24-J: el pa¨ªs que venci¨® al desierto
El nuevo Gobierno que salga de las urnas necesita normalizar las pol¨ªticas medioambientales a gran escala y construir la infraestructura social necesaria para impulsar un cambio de ¨¦poca
Alguien me cont¨® que, a finales del siglo XIX, en algunas facultades de F¨ªsica de Alemania, solo se aceptaban tesis doctorales relacionadas con el problema del cuerpo negro. Se pensaba que la mec¨¢nica cl¨¢sica estaba b¨¢sicamente completa y todas las energ¨ªas investigadoras deb¨ªan centrarse en resolver ese ¨²ltimo enigma incordioso, pero menor. La iron¨ªa es que la b¨²squeda de una soluci¨®n al problema del cuerpo negro llev¨® al desarrollo de la f¨ªsica cu¨¢ntica, tal vez la mayor revoluci¨®n cient¨ªfica desde Galileo.
Nuestro problema del cuerpo negro pol¨ªtico es la crisis ecol¨®gica. El Gobierno que salga elegido el 23-J puede pensar que es injusto que le corresponda afrontar semejante reto hist¨®rico. No le faltar¨ªa raz¨®n: si las grandes potencias mundiales hubieran decidido iniciar la transici¨®n energ¨¦tica hace 40 a?os, cuando ya se dispon¨ªa de toda la informaci¨®n necesaria para comprender la naturaleza del cambio clim¨¢tico, la tarea podr¨ªa haber sido mucho m¨¢s gradual. Pero la realidad hoy es que toda pol¨ªtica p¨²blica, incluyendo la inacci¨®n o el retardismo, es pol¨ªtica clim¨¢tica urgente: sencillamente, no hay alternativa.
Se suele decir acerca del calentamiento global que cada d¨¦cima de grado importa, y lo mismo ocurre con el tiempo: cada mes cuenta. Las decisiones medioambientales que tomemos o dejemos de tomar en los pr¨®ximos cuatro a?os determinar¨¢n en qu¨¦ se convertir¨¢ nuestro pa¨ªs en un futuro relativamente corto. La cuesti¨®n que est¨¢ en juego no es solo si hacemos la parte que nos toca en la reducci¨®n global de gases de efecto invernadero, sino tambi¨¦n c¨®mo nos preparamos para una amenaza decisiva. En el sur de Europa vivimos en primera l¨ªnea del frente clim¨¢tico. Podemos ser el pa¨ªs que venci¨® al desierto, la vanguardia de un cambio civilizatorio. O quintacolumnistas de la cat¨¢strofe, con Dub¨¢i como modelo aspiracional de pa¨ªs.
El Gobierno que salga del 23-J necesita, desde luego, normalizar las pol¨ªticas medioambientales a gran escala. Pol¨ªticas p¨²blicas valientes, capaces de ofrecer seguridad frente a la crisis ecol¨®gica. Entre otras muchas cosas, tenemos que introducir la contabilidad verde en nuestras cuentas nacionales, convertir el confort clim¨¢tico y la protecci¨®n frente a los episodios clim¨¢ticos extremos en derechos sociales b¨¢sicos, impulsar una descarbonizaci¨®n r¨¢pida del transporte, afrontar las tensiones h¨ªdricas relacionadas con la agricultura de regad¨ªo, desarrollar un plan de reciclaje de minerales cr¨ªticos, luchar contra la obsolescencia programada¡
La lista de tareas medioambientales apremiantes es desalentadoramente larga. Pero, adem¨¢s ¡ªtal vez, sobre todo¡ª, necesitamos pensar c¨®mo las pol¨ªticas p¨²blicas amplias y, en apariencia, no directamente relacionadas con el medioambiente encajan en un escenario de cambio y adaptaci¨®n ecol¨®gica. En los pr¨®ximos a?os, las iniciativas verdes tienen que dejar de ser ese asunto del que se ocupan un pu?ado de activistas y eluden como la peste los partidos mayoritarios para convertirse en el entramado institucional de las intervenciones p¨²blicas y de las relaciones de mercado. Tenemos que construir la infraestructura social necesaria para impulsar un cambio de ¨¦poca.
El mejor ejemplo seguramente es la reducci¨®n de la jornada de trabajo. Los motivos que se suelen presentar para defender una semana laboral de 32 horas tienen que ver con los derechos de los trabajadores. Y son razones robustas. La jornada laboral ha variado muy poco en el ¨²ltimo siglo, a pesar de que la productividad se ha disparado durante ese periodo. La reducci¨®n de las jornadas laborales tiene ventajas evidentes para los trabajadores relacionadas con las oportunidades de conciliaci¨®n, la mejora de la salud f¨ªsica y mental y, en general, la ganancia en autonom¨ªa que supone disponer de m¨¢s tiempo libre. Pero, adem¨¢s, los estudios emp¨ªricos muestran que la reducci¨®n de la jornada laboral impulsa un estilo de vida y un tipo de ocio m¨¢s sostenible, basado en actividades relacionadas con el cuidado de la vida y el desarrollo personal, y mucho menos centrado en el consumo de alto impacto medioambiental.
