Per¨²: democracia en destrucci¨®n
Junto a la polarizaci¨®n pol¨ªtica y social en la que est¨¢ el pa¨ªs, es creciente y grave el deterioro de la inseguridad ciudadana
Si existiera un manual para destruir la democracia, varios procesos en la historia mundial podr¨ªan nutrirlo. Hay muchos ejemplos. En este mismo peri¨®dico, Antonio Elorza se refiri¨® hace diez a?os, por ejemplo, al proceso de destrucci¨®n de la democracia en Europa occidental, en donde ¡°sobre el fondo de la crisis econ¨®mica, la erosi¨®n de la democracia ha sido causada por el mal gobierno¡±. O m¨¢s recientemente, Llu¨ªs Bassets refiri¨¦ndose a la amenaza de Trump de no aceptar el resultado de las elecciones de noviembre de ese a?o como pasos parte de la ¡°destrucci¨®n de la democracia¡±.
Los ejemplos anteriores empeque?ecen ante la crisis peruana en curso, en ascenso en el ¨²ltimo sexenio, en proceso exponencialmente reforzado, y casi ¡°de laboratorio¡±, de destrucci¨®n sostenida y sistem¨¢tica de la institucionalidad democr¨¢tica. Generando, con ello, creciente incertidumbre e inseguridad en la vida de su m¨¢s de 33 millones de habitantes.
El tel¨®n de fondo estructural e hist¨®rico es muy amplio. Tiene que ver, por cierto, con los tremendos desequilibrios existentes entre los que tienen m¨¢s y los que tienen menos, con el foso entre las ¨¦lites dominantes de las grandes ciudades y un mundo andino -particularmente quechua y aymara- marginado y excluido. Desencuentros varios que en alguna medida se arrastran desde la colonia y casi sin corte durante los dos siglos de rep¨²blica. Hoy vuelven a manifestarse, ruidosamente y con movilizaciones que algunos equivocadamente pretenden reducir a agitaciones de ¡°v¨¢ndalos¡± o, peor, de ¡°terroristas¡±.
El colapso democr¨¢tico en curso no es fruto de la inercia, de la inacci¨®n o culpa de un(a) gobernante, sino resultado de un sistema pol¨ªtico e institucional fracasado y de una sociedad que no se siente ni est¨¢ representada en ese sistema. Cada vez m¨¢s distancia con las instituciones y, por ende, cada vez menos legitimidad de las mismas: la foto del presente. Lo que trae el riesgo de que en la din¨¢mica social y pol¨ªtica las salidas por v¨ªas extremas aparezcan tentadoras y que ¡°el centro¡± se desvanezca.
En torno a tres desarrollos se puede ilustrar la gravedad de este colapso democr¨¢tico en pleno desenvolvimiento.
En primer lugar, el harakiri de las instituciones democr¨¢ticas en un proceso en el que sobresale el comportamiento del unicameral legislativo, rechazado por el 94% de la poblaci¨®n de acuerdo a todas las encuestas recientes. Elegido el 2021, este Congreso fue ariete fundamental en la erosi¨®n pol¨ªtica cuando varios de sus partidos movieron cielo y tierra sobre un inexistente ¡°fraude¡± en la elecci¨®n de Pedro Castillo. Se agudiz¨® la crisis pol¨ªtica con la combinaci¨®n diab¨®lica del bombardeo congresal y medi¨¢tico sistem¨¢tico agobiando a Castillo junto con la colosal inoperancia del propio Castillo como presidente as¨ª como sus severos indicios de corrupci¨®n. Culmin¨® esto en el fracasado y torpe autogolpe de diciembre.
Esto le dio mayor protagonismo al congreso que adquiri¨® un poder inmenso. Quien asumi¨® la presidencia (Dina Boluarte) es a quien constitucionalmente le correspond¨ªa pero lo hac¨ªa sin bancada parlamentaria u organizaci¨®n. En ese contexto, con las movilizaciones que arrancaron y el clamor abrumador de que se adelanten para este a?o las elecciones generales, el repudiado congreso del 6% opt¨® por mirar hacia otro lado. Y ha seguido adoptando decisiones -casi todas cuestionadas- movidas, muchas de ellas, por intereses de peque?os grupos o propios, apuntando a prebendas y ventajas indignantes.
