¡®Homoginia¡¯
El virus de la homofobia ha acabado multiplic¨¢ndose y calando en el discurso de muchos pol¨ªticos y de la ciudadan¨ªa que los vota. El resultado es una nueva realidad
A nuevas realidades, nuevos t¨¦rminos que las definan. El t¨¦rmino homofobia se antoja ya demasiado modesto para describir situaciones que se repiten y multiplican dentro y fuera de nuestras fronteras. Lo que estamos sufriendo no es una ¡°aversi¨®n hacia los homosexuales, tanto masculinos como femeninos¡±, seg¨²n la propuesta del Diccionario panhisp¨¢nico de dudas, sino puro y duro odio. El virus de la homofobia, del que hablaba hace unos meses, ha acabado multiplic¨¢ndose y calando en el discurso de muchos pol¨ªticos y de la ciudadan¨ªa que los vota. El resultado es una nueva realidad: la homoginia.
?Qui¨¦nes son hom¨®ginas? Aquellas personas que, con independencia de, por ejemplo, su sexo, credo, ideolog¨ªa, origen, profesi¨®n o afici¨®n traspasan la l¨ªnea de los derechos humanos y odian a quienes no nos identificamos como heterosexuales. La aversi¨®n es un rechazo o una repugnancia que puede emplazarse en una esfera ¨ªntima. El odio la trasciende y se fortalece en la p¨²blica. El odio se practica con chistes que se r¨ªen, con insultos que hieren o con palos que matan. Del humorista al asesino, todos son hom¨®ginos.
Las personas hom¨®ginas tambi¨¦n se definen por su voto pol¨ªtico: as¨ª, votando a partidos que, en su d¨ªa a d¨ªa, olvidan o erosionan los derechos individuales y colectivos, no solo de lesbianas, gais, bisexuales y trans, sino, por supuesto, tambi¨¦n de tantas otras multitudes minoritarias en raz¨®n de etnia, documentaci¨®n o finanzas. Resulta obvio constatar que Vox y el Partido Popular son grupos no solo homof¨®bicos sino, adem¨¢s, hom¨®ginos: a los hechos de las ¨²ltimas semanas basta remitirse.
Huelga constatar que la circunstancia de autodefinirse como lesbiana, gay, bisexual o trans, sin ir m¨¢s lejos, no es vacuna alguna para evitar las enfermedades mentales que son la homofobia y la homoginia. Una enfermedad como esta no entiende de orientaciones sexuales ni de identidades de g¨¦nero. Por la misma regla de tres que ser gay no le hace a uno m¨¢s tolerante, tampoco le hace inmune a las aversiones y los odios.
El virus de la homofobia (como el de la xenofobia clasista y el del racismo selectivo) ha calado hasta extremos insospechados en nuestra sociedad, una democracia parlamentaria. Como el virus de la anticultura, tan rampante y locuaz siempre. Me temo que gran parte de los hom¨®ginos muestran desasosiego ante las pr¨¢cticas culturales menos tradicionalistas. O que, dicho al rev¨¦s, cifran la pr¨¢ctica cultural en un p¨²blico de caballeros con corbata y gemelos de perfil hetero o de se?oras con mantilla y peineta que no sean trans. Es por tan perogrullesca raz¨®n que promueven y encomian la censura.
No alegra que homofobias y homoginias campen a sus anchas en tantas democracias de mayor o menor rancio abolengo en los ¨²ltimos tiempos. O en tantos tribunales civiles, como el estadounidense, y eclesi¨¢sticos, como los de toda la vida. Y en much¨ªsimos medios de comunicaci¨®n, tampoco necesariamente reaccionarios. La tragedia a?adida es que muchas redes sociales camuflan el odio bajo un manto protector que, en verdad, es un anzuelo consolatorio en tiempos de aguas turbulentas.
Resulta altamente descorazonador que tantos j¨®venes no hayan descubierto el potencial de su voto. Pero m¨¢s triste a¨²n es constatar que algunos insignes ancianos hayan perdido la memoria y que edulcoren el pasado de la dictadura franquista al brindar su confianza a partidos en cuyos genes o en cuyas agendas est¨¢ grabado a fuego el patriarcado antifeminista y el antiecologismo. Los j¨®venes debieran de ser motores de nuevas conquistas; ojal¨¢ que los mayores se comporten como sabios y no a la manera de cascarrabias de TBO.
Fij¨¦monos m¨¢s en las vigas en nuestros ojos que en las pajas, o los vagones, en los ajenos. Muy probablemente cierta ¡°gente de bien¡± a la que se alud¨ªa hace unos meses en el Senado, en el debate de una ley rara como ella sola, se sienta impelida a la ceguera en materia de unos derechos que ni le van ni le vienen. No dudo de que en esa ecuaci¨®n tambi¨¦n habr¨¢ mucha ¡°mala gente¡± que votar¨¢ contra la homofobia y contra la homoginia, que es votar contra el racismo y la misoginia, por la sanidad y la educaci¨®n p¨²blicas, a favor de la igualdad y de la justicia social: hay variedad de opciones y no valen excusas.
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