Un segundo campo de batalla indirecta pero crucialmente relacionado con la transici¨®n ecol¨®gica es la reducci¨®n de la desigualdad y la defensa del derecho a la subsistencia. Un proceso de adaptaci¨®n ecol¨®gica conlleva cambios profundos en las formas de vida, molestias, sacrificios y riesgos. Los m¨¢s ricos deber¨ªan asumir una parte mucho mayor de esos costes, en la medida en que su contribuci¨®n al deterioro medioambiental tambi¨¦n lo es. Pero se trata de un proceso que, en menor o mayor medida, nos afectar¨¢ a todos. Es muy dif¨ªcil que ese tipo de cambios prospere sin el soporte de un sistema eficaz de garant¨ªas sociales que universalice la seguridad material y no deje a nadie atr¨¢s. Una sociedad igualitaria es una sociedad m¨¢s cohesionada, capaz de asumir sacrificios colectivos sin caer en una competici¨®n de agravios. Es una cuesti¨®n pragm¨¢tica, no s¨®lo moral. Por ejemplo, la gente ahogada por los alquileres abusivos y las hipotecas usurarias suele ser poco receptiva a los planes p¨²blicos de inversi¨®n en rehabilitaci¨®n y climatizaci¨®n verde de los hogares pues considera, no sin raz¨®n, que hay otras prioridades m¨¢s urgentes.
Nuestro pa¨ªs sali¨® de la Transici¨®n a la democracia primero y, despu¨¦s, de la Gran Recesi¨®n de 2008 sin afrontar el reto de un cambio de modelo econ¨®mico. La transici¨®n ecol¨®gica es nuestra tercera y tal vez ¨²ltima oportunidad de desarrollar un modelo productivo s¨®lido que nos proporcione soberan¨ªa y nos haga menos dependientes de la especulaci¨®n inmobiliaria y financiera y el turismo. En los ¨²ltimos a?os, Espa?a ha avanzado mucho en la producci¨®n de energ¨ªa renovable y, con el impulso p¨²blico adecuado, podemos convertirnos en la gran potencia energ¨¦tica del sur de Europa. La ventaja competitiva de la energ¨ªa barata puede ser la base de un plan de reindustrializaci¨®n verde que cree cientos de miles de empleos de calidad altamente cualificados e impulse la investigaci¨®n y la inversi¨®n en sectores cr¨ªticos de la transici¨®n ecol¨®gica.
En ning¨²n momento a lo largo de estas l¨ªneas he presupuesto que el 23-J se vaya a imponer el bloque progresista. Si fuera el caso, desde luego, el Gobierno tendr¨ªa muchas tareas adicionales, algunas realmente apremiantes, relacionadas con los derechos civiles, la redistribuci¨®n econ¨®mica, la nacionalizaci¨®n de sectores econ¨®micos cr¨ªticos, la salud, la democratizaci¨®n de las instituciones p¨²blicas... He escogido deliberadamente una serie de medidas ambiciosas pero que no considero especialmente de izquierdas y mucho menos anticapitalistas. Se trata de pol¨ªticas perfectamente asumibles por un Gobierno de derechas responsable y no negacionista, que reconozca tanto la amenaza del cambio clim¨¢tico como la crisis del modelo econ¨®mico y social neoliberal. Todas pueden ser desarrolladas desde una perspectiva conservadora en el contexto de una econom¨ªa de mercado. De hecho, algunas de ellas est¨¢n relacionadas con asuntos de los que se ha ocupado preferentemente la derecha pol¨ªtica, como es la seguridad nacional.
Claro que, por otro lado, en nuestro pa¨ªs la idea de una derecha responsable se ha convertido en una fantas¨ªa escapista. El desaf¨ªo ecol¨®gico interpela a una izquierda que necesita asumir la urgencia inaplazable de la transici¨®n medioambiental. Pero, sobre todo, retrata mejor que ning¨²n otro problema social a un bloque pol¨ªtico de derechas que ni siquiera es capaz de encarnar sus propios valores. Ser una persona conservadora preocupada por la iniciativa individual, el patriotismo o el gasto p¨²blico responsable, no te deber¨ªa condenar a apoyar proyectos electorales nihilistas firmemente comprometidos con la destrucci¨®n de la civilizaci¨®n y la transformaci¨®n de nuestro pa¨ªs en un desierto inhabitable.
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