Estado de negaci¨®n
Feminismo, migraci¨®n y clima continuar¨¢n formando relatos hilvanados para obtener r¨¦ditos pol¨ªticos y justificar el ascenso o la consolidaci¨®n de nuevos o viejos l¨ªderes en defensa de la tradici¨®n
Los cambios unen o dividen. Es simple. Migraci¨®n, feminismo y ecolog¨ªa atraviesan el verano europeo invit¨¢ndonos a reflexionar. Algunos gobiernos lo tienen claro. En migraci¨®n, el brit¨¢nico demoniza a los inmigrantes con un infame centro de detenci¨®n flotante que cerr¨®, adem¨¢s, debido a la legionela. Los daneses proponen ¡°soluciones imaginativas¡±, espeluznante expresi¨®n inspirada en el no menos terrible pacto migratorio de 2016 entre la UE y Turqu¨ªa, para transferir a los solicitantes de asilo a un pa¨ªs ¡°seguro¡± fuera de la Uni¨®n, algo que se parece demasiado al plan de devolver a Ruanda a personas migrantes bloqueado recientemente por los tribunales brit¨¢nicos. En cuanto al cambio clim¨¢tico, veamos. Conviene no pasar por alto la dimisi¨®n del holand¨¦s Frans Timmermans, vicepresidente de la Comisi¨®n y arquitecto del ambicioso pacto verde comunitario, aunque diga que es para ser candidato electoral. Ocurre cuando conservadores, liberales y ultras piden un receso a su implementaci¨®n. Y si hablamos de feminismo, en Espa?a ha faltado tiempo para que Ayuso olfatee el r¨¦dito luciferino del ¡°falso feminismo¡± de Rubiales y se vuelva nietzscheana hablando de una ¡°inversi¨®n de valores total¡± que socava los c¨®digos morales de nuestra sociedad. Solo ocurre en su cabeza, pero cuidado: busca entrar en las nuestras.
Feminismo, migraci¨®n y clima continuar¨¢n formando relatos hilvanados para obtener r¨¦ditos pol¨ªticos y justificar el ascenso o la consolidaci¨®n de nuevos o viejos l¨ªderes en defensa de la tradici¨®n. Todos ellos tienen en com¨²n, adem¨¢s de su oportunismo, el se?alamiento de otros como culpables de los problemas ficticios que se ofrecen prestos a resolver. Crean nuevas v¨ªctimas para dividir a la sociedad. Como esa misma Ayuso que se?ala al hombre como v¨ªctima del falso feminismo, en lugar de apelar a una cultura constructiva, responsable y conciliadora, como es por otro lado su deber. El Reino Unido ¡°invadido¡± que describe su ministra de Interior, Suella Braverman, responde al falsario pero poderoso imaginario con el que en Europa pensamos la inmigraci¨®n. No es ya una cuesti¨®n de derechos o econom¨ªa, sino de seguridad. Y en cuanto al clima, dos de las tres familias fundacionales de la UE han apretado medrosas el pause y se contagian de la demagogia de extrema derecha a lo Le Pen. ?No oyen ya c¨®mo hablan de ¡°ecolog¨ªa del sentido com¨²n¡± o ¡°ecolog¨ªa punitiva¡±? Las bayonetas est¨¢n en alto y huelen sangre: conectan los temas clim¨¢ticos con la identidad o el nacionalismo y nos dividen culpabilizando de los vertiginosos cambios a los bohemios urbanitas.
Vivimos en un estado de negaci¨®n. A falta de mano de obra, ning¨²n pa¨ªs de la UE habla honestamente sobre ello. El feminismo sigue siendo una revoluci¨®n pendiente en toda Europa, y a pesar de asarnos vivos en verano, seguimos sin que el clima ocupe de una vez el centro de la agenda. Porque es hora de que decidamos c¨®mo queremos enfrentarnos pol¨ªticamente al cambio, echando la culpa a otros o responsabiliz¨¢ndonos de ese proceso de reconstrucci¨®n. ¡°Uno de esos caminos¡±, dice el historiador Edward J. Watts, ¡°puede fortalecer a nuestra sociedad; el otro la desgarrar¨¢¡±.
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