Putin, Pushkin y el declive del Imperio ruso
Las democracias occidentales tienen tendencia a sobrevalorar su capacidad de influir en la pol¨ªtica interna de los reg¨ªmenes autoritarios. Eso no va a pasar con Rusia
El pasado mes de julio, me detuve un instante en la esquina de una calle de Kiev que antes llevaba el nombre de Pushkin pero que, desde que Vlad¨ªmir Putin invadi¨® Ucrania en 2022, ha pasado a llamarse calle Yevhen Chykalenko, en recuerdo de una importante figura del movimiento independentista ucranio de principios del siglo XX. Para los amantes de la literatura y la ¨®pera, eliminar a Aleksandr Pushkin, poeta y autor de Eugenio Oneguin, puede parecer desmesurado. Putin, claro, pero ?por qu¨¦ Pushkin?
Sin embargo, para los ucranios, sumidos en una lucha trascendental por su independencia frente a la guerra rusa de recolonizaci¨®n, Puskhin simboliza el imperialismo ruso que niega desde hace tanto tiempo el derecho de Ucrania a ser una naci¨®n aparte. Pushkin fue un gran poeta, pero un poeta imperialista ruso, igual que Rudyard Kipling fue un gran poeta, pero un poeta del imperialismo brit¨¢nico.
Su poema Poltava muestra al hetman (comandante en jefe) cosaco ucranio Iv¨¢n Mazepa como un hombre voluble que traiciona al heroico zar ruso Pedro el Grande, que, aun as¨ª, venci¨® a los suecos en la batalla de Poltava, en 1709, y 12 a?os m¨¢s tarde fund¨® el Imperio ruso.
El a?o pasado, mientras las fuerzas rusas bombardeaban Ucrania, se distribuy¨® oficialmente un v¨ªdeo en el que el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergu¨¦i Lavrov, recitaba versos de A los calumniadores de Rusia de Pushkin, un poema que maldice a los occidentales partidarios de los eslavos que se rebelan contra Rusia. Le acompa?aban im¨¢genes del presidente estadounidense Joe Biden y de una cumbre del G-7 que dejaban claro el mensaje. Cuando las fuerzas rusas ocuparon Jers¨®n, llenaron la ciudad de carteles con la imagen de Pushkin y una frase que proclamaba que Rusia estaba ¡°aqu¨ª para siempre¡±.
No es extra?o que algunos ucranios hayan empezado a hablar en las redes sociales de los pushkinistas que atacan sus ciudades con misiles. He aqu¨ª un ejemplo: ¡°Los pushkinistas no nos han dejado dormir bien: hab¨ªa mucho ruido en Kiev¡±. (Despu¨¦s de pasar alguna que otra hora de noche en un refugio antia¨¦reo, tampoco yo sent¨ªa gran simpat¨ªa por ellos).
Pero este rechazo ucranio a Puskhin esconde una historia mucho m¨¢s de fondo. Si repasamos las ¨²ltimas d¨¦cadas, es innegable que el declive del Imperio ruso ha sido uno de los factores que m¨¢s han impulsado la historia europea de los ¨²ltimos 40 a?os. Y, si pensamos en el futuro, es previsible que siga siendo uno de los grandes retos de Europa durante los pr¨®ximos 20 e incluso otros 40 m¨¢s.
Despu¨¦s de la Revoluci¨®n de 1917, el Imperio ruso sobrevivi¨® de manera peculiar, como Uni¨®n Sovi¨¦tica. Cuando se fund¨® la Uni¨®n de Rep¨²blicas Socialistas Sovi¨¦ticas, en 1922, Lenin hab¨ªa decidido que deb¨ªa ser un Estado en el que hubiera igualdad te¨®rica entre las rep¨²blicas que lo compon¨ªan. (Stalin, como Putin cien a?os despu¨¦s, quer¨ªa que Ucrania formara parte de la Federaci¨®n Rusa). Despu¨¦s de la II Guerra Mundial, esta versi¨®n nueva del imperio domin¨® los pa¨ªses de Europa central y oriental hasta llegar a un tel¨®n de acero que parti¨® Alemania por la mitad. Desde Varsovia hasta Washington, la gente lo consider¨® un imperio al mismo tiempo sovi¨¦tico y ruso.
En los a?os setenta, esta superpotencia imperial parec¨ªa a¨²n un rival a la altura de Estados Unidos, incluso en algunas partes de ?frica y Latinoam¨¦rica, pero en la d¨¦cada de 1980 el declive ya era evidente. Los intentos de reforma de Mija¨ªl Gorbachov culminaron, entre 1989 y 1991, en el derrumbe pac¨ªfico de un imperio m¨¢s espectacular de la historia. No solo se desvaneci¨® el control sovi¨¦tico/ruso de Europa central y oriental, sino que se disolvieron otros v¨ªnculos imperiales mucho m¨¢s antiguos, entre Rusia, Ucrania y Bielorrusia. Pas¨® algo excepcional, precisamente por la compleja relaci¨®n entre lo sovi¨¦tico y lo ruso: fue el l¨ªder de la naci¨®n imperial central, el ruso Boris Yeltsin, quien dio el empuj¨®n final.
