Los hijos monstruosos de la hidra policrisis
Protestas y elecciones en Europa muestran s¨ªntomas de creciente malestar social. Si no se atajan exitosamente sus causas, estas dar¨¢n alas a un nuevo empuje populista
Francia arde con las protestas contra la reforma de las pensiones. En Pa¨ªses Bajos, acaba de anotarse un extraordinario ¨¦xito electoral un novedoso partido populista agrario. El Reino Unido se ve agitado desde hace meses por manifestaciones y huelgas en contra de la p¨¦rdida de poder adquisitivo. En Grecia, una multitud de ciudadanos protesta contra el deterioro de los servicios p¨²blicos a ra¨ªz del reciente accidente letal en la red de ferrocarriles, tras a?os de tremendos recortes. La defensa de la sanidad p¨²blica ha propiciado dos extraordinarias manifestaciones en Madrid en los ¨²ltimos meses.
Estos hechos aparentemente inconexos, que desde luego responden a distintos impulsos, parecen, sin embargo, apuntar a un lugar com¨²n. Un lugar hecho de sentimientos ciudadanos como la inquietud y el malestar por el rumbo de los acontecimientos en esta ¨¦poca de m¨²ltiples crisis, y de voluntad de defender posiciones, redes de protecci¨®n.
Cada uno de los episodios mencionados merece su propia apreciaci¨®n, cada uno es complejo y requerir¨ªa matizadas reflexiones. En t¨¦rminos sint¨¦ticos, parece bastante extremo el lugar del intelecto y del alma que no empatiza plenamente con las protestas del Reino Unido, Grecia o Madrid. M¨¢s complejo resulta el caso franc¨¦s. Se entiende perfectamente la lucha para defender posiciones ¡ªy el disgusto de verlas alteradas por decreto¡ª, pero la jubilaci¨®n a los 62 a?os es una anomal¨ªa en Europa, y se produce en un Estado con un gasto p¨²blico descomunal, en un pa¨ªs algo aletargado, que probablemente se beneficiar¨ªa de redise?os, y reformas, entre otras cosas con mayor equilibrio generacional. El caso holand¨¦s es parecido: mientras se entiende un segmento de la ciudadan¨ªa que busca una defensa de sus intereses a trav¨¦s de ese partido ¡ªcuestionando la senda de reducci¨®n de emisiones¡ª, el inter¨¦s de una potente transici¨®n ecol¨®gica se antoja meridianamente superior.
Pero al margen de los casos espec¨ªficos, resulta muy interesante la perspectiva gran angular. Se acumulan crisis: la pandemia, la guerra, la inflaci¨®n ¡ªfruto de ambas¡ª, y ahora turbulencias financieras vinculadas a esta ¨²ltima. Afrontamos una policrisis que parece una hidra. Sabemos que su anterior versi¨®n ¡ªla crisis financiera y fiscal empezada en 2008, los efectos colaterales de la globalizaci¨®n y, en Europa, las complejas circunstancias migratorias de 2015¡ª fue ingrediente fundamental de los terremotos pol¨ªticos que se produjeron a partir de 2016, desde Trump al Brexit o al Gobierno Liga/Movimiento Cinco Estrellas en Italia. El malestar fue incubando en la ciudadan¨ªa, golpe¨® a los partidos tradicionales y dio alas a propuestas radicales, cuyos planteamientos pol¨ªticos no resultaron a la postre ser especialmente beneficiosos para la ciudadan¨ªa. La policrisis actual presenta el mismo riesgo: abonar el terreno para futuros populismos. Evitarlo es un emprendimiento de enorme dificultad.
Quienes tem¨ªan ¡ªo deseaban, desde mezquinas posiciones partidistas en plan cuanto peor mejor¡ª un apocalipsis econ¨®mico, se han visto contradichos por resilientes datos de PIB y mercados laborales. Pero quienes han minimizado ¡ªbien desde la honestidad intelectual o desde el partidismo¡ª los problemas profund¨ªsimos de la actual coyuntura probablemente tambi¨¦n se equivocan. Ni la inflaci¨®n era transitoria, como se afirm¨® al principio. Ni se acerca a un estado inofensivo, como se dese¨® al remitir la curva hace unos meses. Ni tampoco la resiliencia de otros datos excluye el da?o grave que hace a millones de ciudadanos europeos la p¨¦rdida de poder adquisitivo, la escalada de las hipotecas variables. La inflaci¨®n es una mala bestia, que desestabiliza el cuerpo en m¨²ltiples sentidos, a veces inesperados. La bolsa de malestar crece.
La pol¨ªtica monetaria restrictiva es una medida cuestionable para afrontar esta cabeza de la hidra, ya que la inflaci¨®n actual no se debe a un shock de demanda, sino m¨¢s bien de oferta. Pero el bando que aboga por la contenci¨®n deber¨ªa contextualmente reconocer sin ambages que, aun as¨ª, el enfriamiento de la econom¨ªa por esa v¨ªa es cuando menos parte necesaria de la soluci¨®n, porque las alternativas no son suficientes por s¨ª solas, ni son muy viables y, en varios casos, tampoco deseables. Los manguerazos de subsidios generalizados han podido atenuar, pero cuestan cifras descomunales, son dif¨ªcilmente sostenibles en el medio plazo en tantos pa¨ªses de Europa muy endeudados y han sido en tantos casos dolorosamente regresivas. Adem¨¢s, apagar el fuego en el sector energ¨¦tico fue relativamente m¨¢s simple con respeto a los problemas en el alimentario. Y mientras la inflaci¨®n siga sostenida, el da?o se va acumulando, especialmente en las clases m¨¢s fr¨¢giles. Hay un inter¨¦s progresista en frenar esa espiral.
La mejor soluci¨®n a todo esto no ser¨¢ ideal, se halla en un lugar rec¨®ndito, es un escurridizo punto de equilibrio. Para alcanzarla, mejor escuchar con mente abierta otros argumentos que gritar con pasi¨®n los propios. Para matar a la hidra de la policrisis que nos acecha ¡ªque va m¨¢s all¨¢ de la inflaci¨®n¡ª har¨¢ falta un H¨¦rcules que acierte en el extraordinario logro de cortarle todas las cabezas a la vez. Esto requerir¨¢, m¨¢s que fuerza, extraordinarias calidades de habilidad, que tendr¨¢n a que ver, a escala paneuropea, mucho m¨¢s con capacidad de construcci¨®n de consenso y ponderaci¨®n que con cruzadas como poseedores de verdades. Si fallamos, lo m¨¢s probable es que habr¨¢ que apechugar en a?os venideros con los hijos pol¨ªticos del monstruo.
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