¡°Sin maras y sin democracia¡±: ?solo un recodo?
Es leg¨ªtimo dudar que con detenciones masivas y violaciones masivas a los derechos humanos se podr¨¢ resolver esta amenaza a la seguridad p¨²blica de manera sostenida en El Salvador
El Faro es la publicaci¨®n peri¨®dica independiente m¨¢s solvente en El Salvador. Con informaci¨®n y an¨¢lisis rigurosos, se ha ganado el respeto no solo en su pa¨ªs sino en toda persona atenta a la evoluci¨®n de los acontecimientos salvadore?os. Tomo prestado de El Faro el t¨ªtulo para esta nota de una all¨ª publicada con un crudo y realista an¨¢lisis sobre el impacto de las medidas represivas adoptadas por el r¨¦gimen de Bukele contra las maras.
El Faro en su an¨¢lisis nos confirma que las estructuras de las maras ¡°han sido seriamente debilitadas y que su presencia es ya m¨ªnima o nula en los territorios que controlaron durante d¨¦cadas¡±. La clave est¨¢ en lo que sigue: ¡°Hemos tenido que ceder nuestra democracia que, aunque imperfecta, se construy¨® despu¨¦s de casi 100.000 muertes y miles de desapariciones¡±.
La informaci¨®n disponible nos dice, en efecto, dos cosas claras. Primero, que las maras han sido seriamente jaqueadas. Lo que ha permitido que se haya pasado algunos d¨ªas sin ning¨²n homicidio ¡°marero¡± en el pa¨ªs (algo impensable normalmente). Segundo, que eso es consecuencia directa de las duras medidas adoptadas.
M¨¢s all¨¢ de ello, son embargo, el tel¨®n de fondo inocultable el proceso gradual y sostenido de supresi¨®n de derechos y de las m¨¢s elementales garant¨ªas ciudadanas establecidas en la Constituci¨®n y los tratados internacionales de derechos humanos. Ese panorama va mucho m¨¢s all¨¢ del tema maras pues el fondo de la historia es el proceso autoritario en marcha de concentraci¨®n de poder. Que, entre otras cosas, pasa por el avasallamiento de la independencia judicial. Y por una ¡°ley mordaza¡± que ha modificado el C¨®digo Penal legalizando abiertamente la censura: se proh¨ªbe informar sobre las pandillas, sobre pactos entre pol¨ªticos y pandilleros y sobre el control que ejercen sobre buena parte de la poblaci¨®n urbana, especialmente la m¨¢s pobre. Esta reforma legal fue calificada por la Asociaci¨®n de Periodistas de El Salvador, con raz¨®n, como una ¡°clara censura¡±.
El norte del proceso: Bukele est¨¢ concentrando para s¨ª todo el poder del Estado. Para ello ha desmontado las piezas esenciales de control institucional destituyendo a los integrantes de la Sala Constitucional de la Corte Suprema y expulsando al Fiscal General. Para sustituirlos por otros a su gusto y sin seguir las m¨¢s elementales reglas de transparencia para su selecci¨®n y designaci¨®n. En el proceso en marcha para reelegirse como presidente en violaci¨®n de la norma constitucional que proscribe la reelecci¨®n inmediata, la nueva Sala Constitucional ya ¡°interpret¨®¡± que Bukele s¨ª se puede reelegir.
All¨ª no queda ni quedar¨¢ todo. Bukele est¨¢ empujando la redacci¨®n y aprobaci¨®n de una nueva Constituci¨®n. De los borradores que se conocen, es claro que el texto constitucional que se perpetra reafirmar¨ªa lo de la reelecci¨®n presidencial inmediata y despejar¨ªa cualquier duda que pudiera existir sobre el proyecto autoritario barriendo con instituciones y principios democr¨¢ticos fundamentales.
El respaldo de la poblaci¨®n a Bukele y sus medidas de impacto en la jaqueada seguridad ciudadana es un dato -explicable- de la realidad. Para miles de familias, pasar unos d¨ªas sin violencia y asesinatos significa un cambio radical en la vida cotidiana y, por lo que se ve, la sociedad est¨¢ dispuesta a pagar por ello el alto precio que significa arrasar con los est¨¢ndares democr¨¢ticos. Y Bukele es el presidente latinoamericano con el m¨¢s alto ¨ªndice de aprobaci¨®n en la regi¨®n lo que no es un dato casual.
