La noche en que conoc¨ª a Silvio
No era a¨²n el presidente Berlusconi, pero ya hab¨ªa conseguido dinamitar la cultura popular en Italia; ahora, se dispon¨ªa a hacerlo con alegr¨ªa en Espa?a
Haber tenido tantas vidas, sobre todo laborales, crea una especie de extra?amiento hacia la propia biograf¨ªa. Me veo, por ejemplo, como si no fuera yo, una noche de invierno de 1991 en el piso 25 de la Torre Picasso. Soy esa joven guionista que escribe en una redacci¨®n solitaria de la reci¨¦n estrenada Tele5. Desde esta sala fantasmal, iluminada solo por mi flexo, domino la ciudad y en mi imaginaci¨®n peliculera eso me hace protagonista de una serie en la que una joven guionista se ha quedado ultimando las correcciones que el s¨²per jefe ha dictado. Escribe sketches para humoristas en programas donde, como cortinilla de separaci¨®n, salen de vez en cuando chicas semidesnudas haciendo un bailecito. El jefe, que se llama Valerio, ha estado hoy francamente cabreado en la reuni¨®n. Ha mirado por encima los guiones y con un gesto de desaprobaci¨®n ha hecho sugerencias que no hemos entendido, pero no importa porque nunca entendemos nada, somos extraterrestres en este nuevo universo, venimos de la progre Radio 3 y desde que pisamos el reino de la excentricidad no hemos salido de nuestro asombro. A la hora del almuerzo nos hemos re¨ªdo con ganas porque Valerio, con su acento rumano y su gestualidad italiana, ha perdido la paciencia con el realizador: ?para qu¨¦ co?o se trae ¨¦l chicas desde Italia si luego no les enfocan el culo? Lo sorprendente es que cada semana las chicas viajen desde Mil¨¢n, porque culos, lo que se dice culos, hay en todas partes. Brotan como setas en Alcorc¨®n, en M¨®stoles, en Villaverde Alto, pero los jefes quieren culos y tetas originarios de la tierra de Dios. Dios es Berlusconi y este circo permanente es creaci¨®n suya. Los d¨ªas que hay grabaci¨®n nos vamos a los estudios y paseamos por los plat¨®s entre mamachichos, cacaos maravillaos, o la magn¨ªfica S¨²per Ramba, que lleva el cintur¨®n con balas entre las tetas; en ocasiones, por las prisas, ha venido vestida o desvestida desde el aeropuerto. Valerio, profeta de Berlusconi, ha abierto los brazos a nuevos humoristas, tambi¨¦n a otros que deb¨ªan de andar por las ferias o casi retirados. Para ellos escribimos nosotros, estos defenestrados de la radio p¨²blica, unos chistes facilones, ordinarios, pero da igual, porque nadie se aprende el texto. Trato de imaginarme que vivo dentro de una pel¨ªcula de Fellini o que alg¨²n d¨ªa escribir¨¦ la historia de la guionista que inventa chistes malos para artistas que no se los aprenden.
Se me ocurri¨® decirle a mi padre cu¨¢nto me pagaban por escribir chistes y para mi disgusto se lo anda charlando a todo el mundo. Para mi padre, el chiste indiscutible en esta historia es que obtenga tan ping¨¹es beneficios por algo que no es lo que se dice un trabajo. Pone la tele y me pregunta, ¡°?esto que dice este t¨ªo lo has escrito t¨²?¡±. Yo a nadie le digo para qu¨¦ programas escribo: firmamos en grupo y con seud¨®nimo. Los jefes nos llaman guionistas y nos tratan como a idiotas, es muy compatible. Todo est¨¢ envuelto en un halo de frenes¨ª, como si esparcieran coca¨ªna por los pasillos y las grabaciones acabaran con fiestas bunga-bunga a las que nosotros nunca estamos invitados. La gente ajena a este perturbado universo me pregunta c¨®mo es vivir en un nuevo planeta. Sienten curiosidad porque est¨¢n estupefactos ante lo que ven. Lo que ven es lo nunca visto, una mezcla extra?a de programa loco infantil y otro para mentes calentorras.
Aquella noche, para mi sorpresa, Valerio sali¨® de su despacho para decirme, ven, que quiero presentarte a alguien. Le segu¨ª y as¨ª fue c¨®mo me present¨® a Silvio, uno de esos conquistadores de dientes blanqu¨ªsimos que quieren aparentar m¨¢s estatura y acaban desarrollando un pecho palomo. No era a¨²n el presidente Berlusconi, pero ya hab¨ªa conseguido dinamitar la cultura popular en Italia; ahora, se dispon¨ªa a hacerlo con alegr¨ªa en Espa?a. Ya conocen el fin de esta historia: lo que parec¨ªa imposible de normalizar acab¨® siendo el pan de cada d¨ªa.
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