En Occidente muchos creyeron de forma insensata que aquello era el fin de la historia, pero los imperios en declive no se rinden sin luchar. Las primeras se?ales de reacci¨®n aparecieron ya en 1992, cuando el ej¨¦rcito ruso ocup¨® lo que todav¨ªa hoy es el territorio separatista de Transnistria, en el extremo oriental del nuevo Estado soberano de Moldavia; despu¨¦s llegaron las dos guerras brutales para someter a Chechenia y mantenerla dentro de la Federaci¨®n Rusa.
Despu¨¦s, el imperio contraatac¨® de forma decisiva atravesando fronteras internacionales, con la ocupaci¨®n de dos grandes zonas de Georgia en 2008, la anexi¨®n de Crimea y el inicio de la guerra en el este de Ucrania en 2014 y la invasi¨®n del pa¨ªs en toda regla el 24 de febrero de 2022. En sus discursos y ensayos, el presidente ruso no deja lugar a dudas de que su principal punto de referencia es el Imperio ruso. Se dice que el ministro de Exteriores, Lavrov, sorprendido por la decisi¨®n de su jefe en febrero del a?o pasado, se quej¨® a un oligarca amigo de que Putin no se deja asesorar m¨¢s que por tres personajes: ¡°Iv¨¢n el Terrible, Pedro el Grande y Catalina la Grande¡±.
Esta historia no terminar¨¢, aunque Ucrania recupere hasta el ¨²ltimo metro cuadrado de su territorio soberano, incluida Crimea. Todav¨ªa quedar¨¢ Bielorrusia, un pa¨ªs de m¨¢s de nueve millones de habitantes que a principios de esta d¨¦cada fue testigo de una de las campa?as de resistencia civil m¨¢s prolongadas de la historia moderna contra el Gobierno, cada vez m¨¢s autocr¨¢tico, del presidente Aleksandr Lukashenko. Tampoco hay que olvidar los Estados postsovi¨¦ticos independientes de Moldavia, Georgia, Armenia y Azerbaiy¨¢n y los de Asia Central. Dentro de la Federaci¨®n Rusa, hay rep¨²blicas como Chechenia, Daguest¨¢n y Tartarist¨¢n. De momento, el l¨ªder checheno, Ramz¨¢n Kad¨ªrov, es uno de los seguidores m¨¢s fieles de Putin, pero, si Rusia inicia un ¡°periodo de problemas¡±, puede ocurrir que Kad¨ªrov empiece a hacer sus propios c¨¢lculos.
En Occidente no debemos confiarnos ni creernos capaces de ¡°gestionar¡± el declive de este imperio nuclear, igual que las potencias europeas no pudieron ¡°gestionar¡± el declive del Imperio otomano a finales del siglo XIX y principios del XX. Las democracias occidentales tienen una tendencia cr¨®nica a sobrevalorar su capacidad de influir en la pol¨ªtica interna de los reg¨ªmenes autoritarios. Nuestras posibilidades de influencia directa son especialmente escasas en la Rusia actual, una dictadura personalista que se encuentra en un avanzado estado de paranoia y represi¨®n. Despu¨¦s de Putin, y quiz¨¢ de sus sucesores inmediatos, deber¨ªa llegar alg¨²n momento en el que tengamos m¨¢s posibilidades de conseguir acuerdos constructivos, y deber¨ªamos prepararnos para ello. Pero Rusia tardar¨¢ mucho tiempo en aceptar definitivamente que ha perdido un imperio y empezar a encontrar su sitio.
Lo que podemos y debemos hacer, mientras tanto, es garantizar que los pa¨ªses que desean un futuro mejor fuera de un imperio ruso en declive puedan hacerlo en paz, con seguridad y libertad. La geopol¨ªtica, como la naturaleza, aborrece el vac¨ªo. A largo plazo, la incorporaci¨®n de Ucrania y sus vecinos m¨¢s peque?os a la UE y la OTAN, que impedir¨¢ cualquier futuro intento de recolonizaci¨®n, beneficiar¨¢ tambi¨¦n a Rusia. Cerrada definitivamente la puerta del imperio, podr¨¢ iniciar el largo camino para convertirse en un Estado naci¨®n. Ahora bien, un camino que ser¨¢ especialmente dif¨ªcil, porque, al contrario que antiguos Estados europeos como Francia y Portugal, que adquirieron imperios de ultramar y luego los perdieron, Rusia no tiene un Estado claramente definido por l¨ªmites geogr¨¢ficos, hist¨®ricos ni constitucionales al que volver.
Podr¨ªa haber existido otro futuro postimperial. La literatura en lengua rusa podr¨ªa haberse enriquecido con la obra de los escritores ucranios y de otras antiguas colonias, igual que la literatura inglesa se ha enriquecido con la obra de escritores del sur de Asia, ?frica y el Caribe. Al intentar restablecer el ¡°mundo ruso¡± por la fuerza, Putin lo ha destruido. En mayo de 2013, el 80% de los ucranios dec¨ªan tener en general una actitud positiva respecto a Rusia. El pasado mes de mayo, solo el 2% de los ucranios a los que todav¨ªa pudieron preguntar los encuestadores dieron esa misma respuesta. Y la calle Pushkin ha cambiado de nombre. Putin ha matado a Pushkin.
Hasta que Ucrania no est¨¦ a salvo en el fuerte abrazo de la UE y la OTAN, los dos pilares del Occidente geopol¨ªtico, sus ciudadanos no podr¨¢n dormir tranquilos como hoy duermen los estonios y los lituanos, sin sufrir los ataques nocturnos de los pushkinistas. Entonces es posible incluso que vuelvan a disfrutar de Eugenio Onegin.
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