Coches contra los progres
La izquierda ha hecho bandera municipal de la cochefobia. Como reacci¨®n, la derecha ha abrazado los coches y amenaza con meterlos hasta la cocina
Entre mis muchos defectos se cuenta que me gusta conducir. Racionalizo lo insostenible que es poseer un cacharro molesto, contaminante y acaparador de espacio en las v¨ªas p¨²blicas dici¨¦ndome que lo necesito y que mi vida ser¨ªa imposible sin ¨¦l, pero la verdad sin trampantojos es que disfruto haci¨¦ndole kil¨®metros. No solo doy por buenas todas las incomodidades que conlleva, sino que asumo mi paradoja, pues me disgustan los coches por las ciudades tanto como me gusta conducirlos. Soy un peatonalizador radical. Si de m¨ª dependiera, peatonalizar¨ªa hasta los parkings. Aplaudo todas las pol¨ªticas urbanas contra los coches, aunque me afecten de lleno: vivo en el centro de una ciudad con restricciones, en un edificio antiguo, sin garaje y sin posibilidad de aparcar o de parar cerca. Mi vicio de conducir me sale caro en dinero y en molestias, pero lo pago con gusto, y estoy dispuesto a pagar m¨¢s a cambio de no tener monstruos con ruedas en mi calle.
Por eso no entiendo que se ideologicen estas cuestiones. La izquierda ha hecho bandera municipal de la cochefobia. Como reacci¨®n, la derecha ha abrazado los coches y amenaza con meterlos hasta la cocina, ahora que gobierna casi todas las capitales. Hacer casus belli de una tendencia urban¨ªstica consolidada y consecuente con los valores humanistas y ecologistas que deben imperar en nuestra pobre Europa es rid¨ªculo.
Se da la iron¨ªa, adem¨¢s, de que la peatonalizaci¨®n suele beneficiar a los barrios de rentas altas que votan mayoritariamente por partidos procoches, mientras perjudica a las clases populares que viven en periferias con transportes p¨²blicos penosos y dependen de un auto para sus largos desplazamientos diarios. Entender¨ªa una cr¨ªtica de izquierdas a la peatonalizaci¨®n, por castigar a los trabajadores, imponi¨¦ndoles peajes y complicando a¨²n m¨¢s sus muy complejas vidas. De hecho, esa cr¨ªtica existe, aunque apenas se escucha: C¨¦sar Rendueles ha escrito algo al respecto, denunciando que el urbanismo ecofriendly est¨¢ al servicio de esnobs que no saben lo que es parar la furgoneta en carga y descarga a las seis de la ma?ana. Pero una cr¨ªtica de derechas es profundamente est¨²pida. Pocos personajes contempor¨¢neos hay m¨¢s borregos que el comerciante que protesta porque peatonalizan la calle donde luce su escaparate.
Si mi oponente dice arre, yo digo so. Aqu¨ª ¡ªlo hemos visto en la constituci¨®n de las nuevas asambleas auton¨®micas y ayuntamientos¡ª se habla el lenguaje del tr¨¢gala, la demolici¨®n de la obra del otro solo porque es del otro. ?No quer¨ªais menos coches, malditos progres? Pues los vais a tener hasta por las aceras. Y as¨ª, con todo.
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