El monstruoso vicio de la servidumbre voluntaria
Hemos llegado al siglo XXI completamente inclinados por el inter¨¦s material, atados a los dispositivos celulares y rodeados de tiranos
Era muy joven cuando sent¨® las bases de su famoso escrito. Como mucho rozaba la actual mayor¨ªa de edad, no obstante, ?tienne de La Bo¨¦tie, el gran amigo de Michel de Montaigne, escribi¨® uno de los textos m¨¢s profundos contra la tiran¨ªa: El discurso sobre la servidumbre voluntaria. Un texto breve, absolutamente contempor¨¢neo, profusamente traducido y publicado desde que se difundi¨® por primera vez a?os despu¨¦s de su fallecimiento a causa de la peste, en 1563.
Este poeta, fil¨®sofo y abogado del Renacimiento describi¨® la servidumbre voluntaria como un ¡°monstruoso vicio¡±. Un vicio que lleva a un n¨²mero infinito de personas a ser tiranizadas y conducidas al servilismo por su propia voluntad, con el cuello bajo el yugo, no obligadas bajo una fuerza mayor, encantadas y fascinadas ¡°por el solo nombre de uno¡±. Todo ello a pesar de que es perjudicial, pues la servidumbre al tirano implica, primero, la p¨¦rdida del sentido natural de la libertad, despu¨¦s la merma del valor y, finalmente, se instala la impotencia.
El tirano se alimenta de obediencia, servidumbre y devoci¨®n voluntaria de las personas. Nunca alcanza la amistad, porque est¨¢ hecha de una virtud que no posee ni poseer¨¢. No es amado ni ama. Una vez asentado en el poder, gana en astucia. Le resulta f¨¢cil enga?ar y persuadir. Su esquema de funcionamiento es piramidal. Somete a los que est¨¢n en la c¨²pula, pr¨®ximos, mediante el reparto de propiedades y dinero, pues sabe que nada avasalla tanto como la riqueza. A los s¨²bditos, los que forman las bases, los embrutece. El tirano teme la traici¨®n. A su alrededor solo hay conspiraci¨®n. Todo se corrompe.
No es de extra?ar que entrado el siglo XX el escrito de La Bo¨¦tie acompa?ara la reflexi¨®n de no pocos pensadores en torno al totalitarismo y el valor de la desobediencia. Simone Weil, por ejemplo, escribi¨® una Meditaci¨®n sobre la obediencia y la libertad. Lo hizo en la primavera de 1937, es decir, tras haber participado en la Guerra Civil espa?ola. Es una reflexi¨®n provocada por el ascenso de los fascismos. Plantea el asombro que le produce ver la sumisi¨®n de la mayor¨ªa a una minor¨ªa criminal y trata de vislumbrar cu¨¢l debe ser la fuerza social capaz de romper ese fat¨ªdico sometimiento colectivo. Se pregunta c¨®mo comprender que los hombres permanezcan sometidos hasta el punto de morir por orden del tirano. Escribe: ¡°La mayor¨ªa obedece hasta dejarse imponer el sufrimiento y la muerte, mientras que la minor¨ªa manda¡±. En esta breve meditaci¨®n, Weil se?ala que todo lo que hay de m¨¢s alto en la vida humana, todo esfuerzo de pensamiento, todo esfuerzo de amor, es corrosivo para el orden tir¨¢nico. Y, sin embargo, ve imposible trasladar a la acci¨®n pol¨ªtica la pureza de esp¨ªritu sin condenarse de antemano a la derrota.
Frente al vicio de la servidumbre, La Bo¨¦tie, al igual que su amigo Montaigne, eligi¨® la virtud de la libertad. Explica Montaigne en su c¨¦lebre ensayo dedicado a la amistad que, al contrario de la servidumbre, la condici¨®n de libertad voluntaria no produce nada m¨¢s propiamente suyo que el afecto. Rememora tambi¨¦n a Arist¨®teles, quien insistiera en que los buenos legisladores cuidaron m¨¢s de la amistad que de la justicia, pues las formas de afecto son m¨¢s hermosas y generosas que aquellas edificadas sobre el placer o el beneficio.
En su texto, La Bo¨¦tie ilustra con ejemplos hist¨®ricos que quienes no se entregaron a la servidumbre lucharon con m¨¢s ¨ªmpetu y mejor en defensa de su libertad que quienes viv¨ªan subyugados. El Discurso fue comprendido como radical, pues somete a cr¨ªtica los fundamentos mismos de la autoridad. Pero es que ¨¦l confiaba en la bondad de la virtud y ¨¦sta s¨®lo puede darse en libertad. Este es un punto central de su argumento. ?l pensaba que la naturaleza es contraria a la ofensa y, por tanto, si los seres humanos fuimos creados diferentes los unos de los otros es precisamente para favorecer que entre las personas se den los afectos y los cuidados. Naturalmente libres, escribi¨®, todos somos compa?eros.
Montaigne describ¨® a La Bo¨¦tie como un hombre de otra ¨¦poca. Quiz¨¢ de un tiempo, si es que realmente existi¨®, en el cual la virtud prevalec¨ªa sobre el poder y el dinero. Nada que ver con el actual. Las sociedades contempor¨¢neas hemos llegado al siglo XXI completamente inclinadas por el inter¨¦s material. Vivimos entregados a un embrutecimiento sin parang¨®n. Despreocupados ante la desatendida transmisi¨®n del conocimiento de los cl¨¢sicos y de la antig¨¹edad. Dominados por patolog¨ªas que se producen en el seno de nuestras democracias. Fatalmente anclados en conflictos pol¨ªticos del pasado. Servilmente atados a los dispositivos celulares. Embelesados ante los avances de una inteligencia artificial dirigida por intereses que nos alejan de los afectos, por decirlo suavemente. No es de extra?ar que al final nos hayamos rodeado de tiranos, cada vez m¨¢s peligrosos y sofisticados. ?Qu¨¦ permanece? De momento todos somos humanos.
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