Mosc¨² bajo las bombas
Para los rusos, la guerra ya no es una lejana actuaci¨®n y los avioncillos sin tripulantes que se estrellan contra los rascacielos moscovitas les confirman que Rusia no es invulnerable
No hay comparaci¨®n posible entre la lluvia de misiles, drones y bombas de gravedad que llevan cayendo desde hace 15 meses sobre Ucrania y los escasos artefactos voladores que han alcanzado el Kremlin o han terminado estampados sobre edificios de viviendas en Belgorod o en Mosc¨². Los primeros han matado civiles a mansalva, vaciado pueblos y ciudades, y destrozado escuelas, hospitales, teatros y viviendas, hasta convertir urbes enteras en campos de ruinas. Los segundos apenas han rozado un pu?ado de edificios sin hacer v¨ªctimas, pero han sido calificados como ataques terroristas por Vlad¨ªmir Putin, un l¨ªder duro y cruel pero de piel muy fina.
Aunque los antia¨¦reos ucranios son cada vez m¨¢s eficaces y limitan las v¨ªctimas civiles, estos bombardeos obligan a concentrar los esfuerzos defensivos en el interior del pa¨ªs en detrimento del frente. El Kremlin quiere desgastar la resistencia moral de la poblaci¨®n y a la vez debilitar las defensas ucranias ante la inminente ofensiva terrestre. Unos objetivos sim¨¦tricos buscan los ataques con drones a las ciudades rusas y la acci¨®n de los saboteadores que siguen infiltr¨¢ndose, aunque el Gobierno de Kiev eluda el reconocimiento de su autor¨ªa.
En los hechos, la ofensiva ya ha empezado en ambas retaguardias, y la novedad es el impacto directo sobre la poblaci¨®n rusa. La guerra ya no es una lejana actuaci¨®n de polic¨ªa en un territorio remoto y exterior. Esos avioncillos sin tripulantes que se estrellan contra los rascacielos moscovitas son portadores de algunos mensajes. Mosc¨² no es invulnerable. No lo son sus barrios m¨¢s acomodados. Los ucranios tienen derecho a defenderse con ataques al territorio desde donde se les bombardea. Es todas una inyecci¨®n de moral para los ucranios y de desaliento para los rusos.
Han tardado estas acciones detr¨¢s de las l¨ªneas del frente. Rusia, a diferencia de Ucrania, es una potencia nuclear. El arma at¨®mica en sus manos ha sido un valioso instrumento de amenaza y disuasi¨®n para delimitar el per¨ªmetro de su intervenci¨®n, alejar a los amigos de Kiev del escenario b¨¦lico y se?alar el peligro de una escalada que tiene como ¨²ltimo pelda?o la detonaci¨®n nuclear. Gracias a esta asimetr¨ªa se ha ralentizado el env¨ªo de armas de los aliados. Estos han exigido adem¨¢s su limitaci¨®n a fines defensivos y prohibido que alcanzaran directamente a territorio ruso. El uso desgasta cualquier arma. Tambi¨¦n sucede con la disuasi¨®n, que es pura psicolog¨ªa. As¨ª se ha ido desvaneciendo el temor inicial, hasta relajar los m¨¢rgenes de actuaci¨®n detr¨¢s de las l¨ªneas rusas y la envergadura del armamento suministrado a Kiev, desde los lanzamisiles port¨¢tiles del principio hasta los aviones F-16 que recibir¨¢ muy pronto.
Nadie quer¨ªa en Occidente la escalada, pero lentamente se ha ido incrementando el peso y el valor de la ayuda, actualmente con capacidades ofensivas que desbordan ampliamente los tab¨²es iniciales. Se ha alejado el espectro nuclear, pero mientras exista el actual arsenal y alguien como Putin tenga el poder para utilizarlo ser¨ªa una imprudencia darlo por desaparecido.
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