Sardinas
Tumbados en la arena bajo el cielo estrellado la noche de San Juan estaba hecha para no pensar en nada, salvo en el sonido del acorde¨®n que te llevaba a un espacio feliz de la memoria
Durante miles de millones de a?os, antes de que hubiera vida en la tierra, tambi¨¦n llegaba puntualmente el solsticio de verano y el oleaje romp¨ªa en esta playa con un sonido acompasado, solo que esta vez a esa rueda infinita del tiempo se hab¨ªa sumado un acorde¨®n que tocaba un vals en la oscuridad. En la noche de San Juan las llamas iluminaban las siluetas de unos j¨®venes tumbados en la arena alrededor de la hoguera y mientras se asaban las sardinas los j¨®venes hablaban de sus cosas generalmente anodinas con risas que no se deb¨ªan a nada, sino a la dulzura que a veces adopta la naturaleza. Uno recordaba aquellas noches de verano de la ni?ez cuando hab¨ªa todav¨ªa luci¨¦rnagas en los setos del jard¨ªn y en los charcos croaban las ranas. Otro trataba de elevar su pensamiento hacia las estrellas. Ten¨ªa alg¨²n conocimiento de astronom¨ªa y con el dedo se?alaba a los amigos el planeta J¨²piter con el collar de sat¨¦lites, el carro de la Osa Menor con la Polar, el Tri¨¢ngulo de Verano que formaban las estrellas Vega, Deneb y Altair, las constelaciones del Cisne y la Casiopea. Alguien le dec¨ªa que dejara en paz a las estrellas porque ahora lo m¨¢s importante era que el espeto de las sardinas estuviera bien asado. En la noche de San Juan hab¨ªa muchas hogueras en aquella playa y los ni?os las saltaban a trav¨¦s del fuego y excitados por el resplandor gritaban sin saber que sus gritos obedec¨ªan a un placer que todav¨ªa no reconoc¨ªan; hab¨ªa adolescentes que dentro de un mar oscuro se amaban por primera vez y viejos que recordaban los amores perdidos. Tumbados en la arena bajo el cielo estrellado la noche de San Juan estaba hecha para no pensar en nada, salvo en el sonido del acorde¨®n que te llevaba a un espacio feliz de la memoria. Tal vez la felicidad era esa brisa de sal que llegaba hasta el fondo del alma o el anuncio de que a cada uno le tocaban seis sardinas por barba.
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