Los tediosos cart¨®grafos del poder
Hay dos clases de personas ambiciosas en el mundo: los que quieren ser los mejores y los que buscan el poder. Unos me resultan fascinantes y los otros me aburren hasta la desesperaci¨®n
Hay dos clases de personas ambiciosas en el mundo: los que quieren ser los mejores y los que buscan el poder. Me intriga la gente que no sabe distinguirlos porque a m¨ª me sale sin esfuerzo. Unos me resultan fascinantes y los otros me aburren hasta la desesperaci¨®n. Los primeros saben mucho y suelen buscar la compa?¨ªa de personas que los pongan en valor. Prefieren especialistas capaces de entender las sutilezas de la disciplina, pero a menudo se conforman con civiles curiosos dispuestos a escuchar sin interrumpir. Yo vivo feliz en esa categor¨ªa. Mis fiestas favoritas est¨¢n llenas de gente debatiendo sobre interfaces de audio, microbios intestinales, modelos telesc¨®picos o infraestructuras hiperb¨¢ricas para buceadores de saturaci¨®n.
Los ambiciosos de poder son distintos. Su inter¨¦s en otras personas est¨¢ determinado por su proximidad al objeto de su deseo. ¡°El poder es como los bienes ra¨ªces ¨Ddec¨ªa Frank Underwood en House of Cards¨D ubicaci¨®n, ubicaci¨®n, ubicaci¨®n¡±. El ajedrez es su met¨¢fora favorita. Hablan sin sonrojo de comer peones, despejar torres y cortejar reinas con la esperanza de convertirse en caballos o alfiles en un mapa que actualizan constantemente en tiempo real. Nada me aterra m¨¢s que encontrarme con esa clase de persona en una fiesta. Son los tediosos cart¨®grafos del poder.
Espa?a entera asisti¨® estupefacta al despliegue de uno de sus ejemplares m¨¢s puros cuando Iv¨¢n Redondo apareci¨® en un programa de televisi¨®n con dos piezas en el bolsillo y dijo que el presidente era la reina y servidor su pe¨®n. Nadie entendi¨® c¨®mo una criatura tan pomposa hab¨ªa sido capaz de acercarse tanto a la cumbre. Eso es porque entonces casi nadie hablaba su lenguaje cartogr¨¢fico. Ahora la cartograf¨ªa ha sustituido al debate pol¨ªtico y ha infectado todos los rincones de la vida social. Hay cart¨®grafos por todas partes. Est¨¢n arruinando mi vida social.
Antes era f¨¢cil librarse de ellos. Su prueba de corte era preguntar a qu¨¦ te dedicas y bastaba con suspender su evaluaci¨®n. Su tiempo, dios les bendiga, es demasiado precioso para perderlo hablando con alguien que no les sirva para avanzar sus objetivos. Desgraciadamente, las redes sociales acabaron con ese recurso. Ahora te arrinconan en cenas, congresos y conciertos, fiestas de cumplea?os y aniversarios de empresa sin creerse que seas dentista, ginec¨®loga o aprendiz de sumiller. Entonces te someten a su ¨²nico tema de conversaci¨®n: ubicaci¨®n, ubicaci¨®n, ubicaci¨®n.
Es un juego de suma cero: t¨² trabajas en el mismo edificio, pero yo almuerzo con su mujer. T¨² tienes su tel¨¦fono, pero yo estoy en su grupo de Telegram. T¨² fuiste al colegio con su sobrino, pero yo le escuch¨¦ contar esta graciosa an¨¦cdota sobre la Guerra Civil. Sospecho que es as¨ª como acaban los penes m¨¢s famosos en Instagram y los planes militares en Ucrania en un canal de Minecraft en Discord. La guerra de posicionamiento s¨®lo se acaba cuando se consolidan posiciones y no entra al trapo m¨¢s gente.
Los cart¨®grafos piensan que todo el mundo es cart¨®grafo y que, si no compites con ellos, es porque no puedes. Intenta no corregir esa feliz impresi¨®n. Como dec¨ªa Margaret Thatcher, tener poder es como ser una dama; si tienes que decirle a la gente que lo eres, entonces es que no.
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