Francisco, el Papa favorito de los ateos
Hay una izquierda que tolera a una Iglesia intrigante y meticona en asuntos del Estado si su jefe les cae simp¨¢tico. No se oponen a la influencia pol¨ªtica de la instituci¨®n, sino a pont¨ªfices concretos de apellido alem¨¢n o polaco
En 10 a?os, a Jorge Mario Bergoglio le ha cabido el m¨¦rito de ser el Papa favorito de muchos ateos. Pontifica que te pontifica, ha hecho algo mejor que convertirlos a su fe: los ha reclutado como aliados. En Espa?a le han salido admiradores poderosos que incluyen al Ejecutivo en pleno: en junio de 2022, tras una hora de audiencia, el ministro de la Presidencia dijo, con fervor de converso, que su Gobierno y el Papa compart¨ªan los mismos valores. Unos meses antes, en diciembre de 2021, la vicepresidenta Yolanda D¨ªaz sali¨® emocionada del Vaticano, tras regalar a su titular una estola hecha con pl¨¢stico reciclado. Ese mismo a?o, Pablo Iglesias dijo que Francisco hablaba como un comunista (lo cual, en su boca, hay que entender como un gran elogio; distinto ser¨ªa si lo dijera Hermann Tertsch).
Max Aub dijo de su amigo Luis Bu?uel que era todo lo ateo que un espa?ol pod¨ªa ser, que no era demasiado. Los herederos ideol¨®gicos de Largo Caballero y de la Pasionaria tampoco llevan el ate¨ªsmo a la tremenda con su amigo Bergoglio, pero nunca pens¨¦ que ser¨ªan precisamente ellos quienes pondr¨ªan en peligro la separaci¨®n entre la Iglesia y el Estado. Tantos a?os de anticlericalismo, tanto bramar contra el concordato y contra la escuela concertada, para acabar genuflexos en el Vaticano y celebrando que el Papa es ¡°uno de los nuestros¡±. Al parecer, el machismo y la homofobia institucionales de la Iglesia, la oposici¨®n cavernaria al aborto, la postura sobre los anticonceptivos y la libertad sexual, y la hipocres¨ªa criminal sobre los abusos del clero a los menores son cuestiones insignificantes que no impiden la francachela y la camarader¨ªa con Francisco.
Lo entender¨ªa si hubiera pompa vaticana. Es dif¨ªcil resistirse al incienso y a la escenograf¨ªa cat¨®lica. No hace falta ser un hiperest¨¦sico como Stendhal para caer redondo entre panes de oro y angelotes. Hasta yo me reprimo los sarcasmos cuando visito una catedral, pero Francisco ha renunciado al misterio. Su Iglesia reniega de latines y de sobreactuaciones milagreras. No se han convertido a la religi¨®n, sino a la persona que la lidera, lo que induce una conclusi¨®n inc¨®moda: hay una izquierda que tolera a una Iglesia intrigante y meticona en asuntos del Estado si su jefe les cae simp¨¢tico. No se oponen a la influencia pol¨ªtica de la instituci¨®n, sino a papas concretos de apellido alem¨¢n o polaco. Con este panorama, lo llevamos crudo los ateos que lo somos un poco m¨¢s que Bu?uel y creemos en una separaci¨®n radical de la religi¨®n y lo mundano.
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