Si no quieres ser autoritario, renuncia a ejercer la autoridad
El camino m¨¢s sensato para quien aspira a no abusar del poder tal vez sea eludirlo
Cegados por la cochambre del asunto Rubiales, los espa?oles nos hemos perdido uno de los esc¨¢ndalos m¨¢s sonados en el mundo cultureta europeo: la agresi¨®n del director de orquesta sir John Eliot Gardiner a un bajo cantante. Al terminar una funci¨®n de Las troyanas de Berlioz en un pueblecito franc¨¦s, Gardiner se acerc¨® con media pinta de cerveza en la mano a los m¨²sicos de la Orquesta Revolucionaria y Rom¨¢ntica. ¡°Estoy por tir¨¢rtela por encima¡±, le dijo al cantante, y luego le arre¨® un bofet¨®n y un pu?etazo. Gardiner tiene 80 a?os. El bajista, un buen mozo gal¨¦s llamado William Thomas, 29. Si este se hubiera defendido, esta columna ser¨ªa un obituario. La violencia, aqu¨ª, m¨¢s que tragedia, es farsa, pero no por ello comprensible ni perdonable.
Me enter¨¦ del suceso cuando terminaba una de mis lecturas m¨¢s absorbentes de este verano, La m¨²sica en el castillo del cielo, el ensayo que Gardiner dedic¨® a Bach. All¨ª dibuja un retrato human¨ªsimo del Cantor de Leipzig: subraya su servilismo y su car¨¢cter susceptible y vengativo, a veces incluso violento, y no pocas veces injusto. No se libr¨® Bach de las miserias propias de cualquier persona, dice Gardiner, y eso engrandece su m¨²sica, pues podemos escucharla como la expresi¨®n de un semejante tan fr¨¢gil y perdido como cualquiera. ?Estar¨ªa Gardiner proyect¨¢ndose en un espejo?
Cuentan los cr¨ªticos musicales que sir John es un jefe autoritario y un colega altivo e impertinente. Esa es la cara b de una figura imprescindible de la cultura europea actual y, sin duda, una de las m¨¢s refinadas. Ha fundado tres formaciones ya legendarias de m¨²sica barroca y su libro sobre Bach es un monumento en muchos sentidos, pero, sobre todo, en la comprensi¨®n de una personalidad compleja y oscura. ?C¨®mo alguien con tant¨ªsimos talentos puede ser tan ga?¨¢n como un vulgar presidente de federaci¨®n de f¨²tbol?
?El poder en s¨ª corrompe? Puede que el problema no sean los autoritarios, ni Rubiales, ni Gardiner, ni los muchos tiranos de v¨ªa estrecha que abundan en cualquier instituci¨®n, sino la autoridad misma, que atrae hacia sus tronos a personalidades proclives al ordeno y mando, pero disuade a los esp¨ªritus m¨¢s libres. Podr¨¢ Gardiner disculpar sus flaquezas como prueba de humanidad: si el divino Bach fue tan humano, pensar¨¢, ?qu¨¦ se puede esperar de quien no alcanza su genio? Quiz¨¢. Pero quien no tiene una batuta no puede clav¨¢rsela en el ojo a un bajo que desafina. El camino m¨¢s sensato para quien aspira a no abusar del poder tal vez sea eludirlo.
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