Irresponsabilidad republicana
La democracia de EE UU se somete al boicot de una minor¨ªa trumpista del Partido Republicano que ni Trump controla ya
La elecci¨®n del presidente de la C¨¢mara de Representantes de Estados Unidos es el primer acto de la legislatura, previo incluso a que los congresistas juren su cargo. Que el partido mayoritario no sea capaz de ponerse de acuerdo para nombrar al presidente en primera votaci¨®n es algo que no ocurr¨ªa desde hace un siglo y, sin embargo, no ha sido una sorpresa. A la d¨¦cima oportunidad, tampoco ha salido. La divisi¨®n a la hora de elegir a su l¨ªder parlamentario es una muestra de la deriva ultraconservadora, antidemocr¨¢tica e irresponsable de parte del Partido Republicano, reh¨¦n de un t¨®xico trumpismo que se le ha ido de las manos al propio Donald Trump y que pone en cuesti¨®n la capacidad del partido para asumir tareas de Gobierno.
La estrecha mayor¨ªa republicana en la C¨¢mara baja tras las elecciones del pasado 8 de noviembre ha permitido a una veintena de diputados del ala dura del partido boicotear la elecci¨®n de Kevin McCarthy como presidente. Como buenos extremistas, los representantes d¨ªscolos se creen en posesi¨®n absoluta de la verdad. Su actitud es la de un chantaje en toda regla en la que una minor¨ªa que representa menos del 10% de su grupo parlamentario quiere imponer sus condiciones a todo el partido (y por extensi¨®n, a toda la C¨¢mara y al conjunto del pa¨ªs) con una lista de exigencias que no parece dirigida a facilitar el trabajo parlamentario y la gobernabilidad, sino a sabotearla.
De nada le ha servido a McCarthy arrodillarse ante Trump o evitar las cr¨ªticas a sus relaciones con antisemitas declarados. Ni siquiera Trump controla ya a sus criaturas. Entre los representantes rebeldes hay una inmensa mayor¨ªa de negacionistas electorales, que han comulgado con el bulo de que a Trump le robaron las elecciones de hace dos a?os, pero que ahora no atienden las llamadas del expresidente para apoyar a McCarthy. El candidato, por su parte, ha tenido una p¨¦sima estrategia negociadora. Ha cedido a buena parte de las exigencias de los ultraconservadores, pero sin garantizarse sus votos a cambio, lo que ha alimentado que estos pidan m¨¢s.
El da?o ya est¨¢ hecho. Aunque McCarthy (o cualquier otro) consiga la mayor¨ªa necesaria para ser elegido, su posici¨®n quedar¨¢ debilitada irremediablemente. Si un l¨ªder parlamentario no es capaz ni siquiera de asegurar los votos de su partido, la posibilidad de sacar adelante cualquier medida ¨²til se reduce dr¨¢sticamente. Con un Congreso ya de por s¨ª dividido, en el que los dem¨®cratas tienen mayor¨ªa en el Senado y los republicanos controlan (es un decir) la C¨¢mara de Representantes, los dos a?os de la segunda mitad del mandato del presidente Joe Biden amenazan con una par¨¢lisis legislativa, en la que no se aprueben las medidas de gasto que sean necesarias ni apenas leyes. El riesgo es que la C¨¢mara baja solo sirva para un espect¨¢culo de caza de brujas con el que intentar erosionar a la Administraci¨®n de Biden en un ambiente de una mayor radicalizaci¨®n.
La incapacidad republicana para asumir sus responsabilidades puede suponer tambi¨¦n un aviso con vistas a las presidenciales de 2024. En contraste con la divisi¨®n republicana, los dem¨®cratas han dado una imagen de unidad. M¨¢s a¨²n, Biden decidi¨® iniciar el curso pol¨ªtico con un acto en el que estuvo acompa?ado por el l¨ªder republicano en el Senado, para impulsar las inversiones de una ley de infraestructuras que cont¨® con el apoyo de congresistas de ambos partidos. Es un palmario ejemplo de que la pol¨ªtica ¨²til consiste en compromisos y soluciones, no en broncas, embrollos y chantajes.
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