Volver al tab¨²
Miedo me da imaginar el futuro de unas criaturas que no podr¨¢n siquiera nombrar el mal, o lo feo, o lo abyecto o lo desigual o discriminatorio
Gur¨²s de autoayuda barata y famosas fil¨®sofas de jerga acad¨¦mica incomprensible repiten sin cesar que el lenguaje hace la realidad, que la performa. Y nos lo hemos cre¨ªdo como cre¨ªa mi abuela que pas¨¢ndome el hueso de la mand¨ªbula de un perro muerto por el cuello me curar¨ªa las anginas o que el amuleto que llevaba la proteg¨ªa del mal de ojo. Seg¨²n c¨®mo diga las cosas, ser¨¢n, a pesar de que la experiencia emp¨ªrica desmiente sistem¨¢ticamente esta idea absurda. ?Multipl¨ªquense los ceros en mi cuenta corriente!, pronuncio esperando el milagro, pero nada, mis condiciones materiales siguen igual a pesar de que pongo mucho empe?o en escoger mis palabras. El pensamiento m¨¢gico no le funcionaba a mi abuela y tampoco me funciona a m¨ª aunque quienes intentan convencerme ahora de su efectividad tengan m¨¢s prestigio que ella por tratarse de las m¨¢s deslumbrantes figuras del pensamiento occidental predicando desde las c¨¢tedras universitarias m¨¢s afamadas. Tambi¨¦n ellas defienden, igual que en mi pueblo, que hay cosas como el demonio, la desgracia, las enfermedades sin cura o la muerte que no se pueden nombrar si no se quiere correr el riesgo de hacerlas aparecer. Para estas mentes avanzadas de la postmodernidad son el machismo, el racismo, cualquier ismo que suponga discriminaci¨®n. Ojal¨¢ fuera tan f¨¢cil, firmaba sin leer si con ello pudi¨¦ramos deshacernos de todo lo que no nos gusta. Se llega a afirmar, incluso, que el simple hecho de usar un lenguaje incorrecto es una forma de violencia y que los espacios en los que se utiliza son ¡°espacios no seguros¡±. Anda que si yo me hubiera movido solamente por los sitios en los que nadie pudiera ofenderme, vamos, no habr¨ªa tenido ¡°espacios seguros¡± ni en mi propia casa.
Esta semana el pobre al que le ha tocado recibir el azote de esta nueva religi¨®n ha sido Roald Dahl en lo que no es m¨¢s que un nuevo ejemplo de una deriva que pretende empobrecer todo lo que se dice y se escribe, privando a los ni?os del acceso a las palabras que los profetas de la correcci¨®n consideran portadoras de todos los males. Miedo me da imaginar el futuro de unas criaturas que no podr¨¢n siquiera nombrar el mal, o lo feo, o lo abyecto o lo desigual o discriminatorio. Ser¨¢n atontados viviendo en una caverna llena de incomprensible sombras gracias a esta vuelta al tab¨² del que nos libramos al domesticar el orden teocr¨¢tico. Qu¨¦ pereza, la verdad, volver ahora a la superstici¨®n y al oscurantismo, la censura inquisitorial y los eufemismos.
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