Temor a la austeridad
Las l¨ªneas b¨¢sicas de las reglas fiscales europeas van en la buena direcci¨®n, pero necesitan todav¨ªa despejar inc¨®gnitas
Las gu¨ªas b¨¢sicas para reformar el pacto de estabilidad que han elaborado los secretarios de Estado de Econom¨ªa y que se tratar¨¢n en el pr¨®ximo Ecofin (el consejo de ministros de Econom¨ªa y Finanzas de la UE), reveladas en exclusiva por EL PA?S, contienen propuestas que mejoran su actual formato. No era dif¨ªcil: durante la crisis del euro un empacho de ideolog¨ªa deriv¨® en una p¨¦sima aplicaci¨®n de esas reglas que acab¨® en una doble recesi¨®n autoinfligida y en serios riesgos de implosi¨®n de la moneda ¨²nica. Bruselas aprendi¨® de aquellos errores, y la comunicaci¨®n publicada ayer por la Comisi¨®n Europea parece indicar que estamos en un cap¨ªtulo completamente distinto: el pacto de estabilidad no volver¨¢ a aplicarse como se hizo hasta 2020. El esp¨ªritu en Bruselas es ya muy diferente del que patrocinaban Alemania y sus sat¨¦lites hasta hace solo unos meses. No obstante, quedan a¨²n abiertas inc¨®gnitas para una batalla que se adivina complicada entre los presuntos frugales del norte y los presuntos abanderados del gasto del sur en el tr¨¢mite legislativo. Y se mantienen ciertas rigideces por las que puede volver a colarse la austeridad fiscal en estos tiempos de pol¨ªtica monetaria restrictiva.
La principal medida de la propuesta de reforma es la idea de que en vez de imponer un r¨ªgido cors¨¦ desde Bruselas, con objetivos iguales para todos los pa¨ªses independientemente de su situaci¨®n de partida, el foco se centre en la elaboraci¨®n por cada Gobierno de su propia ¡°senda¡± de consolidaci¨®n fiscal. As¨ª, se pasar¨ªa del dictado de imperativos inmediatos desde Bruselas a programas plurianuales de ajuste m¨¢s consensuados en los que, a partir del an¨¢lisis de sostenibilidad de la deuda, los Estados presentar¨ªan su proyecto para pactarse despu¨¦s con la Comisi¨®n. El ajuste podr¨ªa incorporar no solo reducciones de gasto p¨²blico, sino tambi¨¦n aumentos de ingresos, o una mezcla de ambos. Las sanciones ser¨ªan m¨¢s suaves pero tambi¨¦n m¨¢s frecuentes. Y los programas nacionales podr¨ªan ser revisados tras cada ciclo electoral, por respeto democr¨¢tico y sin atar las manos de los nuevos gobiernos a decisiones que no son suyas.
Esa estrategia parte as¨ª de un nuevo y relevante presupuesto: la necesidad de que los Estados miembros aumenten su implicaci¨®n al ser ellos copart¨ªcipes de un proceso que no llega impuesto por la (real o imaginaria) ¡°burocracia de Bruselas¡± y aumentar as¨ª su legitimidad democr¨¢tica. Otro avance es la atenci¨®n especial a las ¡°prioridades estrat¨¦gicas¡± de la inversi¨®n europea hacia las ¡°transiciones verde y digital¡± y para establecer ¡°capacidades de Defensa¡± comunes. En este punto esencial, la referencia es demasiado abstracta y a gran distancia del necesario reconocimiento de la ¡°regla de oro¡± presupuestaria, seg¨²n la cual las inversiones p¨²blicas productivas deben quedar excluidas de la contabilidad del d¨¦ficit y la deuda: es un mecanismo pr¨¢ctico para impulsar el crecimiento y evitar la dram¨¢tica deriva recesiva y la desestabilizadora desigualdad social que provocaron los ajustes fiscales en el pasado.
Todos estos avances encomiables se ven en parte oscurecidos por el ordoliberalismo alem¨¢n y, sobre todo, por el intento de erosionar el papel de la Comisi¨®n, al fin y al cabo una instituci¨®n democr¨¢tica aunque de segundo grado, y su relevante papel en el control de las finanzas p¨²blicas de los 27. Varias de las alusiones a la ¡°transparencia¡± del documento propuesto responden a la desconfianza de algunas capitales sobre el Ejecutivo europeo, as¨ª como las referencias al papel del Consejo de la UE, es decir, los Estados. No deja de ser un planteamiento muy poco consecuente por parte de quienes, como hizo Alemania, consiguieron imponer a principios de siglo la revisi¨®n de las reglas fiscales para evitar las sanciones por sus entonces d¨¦ficits desbordados.
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