Mirada de Anaut
Es de no creerse la imperdonable sorpresa con la que se va de este mundo un periodista de la vieja guardia creador del Festival E?e y de PhotoEspa?a y director de la revista ¡®Matador¡¯
Es de no creerse, dir¨ªa como madrile?ismo en zarzuela lacrimosa con solo recorrer con la vista al vuelo la vida en obras de Alberto Anaut, porque es de no creerse que un periodista de la vieja guardia (nubes de humo en la redacci¨®n flotando sobre una sinfon¨ªa de teclas de m¨¢quina de escribir y adrenalina de todos los tiempos), mucho m¨¢s que plumilla due?o de prosa pura y puntual que lleg¨® a subdirector de este diario EL PA?S; luego incansable promotor cultural, empresario de las artes, fundador y director de La F¨¢brica (editorial, escuela, librer¨ªa y en un tiempo restaurante con un chef de caballero andante), creador e impulsor del Festival E?e y de PhotoEspa?a y director de la revista Matador, edici¨®n anual editada desde 1995, dedicando cada n¨²mero y a?o a una sola letra, por lo que habiendo afirmado que todo eso se acabar¨ªa al llegar a la Z (publicada a principios de este 2023) enmarca, sin embargo, la imperdonable sorpresa con la que se va de este mundo ese Anaut inc¨®lume, Alberto entra?able, A.A. de humor a la mano y voz ligeramente rasposa que iniciaba su sonrisa la filo de sus gafas.
Mirada de Anaut al filo de las gafas en el sutil chascarrillo donde intent¨® convencerme de que los comentaristas de televisi¨®n y conductores de telediarios solo llevaban ropa de la cintura para arriba, dejando gayumbos o panties fuera de cuadro (cosa que luego se impuso con tanto zoom durante el confinamiento) y mirada de Anaut al contemplar sobre un muro en medio del Jard¨ªn Bot¨¢nico la inmensa fotograf¨ªa de un mont¨®n de llantas en llamas o las hojas de contacto que miraba con cuentah¨ªlos, portando una austriaca sin solapas con la elegancia serena que part¨ªa precisamente al filo de sus gafas y el brote leve de sus canas y de nuevo la sonrisa al aquilatar una buena sobremesa donde una figura del toreo recrea en el vac¨ªo la eternidad ef¨ªmera que se envuelve en una larga cordobesa o bien, la sonrisa de brazos cruzados al hilar todos los libros posibles en conversaci¨®n de bibliotecarios con Antonio Mu?oz Molina al filo de los estantes del Club Matador, tambi¨¦n hogar de su fundaci¨®n y aliento a la usanza de alg¨²n ensue?o londinense con sillones de cuero y sal¨®n fumador, restaurante de post¨ªn, espejos para charlas y toda la m¨²sica posible, pero abierto a la libertad del nuevo siglo como prado interminable a la conversaci¨®n en concordia y la reuni¨®n de todas las diferencias.
Que no se puede creer que el alma de periodista y el ¨¢nimo incansable de empresario cultural resultase en extraordinario constructor de puentes entre todas o casi todas las instituciones culturales de Espa?a, sus museos y sus diversos divanes, telones y corredores o laberintos con esa mirada de Anaut con la que hablaba de la nieve en Segovia, un paisaje de Italia o el recuerdo delirante de la FIL de Guadalajara¡ porque su generosidad procur¨® no pocas cenas o comidas de ¨®rdago y palabras sabias de aliento e impulso para la m¨²sica de mis hijos o mis propios p¨¢rrafos. Su mirada sobre Ronda vestida de Goya, al filo de un poema de Rilke y la noche en que un taxista nos aconsej¨® alejarnos de los restaurantitos de ¡°platito negro¡± y procurar mejor las tascas de anta?o donde sirven ¡°raciones de verdad¡±.
Debo a Alberto Anaut haber llegado a director durante los primeros cinco n¨²meros del exquisito peri¨®dico Minotauro que ¨¦l mismo fund¨® para la Pe?a Anto?ete del Club Matador y Antonio Pradel ¡ªsu actual director¡ª puede corroborar que la mirada de Anaut no solo alentaba cada aroma que desprende ese peri¨®dico de gran formato y prosas profundas, sino que adem¨¢s fue siempre figura del toreo en el dise?o y confecci¨®n, tipograf¨ªa e ilustraciones de cada uno de sus n¨²meros que hoy mismo se alzan como palomas al vuelo. Por lo mismo, le debo amistades entra?ables en esa pe?a variada de ilusionistas y en particular haberme contagiado la amistad del gran Eduardo Arroyo, con quien ahora ver¨¢ boxeo del pret¨¦rito intemporal y carteles so?ados del toreo eterno.
Que es de no creerse que la mirada de Anaut se haya apagado llevando tanta vida en las pupilas y tanto de tanto bajo los p¨¢rpados: sue?os y proyectos, planes y programas, p¨¢ginas y p¨¢ginas¡ pensamiento paseante y amor hasta las cachas. Porque lo vi andando siempre de la mano de su Carmen e incluso de lejos, como reci¨¦n ennoviados, en una feria de pueblo donde las luces giraban de felicidad imparable. Mira Carmen, que intento abrazarte porque es de no creerse la honrosa valent¨ªa con la que Alberto llev¨® en secreto la larga enfermedad que muchos desconoc¨ªamos; mira Carmen, que hay una sombra indeleble cada vez que caminemos por este Madrid tan de mirada de Anaut, de empedrados de siglos y c¨²pulas en pico, palacetes resucitados y edificios de ingenio. Parece incre¨ªble, pero con el empe?o de tant¨ªsimos artistas, editores, libreros, dise?adores, arquitectos, fot¨®grafos, estudiantes, toreros, poetas, pintores y visitantes¡ con el empe?o de tantos que le quedamos en deuda por tanta buena obra y ocurrencia su af¨¢n pervive ya para siempre¡ aunque a m¨ª la mirada se me llena de l¨¢grimas.
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