Tres consideraciones permiten concluir que este momento de remanso y de respaldo ciudadano al r¨¦gimen puede ser flor de un d¨ªa.
Primero, la constataci¨®n hist¨®rica de que el fen¨®meno de las maras trasciende las fronteras de El Salvador por lo que no se puede resolver dentro de las fronteras del pa¨ªs. Esa multiplicidad de factores y el car¨¢cter transnacional de las maras supera medidas locales e inmediatas como las adoptadas por Bukele que han entusiasmado a la poblaci¨®n salvadore?a.
Como es sabido, las maras surgieron en las calles de Los ?ngeles y tienen miles de miembros en los EE UU: la Mara Salvatrucha, en particular se estima que tiene m¨¢s de 10,000 integrantes en ese pa¨ªs. Las deportaciones sistem¨¢ticas de mareros desde EE UU a El Salvador realizadas han sido -comprobadamente- un factor central sostenido en su generaci¨®n y fortalecimiento en El Salvador, ¡°importador¡± de maras. Deportaciones que, como pol¨ªtica, han sido seguidas tanto por gobiernos republicanos como dem¨®cratas. Durante el Gobierno de Obama se habr¨ªan expulsado, en promedio, a 74 salvadore?os al d¨ªa durante con lo que se gan¨® el mote de Deportador en jefe. Trump continu¨® con esa pol¨ªtica.
Por otro lado, con relaci¨®n a lo anterior: no se trata de ser pesimista pero s¨ª es leg¨ªtimo dudar que las medidas autoritarias de Bukele frente a las maras tengan un impacto sostenido y de largo plazo. La pregunta podr¨ªa acabar siendo, al final de la historia, si le habr¨¢ valido la pena a la sociedad salvadore?a ¡°matar la democracia¡± para obtener un triunfo que al final podr¨ªa ser p¨ªrrico.
Finalmente, la evidente interacci¨®n entre estas medidas represivas -hoy elogiadas en su pa¨ªs- con la estrategia de Bukele de liquidar gradualmente todas las formas de control de poder y arrasar con la normatividad democr¨¢tica. Es evidente que los objetivos van m¨¢s all¨¢ del combate a las maras y la seguridad ciudadana. Que da cuenta de una met¨¢stasis que viene corroyendo elementales espacios democr¨¢ticos y de contrapeso en el pa¨ªs. De all¨ª al abuso de poder y a la corrupci¨®n descontrolada, obviamente, solo hay un paso. La historia nos presenta muchos ejemplos.
?Qu¨¦ viene? No se trata de ser aguafiestas pero es leg¨ªtimo dudar que con detenciones masivas y violaciones masivas a los derechos humanos se podr¨¢ resolver esta amenaza a la seguridad p¨²blica de manera sostenida. Podr¨ªamos estar, m¨¢s bien, ante efectos inmediatos que dif¨ªcilmente se podr¨¢ prolongar en el tiempo si no se abordan los asuntos generadores.
Lo que no excluye, por cierto, una eficiente acci¨®n policial y de la justicia. Pero que, de acuerdo a las experiencias internacionales comparadas, no puede tener resultados sostenibles sin abordar los factores contributivos de la violencia como la pobreza, la desigualdad y la exclusi¨®n, especialmente de los j¨®venes. Como ya se ha demostrado en muchas experiencias, detenciones masivas, mezclando inocentes con otros que merecen sanci¨®n, procesos penales arbitrarios y simplistas, podr¨¢n ser flor de un d¨ªa.
El dram¨¢tico contexto social impacta m¨¢s severamente en la juventud, masivamente integrada por ninis pauperizados y sin futuro en un pa¨ªs como El Salvador. Abordar esos asuntos cr¨ªticos y dar oportunidades serias para la educaci¨®n, trabajo y recreaci¨®n a esa juventud en peligro, as¨ª como la articulaci¨®n con las comunidades corro¨ªdas por las pandillas, aparece como un ingrediente esencial de las pol¨ªticas p¨²blicas necesarias en esta materia.
Esto plantea un reto sustancial para las democracias latinoamericanas. Estas deben ser eficaces en estrategias de prevenci¨®n y respuesta lo que, lamentablemente, no ha sido siempre el caso. La conclusi¨®n es muy clara: sin resultados eficientes ello se alimentar¨¢n las respuestas autoritarias y quedar¨¢ tarea en manos de quienes torpedean la democracia.
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