En segundo lugar, los misiles antidemocr¨¢ticos lanz¨¢ndose desde el propio Estado, con impunidad. Que tratan asuntos institucionales y constitucionales esenciales como la divisi¨®n o equilibrio de poderes. Y que abarcan espacios a los que se suma activamente la politizada fiscal de la naci¨®n y, m¨¢s recientemente, el Tribunal Constitucional (TC).
El TC en su historia ha dado algunos pasos ejemplares contra el autoritarismo (por ejemplo, cuando confront¨® en los 90 el prop¨®sito de Fujimori de reelegirse inconstitucionalmente). Ya no m¨¢s. Juega ahora un papel crucial en el bombardeo de las instituciones democr¨¢ticas. Escogido en su gran mayor¨ªa por el actual congreso en un proceso oscuro y sin la m¨¢s elemental transparencia, se ha convertido en otro instrumento demoledor de la democracia. Por ejemplo, al resolver la semana pasada un caso estableciendo con decisiones completamente adversas al equilibrio de poderes y a la independencia judicial.
Todo se debe controlar en un Estado constitucional. Pero el TC ha resuelto que no puede haber control judicial/constitucional sobre las decisiones del Congreso. Con lo que dinamita capacidades esenciales del sistema de justicia en un sistema democr¨¢tico; pesos y contrapesos out. Simult¨¢neamente, el TC ha establecido que los ¨®rganos del sistema electoral, que por su seriedad se han ganado reconocimiento y legitimidad, pasen a ser controlados por el legislativo.
En tercer lugar, un contexto creciente de polarizaci¨®n social y pol¨ªtica que es hoy pan de cada d¨ªa. En ello ponen su grano de arena varios medios de comunicaci¨®n con l¨ªneas informativas tan sesgadas y parcializadas que llevan a que crecientemente se prescinda de ellos y se repose en las tampoco confiables -pero m¨¢s democr¨¢ticas- redes sociales.
En este contexto, hacer del tema de asamblea constituyente ¡°s¨ª¡± o ¡°no¡± desv¨ªa de los temas centrales y deriva en lo simb¨®lico. Es muy v¨¢lido plantearse una nueva Constituci¨®n que reemplace la que ha demostrado ser clave para llevar al pa¨ªs a donde est¨¢. Pero poniendo primero sobre el tapete los temas o enfoques sustanciales a ser revisados y no seguir mordi¨¦ndose la cola en una tensi¨®n sin contenidos concretos en torno a una vac¨ªa generalidad de constituyente-si/ constituyente-no.
El hecho es que junto a la polarizaci¨®n pol¨ªtica y social en la que se est¨¢, es creciente y grave el deterioro de la inseguridad ciudadana. El proceso de ostensible explosi¨®n y extensi¨®n del sicariato en las principales ciudades del pa¨ªs, lleva a que sectores amplios de la sociedad vean con cada vez m¨¢s simpat¨ªa la ¡°mano dura¡±; mientras, m¨¢s del 70% de la poblaci¨®n encuestada respalda el restablecimiento de la pena de muerte. Con esos elementos girando, la ilusi¨®n de que una asamblea constituyente ser¨ªa ruta de salida nos pone, m¨¢s bien, en lo que podr¨ªa ser la antesala de regresiones de fondo que est¨¢n pasando desapercibidas.
Fuera de los aqu¨ª mencionados se puede abordar muchos otros aspectos de peso. Sin embargo, ?cu¨¢l es el tel¨®n de fondo, la esencia, de la situaci¨®n? Por una u otra v¨ªa se nos remite al problema medular: el colapso de la pol¨ªtica y, en particular, el desvanecimiento del ¡°centro¡± en beneficio de los extremos dificult¨¢ndose as¨ª la ruta de salida.
De un lado, una derecha extrema torpe, racista y dividida en mil fragmentos; por el otro lado, los pocos restos de una izquierda extrema simplista, torpe y cuyos razonamientos son, en algunos casos (como el partido Per¨² Libre dentro del que fue elegido Castillo) parad¨®jicamente, iguales a los de la extrema derecha contra los derechos humanos. En aspectos claves como el enfoque de g¨¦nero, el matrimonio igualitario el principio del equilibrio de podres.
En un espacio ideal deber¨ªan converger din¨¢micas de centro con perspectivas democr¨¢ticas, vertebrando tambi¨¦n a las derechas e izquierdas no extremas. ?Ruta de encuentro de una sociedad m¨¢s segmentada que en el pasado? Podr¨ªa ser que en una convergencia de este tipo se dise?e respuestas a los dramas del momento y que cierren el camino al autoritarismo que ya hace entusiasta calistenia en la banca.
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