Los lugares comunes de los ochenta
Se recuerdan aquellos a?os como una ¨¦poca fr¨ªvola y hedonista, pero se hicieron un mont¨®n de cosas que transformaron Espa?a
Es habitual referirse a los ochenta del pasado siglo con el t¨®pico de unos a?os de hedonismo y frivolidad, de desmadre, de excesos. As¨ª que hay quienes tuercen la nariz y pasan p¨¢gina como si se tratara de una d¨¦cada perdida. No se debi¨® hacer lo suficiente ¡ªno se sabe bien exactamente qu¨¦ y para qu¨¦¡ª, pero aquel tiempo transmite un aire de banalidad y de desparpajo que no se ajusta a la ¨¦pica del compromiso y las grandes causas que tantas pasiones levanta. Los socialistas llegaron al poder en Espa?a en 1982, y eso s¨ª que produjo cierto entusiasmo, pero hubo quienes mov¨ªan el dedo ¨ªndice con un moh¨ªn de desprecio ¡ªincluso desde antes¡ª para decir ¡°no es esto, no es esto¡±, un poco a la manera de Ortega cuando se quejaba de la Rep¨²blica. Se confirm¨® por entonces, y ya sin vuelta de hoja, que la democracia no era heroica, que no produc¨ªa desgarros ni convocaba a unos cuantos j¨®venes aut¨¦nticos en torno a una guitarra para cantar ¡°Cierra la muralla¡± (por ejemplo). La democracia ten¨ªa que ver, m¨¢s bien, con abrir las puertas a todos, y tocaba convivir incluso con quienes no nos gustaban: la batalla de las ideas y los programas se dirim¨ªa en unas urnas. No hac¨ªa falta levantar muros.
De hecho, cuando los ochenta se iban acabando se desmoron¨® uno de los m¨¢s ignominiosos, el Muro de Berl¨ªn. Algo tuvo que ir construy¨¦ndose durante aquellos a?os para que hubiera al otro lado del tel¨®n de acero tanta gente que quisiera acabar de una vez con la asfixia de la falta de libertades y la inc¨®moda sensaci¨®n de que el partido, el ¨²nico partido, te siguiera los pasos a todas partes y te soplara en el cogote. En Madrid, en el Ayuntamiento de Madrid y la Comunidad de Madrid ¡ªque se cre¨® al principio de la d¨¦cada¡ª tambi¨¦n gobernaron en los ochenta los socialistas. S¨ª, aunque hoy parezca incre¨ªble, ocurri¨®. Y surgi¨®, en circuitos un tanto marginales, la nueva ola madrile?a, a la manera de la new wave brit¨¢nica. Puestos a elegir, casi mejor quedarse con aquella tropa que sintonizaba con The Clash, Elvis Costello o The Durruti Column que con aquellos rostros severos que maldec¨ªan contra la democracia porque no les hab¨ªa tra¨ªdo la utop¨ªa del para¨ªso ni el perd¨®n de los pecados.
Una exposici¨®n en la Fundaci¨®n Canal, en el programa de PHotoEspa?a, recuerda aquella ¨¦poca. En Madrid: cr¨®nica creativa de los 80 se han reunido m¨¢s de 300 objetos para reconstruir lo que suced¨ªa durante ese tiempo en la capital de un pa¨ªs que iba transform¨¢ndose poco a poco. Lo que transmiten esas fotograf¨ªas, p¨¢ginas de c¨®mics, carteles, portadas de discos, cubiertas de libros, joyas o im¨¢genes de televisi¨®n es algo tan simple como las ganas de hacer cosas. No hay que ir mucho m¨¢s lejos, ni llenarse la boca de palabras altisonantes. La nostalgia tampoco es recomendable, hay cosas que se hicieron entonces que han envejecido mal. Es irrelevante: hubo energ¨ªa de sobra, imaginaci¨®n, un poco de descaro, sentido del humor. Y ocurrieron un mont¨®n de desgracias, como siempre: el sida, demasiada hero¨ªna, el terrorismo de ETA, etc¨¦tera.
El clich¨¦ del disparate y la idea de hacer cosas. Basta fijarse en lo que se puso en marcha: el ingreso en la Comunidad Econ¨®mica Europea, la ley de interrupci¨®n del embarazo, la discutida entrada en la OTAN, por poner solo algunos ejemplos. Todo eso cambi¨® profundamente este pa¨ªs. Y, encima, se divert¨ªan.
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