La banalidad de filtrar mal
Es dif¨ªcil creer la veracidad de las filtraciones sin entender a qui¨¦n benefician. Seguimos subestimando el poder destructivo de la estupidez humana, pese a la evidencia cotidiana y manifiesta de ese principio fundamental
El filtrador no es exactamente un ciudadano corriente enfrentado a fuerzas extraordinarias. No es un Danny Ellsberg, analista de la RAND Corporation, que denuncia las mentiras de la guerra de Vietnam. No es un subdirector del FBI que se cita con periodistas en un garaje de madrugada para destapar el Watergate. Tampoco entrega los documentos en pulcros directorios organizados por tema, como hizo Edward Snowden al llegar a Hong Kong. Ni se los ofrece a un consorcio de cabeceras internacionales para garantizar su publicaci¨®n con independencia de las afiliaciones pol¨ªticas o intereses empresariales, como hizo Julian Assange.
Ni siquiera intenta venderlos (que nosotros sepamos) a un agente secreto ruso o a mercenarios en la deep web. Es un adolescente con acceso a documentos clasificados sobre la primera gran guerra global del siglo que los suelta en un canal de memes para impresionar a sus 20 amigos, que repiten la misma jugada en distintos canales y plataformas hasta que los documentos se viralizan en Twitter y 4Chan. En el ¨ªnterin, varios documentos han sido manipulados y distribuidos en cuentas de Telegram de varios influencers militares rusos. La nueva versi¨®n exagera las estimaciones estadounidenses sobre la cantidad de muertos en la guerra de Ucrania y minimizan la cantidad de tropas rusas asesinadas desde el principio de la invasi¨®n. No sabemos si la versi¨®n original ha sido manipulada para exagerar lo contrario. No sabemos d¨®nde empieza la desinformaci¨®n.
Las declaraciones oficiales disparan el caos. Mientras el Pent¨¢gono investiga las filtraciones, el asesor del jefe de la Oficina del presidente Zelenski denuncia que se trata de ¡°filtraciones virtuales falsas¡± del GRU. El Mosad desmiente que hayan impulsado las protestas contra la reforma judicial de Netanyahu, como revela uno de los documentos clasificados. Los influencers del Kremlin advierten de que se podr¨ªa tratar de una campa?a de desinformaci¨®n para confundir a las tropas rusas. Es dif¨ªcil creer la veracidad de las filtraciones sin entender a qui¨¦n benefician. Seguimos subestimando el poder destructivo de la estupidez humana, pese a la evidencia cotidiana y manifiesta de ese principio fundamental.
Discord era una plataforma de gamers, porque a los jugadores les gusta verse para insultarse mientras se coordinan o se destruyen en las plataformas multijugador online. Durante la pandemia demostr¨® ser perfecta para reclutar fuentes, coordinarse con otras agencias, compartir herramientas de verificaci¨®n de datos, identificaci¨®n de armas y fuentes remotas de informaci¨®n. Por eso es la favorita de una nueva clase de periodismo que combina herramientas de an¨¢lisis, s¨ªntesis, vigilancia y verificaci¨®n hasta ahora supeditada a las grandes agencias de inteligencia con el periodismo ciudadano para ofrecer versiones de los hechos que a menudo contradicen la oficial.
Como Forensic Architecture, que combina pr¨¢cticas de la arquitectura y el an¨¢lisis forense con t¨¦cnicas de simulaci¨®n para recrear escenarios de violaciones de derechos humanos. Y como Bellingcat, la agencia que ha investigado la filtraci¨®n antes de que lo hicieran el Post, el Times o el Departamento de Justicia. All¨ª conviven con otros grupos de investigaci¨®n que buscan pruebas de que la pandemia de covid-19 es una excusa manufacturada para implementar un plan de control poblacional que incluye la implantaci¨®n de chips controlados por antenas de 5G y la digitalizaci¨®n de la divisa. Es en las grietas de ese nuevo periodismo donde crece una nueva clase de filtraci¨®n banal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.