La amistad filos¨®fica que anticip¨® la tiran¨ªa digital en el siglo XVI
Dos novedades editoriales recuerdan la relaci¨®n entre Montaigne y La Bo¨¦tie, el pensador que se adelant¨® a conceptos como la desobediencia civil, la no violencia y la biopol¨ªtica
De las amistades filos¨®ficas, ninguna tan apasionada como la de Michel de Montaigne (1533-1592) y ?tienne de La Bo¨¦tie?(1530-1563). Hoy los dos viejos amigos se reencuentran en las mesas de novedades de las librer¨ªas. El conocido ?Qu¨¦ s¨¦ yo?, perteneciente a los Ensayos del primero, se mira de reojo y no sin complicidad al Discurso de la servidumbre voluntaria del segundo. Se reconocen e, iron¨ªas del destino, siguen marchando juntos, pese a los cambios, pese a las transformaciones del yo, del mundo y de la historia. Educarse, ya sea mediante la amistad o mediante la lectura, supone una continua metamorfosis. Y el otro (la persona que frecuentas o el libro que te lee) es espejo y camino hacia uno mismo. La pedagog¨ªa interior no es tan interior. El personaje o la m¨¢scara con la que transitamos no es sino un momento de esa metamorfosis. Detr¨¢s de todas las m¨¢scaras, detr¨¢s de todos los personajes, se agita un deseo de transformaci¨®n.
Temprano levant¨® la muerte el vuelo. La Bo¨¦tie muere joven, v¨ªctima de la peste. Montaigne lo acompa?a hasta el ¨²ltimo aliento, le dedica su ensayo sobre la amistad y se convierte en celoso promotor de su memoria. La Bo¨¦tie ha meditado sobre la facilidad con que se olvida el don de la libertad, sobre c¨®mo el esclavo erige al tirano, sobre ese miedo que nos encadena y nos hace serviles. Su originalidad es mostrar que, al contrario de lo que se cree, la servidumbre, aparentemente forzada, es un acto voluntario. De hecho, cualquier poder, incluso cuando se impone por la fuerza de las armas o los votos (o por la manipulaci¨®n masiva de cuentas falsas de Facebook), no puede dominar y explotar de manera sostenible sin la colaboraci¨®n activa o resignada de una parte significativa de la poblaci¨®n. ¡°Los hombres son como ¨¢rboles frutales que conservan su naturaleza particular mientras les dejan crecer libres, pero se adulteran y dan frutas extra?as en el momento que se injertan¡±. Capitalismo y esquizofrenia. Y pone de ejemplo a los venecianos, tan educados en la libertad, ¡°que el m¨¢s ¨ªnfimo de ellos rehusar¨ªa ser rey¡±. El ensayo se lee en copias clandestinas en una ¨¦poca de matanzas entre cat¨®licos y protestantes. Escrito hace casi quinientos a?os, sigue teniendo una extraordinaria vigencia. ?Qu¨¦ mueve a tantos a vivir al ritmo que marca una aplicaci¨®n o un trending topic? La Bo¨¦tie anticip¨® la desobediencia civil y la no violencia de Gandhi y casi se podr¨ªa decir que la biopol¨ªtica de Foucault. Los tiranos se parecen todos, no importa que hayan sido elegidos por el pueblo, las armas o la sangre. Hoy d¨ªa somos testigos de c¨®mo ganan elecciones Trump, Putin, Salvini, Bolsonaro. Y la paradoja, la obra de un cat¨®lico circular¨¢, pese a Montaigne, como panfleto antimon¨¢rquico y dar¨¢ aliento a los hugonotes. El trasfondo de nuestra cultura es tan m¨ªtico como el del salvaje.
La vida de Montaigne es bien conocida. Noble de cuarta generaci¨®n, su bisabuelo hizo fortuna con el comercio de vinos y salazones, su padre es un caballero gasc¨®n y su madre una jud¨ªa aragonesa. Es el tercero de nueve hermanos, pero adquiere la progenitura al morir los dos mayores. Pasa sus primeros a?os entre campesinos, para criarse sano y fuerte, y un tutor alem¨¢n que no habla franc¨¦s lo educa en lat¨ªn. En Par¨ªs conoce la vida cortesana pero al cumplir los cuarenta se retira al castillo familiar en la comarca de P¨¦rigord, tierra de vinos. En su torre erige una biblioteca circular. Glosa y copia a los cl¨¢sicos, en los que encuentra no solo los mejores argumentos, sino tambi¨¦n las mejores teor¨ªas cient¨ªficas. Se hace su colecci¨®n particular de tuits, que graba en las vigas del techo. Le gusta dar la impresi¨®n de que no estudia, que hojea los libros sin m¨¦todo, que no corrige sus manuscritos y que arroja sobre ellos lo que se le ocurre en el momento, pero es probable que fuera la muerte de su amigo la que le imprime la imperiosa necesidad de escribir. No le interesa el cultivo de la tierra ni la administraci¨®n de sus bienes, tampoco es hombre de caza. Se siente ¡°en plena senda hacia la vejez¡± y busca refugio de las hostilidades que asolan Francia, poco antes de la masacre de San Bartolom¨¦. Guarda un afecto especial por S¨¦neca y su ideal de constancia. El hombre constante viaja ligero por la vida, pone l¨ªmites a sus deseos y permanece impasible ante los reveses. Sus Ensayos tienen algo de la diatriba, la carta y el soliloquio, as¨ª como un gusto muy personal por la paradoja y la digresi¨®n. Se presenta como un aficionado, cuyo ¨²nico fin es ¡°privado y dom¨¦stico¡±. Por eso llama a sus escritos ensayos, porque los considera pruebas y tentativas, y en este sentido es l¨ªcito atribuirle la invenci¨®n del g¨¦nero.
