales de la infamia de no haber empeorado con el ataque directo contra el Congreso en el d¨ªa de la certificaci¨®n de la derrota republicana. Y justo dos a?os despu¨¦s, el legado del caos sigue vivo y activo, incluso desbordado por los trumpistas m¨¢s radicales, situados al mando de la nave republicana.
De ah¨ª la implacable l¨®gica de la destrucci¨®n en curso, que ha llegado ahora a la C¨¢mara de Representantes, dominada por una veintena de congresistas de extrema derecha empe?ados en evitar que el Gobierno gobierne y el legislador legisle, una vez garantizada la mayor¨ªa conservadora en el Supremo. Les basta con que gobiernen y legislen los jueces, mientras ellos se encargan del desgobierno.
El republicano ya no es un partido de gobierno, a pesar de que retenga numerosos Ejecutivos y C¨¢maras de los Estados federados. Tampoco es una alternativa al Gobierno, sino un partido contrario a la idea de que se gobierne. Empez¨® por dividir y polarizar y ahora est¨¢ ahora dividido ¨¦l mismo, bajo el control de un pu?ado de extremistas, dedicados a fabricar teor¨ªas de la conspiraci¨®n y noticias falsas. Tras la trabajosa elecci¨®n de Kevin McCarthy como presidente de la C¨¢mara, a costa de cederles todo el poder, nada bueno puede esperarse. La secretaria del Tesoro, Janet Yellen, ya ha tirado de la se?al de alarma. La par¨¢lisis legislativa est¨¢ asegurada, pero m¨¢s grave es la amenaza de limitaci¨®n del endeudamiento, que puede conducir por primera vez a la suspensi¨®n de pagos de la deuda estadounidense.
La derecha se ha alejado de las respetables ideas conservadoras y liberales representadas por el viejo ideario republicano. El extremismo antiprogresista, autoritario e iliberal se ha apoderado del partido que fund¨® Abraham Lincoln. Un suicidio para los republicanos y una desgracia para la democracia, no tan solo en Estados Unidos sino en todo el mundo.