24 horas de ¡®proc¨¦s¡¯ en Bruselas
Tanto la conferencia de Puigdemont como la confrontaci¨®n por unas im¨¢genes del refer¨¦ndum del 1-O suscitan una especie de eterno retorno a un ciclo pol¨ªtico que nunca acaba de cerrarse
Mientras el lunes la vicepresidenta Yolanda D¨ªaz y el expresident Carles Puigdemont avanzaban por los pasillos del Parlamento Europeo como si fuesen protagonistas de una gran cumbre, los eurodiputados de Ciudadanos dedicaban la jornada a denunciar esa reuni¨®n en las redes y a luchar contra lo que describ¨ªan como una infamia que ataca los valores de la Uni¨®n: una fotograf¨ªa del refer¨¦ndum anticonstitucional del 1 de octubre de 2017 integrada en la exposici¨®n Contribuciones de Catalu?a al progreso social y pol¨ªtico de Europa. Impulsada por Puigdemont y Toni Com¨ªn, la exposici¨®n defiende un relato que otorga a Catalu?a el liderazgo en diversos momentos de la historia continental: desde el Consulat de Mar en la Edad Media hasta la Huelga de La Canadiense pasando por el Tribunal de Contrafacciones que garantizaba la aplicaci¨®n de las Constituciones hist¨®ricas catalanas y que fue abolido en 1714. En ese relato que se quiso hacer hegem¨®nico, sin una sola menci¨®n a Espa?a, quedaba integrado el 1 de octubre.
A primera hora de la ma?ana del martes, atendiendo a la queja oficial, funcionarios del Parlamento retiraron la fotograf¨ªa. La decisi¨®n fue celebrada por los diputados de Ciudadanos como una victoria mientras que para los independentistas era una nueva demostraci¨®n de la persecuci¨®n de la democracia porque se cancelaba la imagen de las urnas. Era como un d¨¨j¨¢ vu del proc¨¦s. La conferencia de Puigdemont tambi¨¦n lo fue. No solo porque la iniciase con una referencia a 1714, la ca¨ªda de Barcelona, las Constituciones abolidas y la posibilidad de que ahora se llegase al gran pacto entre dos viejas naciones que no se ha producido desde principios del siglo XVIII. Fue una intervenci¨®n procesista porque deb¨ªa cumplir con una doble funci¨®n aparentemente contradictoria e inevitablemente ambigua.
Por una parte, se dirig¨ªa a su interlocutor ¡ªel Gobierno en funciones, ¡°elecciones o pacto con nosotros¡±¡ª para fijar las condiciones previas a una negociaci¨®n: el fin de la persecuci¨®n del independentismo y la aprobaci¨®n de una ley de amnist¨ªa que afectase a los pol¨ªticos y activistas condenados en el ciclo que va de la consulta del 9 de noviembre de 2014 hasta los encausados por las protestas posteriores a la sentencia del Tribunal Supremo de 2019. Esa negociaci¨®n, que trasciende la investidura, deber¨ªa hacer posible el acuerdo hist¨®rico m¨¢s all¨¢ del marco de una Constituci¨®n que, seg¨²n su interpretaci¨®n, permitir¨ªa el refer¨¦ndum acordado a trav¨¦s del art¨ªculo 92. Porque esa era la otra funci¨®n que deb¨ªa cumplir su intervenci¨®n: reactivar un discurso que cre¨® grandes expectativas y que electoralmente est¨¢ en horas bajas, legitimar su posici¨®n de estos a?os para ser reconocido como el principal interlocutor del independentismo frente a Esquerra. Apurar¨¢ hasta el ¨²ltimo minuto, si puede, como en el pasado. Porque por ahora, Puigdemont, como ocurri¨® durante el proc¨¦s, controla el relato.
A las cinco de la tarde se inaugur¨® oficialmente la exposici¨®n. Com¨ªn se refiri¨® a la retirada de la fotograf¨ªa como un acto de autoritarismo. El eurodiputado de Vox Herman Tertsch lo acus¨® de apolog¨ªa del golpismo. Durante 24 horas en Bruselas, el eterno retorno.
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