La Bo¨¦tie muere joven, v¨ªctima de la peste. Montaigne lo acompa?a hasta el ¨²ltimo aliento, le dedica su ensayo sobre la amistad y se convierte en celoso promotor de su memoria
Se deja leer por los cl¨¢sicos y, como apunta Adolfo Casta?¨®n, en su caso ¡°no se sabe d¨®nde empieza el espejo y d¨®nde termina la biblioteca¡±. Le gusta burlarse de los h¨¦roes de la raz¨®n. Antepone su b¨²squeda de la felicidad a la presuntuosa grandeza de las abstracciones. Se r¨ªe de la filosof¨ªa, que no es m¨¢s que poes¨ªa sofisticada. ¡°Nadie sabe lo que en realidad sucede en la naturaleza. Sin embargo, se aceptan algunas opiniones tradicionales como principio de autoridad. Si alguien pregunta acerca de los principios mismos, se le dice que no se puede discutir con la gente que niega los primeros principios¡±. Su escepticismo jocoso le permite eliminar la presunci¨®n y neutralizar las ebriedades de la guerra o el amor. Sabe que incluso la guerra contra la estupidez es est¨²pida y que la educaci¨®n es preferible a las buenas intenciones.
La alegr¨ªa natural de Montaigne le hace apto para las chanzas y bromas que tienen lugar entre los amigos. Un ejercicio que no es menos agudo e ingenioso, ni menos ¨²til, que las conversaciones serias. ¡°El humor pellizca las cuerdas secretas de nuestras imperfecciones que, serios, no podr¨ªamos tocar sin ofensa¡±. Confiesa que su amistad perfecta con La Bo¨¦tie le hasti¨® un poco de las otras y exagera su recuerdo: ¡°Se precisan tantas coincidencias para formar una amistad as¨ª, que es mucho si la fortuna la alcanza una vez en tres siglos¡±.
¡°Si me preguntan por qu¨¦ le quer¨ªa [a La Bo¨¦tie] siento que solo puedo responder: porque era ¨¦l, porque era yo. Hay, m¨¢s all¨¢ de todo lo que pueda decir, no s¨¦ qu¨¦ fuerza inexplicable y fatal mediadora de esta uni¨®n¡±. Poco a poco fue ¡°captando su entera voluntad¡± hasta ¡°hundirse y perderse en la m¨ªa¡±. Y dice ¡°perderse¡± sinceramente, pues no se reservan nada que les sea propio. Son m¨¢s amigos que amigos de su pa¨ªs, m¨¢s amigos que familiares. Si compara el resto de su vida con los cuatro a?os que goz¨® de la amistad de La Bo¨¦tie, le parece que no es m¨¢s que humo, una noche oscura y enojosa. Desde que lo perdi¨® le parece ¡°no ser sino a medias¡±.
Hay algo oriental en la concepci¨®n de la amistad de Montaigne. No somos sino una suma de necesidades y apegos, de inclinaciones y apetitos. Esas ataduras dictan nuestras formas de asociaci¨®n, la simpat¨ªa y la amistad, el misterio de la hipnosis y el del carisma. Pero seguir nuestras inclinaciones hasta el final acaba por convertirnos en monstruos (o nos aboca al abismo de la enfermedad). La amistad permite reconocer esos pozos. De ah¨ª que nadie haya superado la definici¨®n de Simone Weil: la amistad es ese milagro gracias al cual un ser acepta mirar a distancia y sin acercarse a otro ser, que le es tan necesario como el alimento.
Juan Arnau es escritor. Su ¨²ltimo libro es Historia de la imaginaci¨®n (Espasa).
'Ensayos'
'Discurso de la servidumbre voluntaria'
Autor:??tienne de La Bo¨¦tie
Editorial: Trotta
160 p¨¢ginas, 15 euros.
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