Un cretino con una pistola en la mano
Mi impresi¨®n es que de ni?os sab¨ªamos distinguir mejor lo que nos gustaba m¨¢s, y cuando nos hacemos mayores distinguimos mejor lo que nos gusta menos
Mis d¨ªas preferidos del oto?o siempre eran los del final del verano, de la misma manera que lo mejor del verano era el final de la primavera; eso pensaba cuando ten¨ªa claro el concepto de ¡°preferido¡±, deteriorado por el tiempo y el cinismo. Mi impresi¨®n es que de ni?os sab¨ªamos distinguir mejor lo que nos gustaba m¨¢s, y cuando nos hacemos mayores distinguimos mejor lo que nos gusta menos. Hasta los 14 a?os, jugamos al ataque, ¡°esto me gusta, esto me gusta, esto me gusta¡±; a esa edad empezamos a recogernos, ¡°esto no me gusta, esto no me gusta, esto no me gusta¡±, hasta acabar en una mecedora en el sal¨®n con un rifle.
Pero sigue habiendo lugares no s¨¦ si preferidos, pero s¨ª acogedores. Por ejemplo, el humor que a¨²n prefiero. En El extranjero, de Camus. Cuando Mersault entra en la sala que le juzga por asesinato se encuentra con un periodista que le reconoce que han ¡°exagerado un poco su asunto¡± a causa del verano. Luego se?ala a un enviado especial procedente de Par¨ªs, ni m¨¢s ni menos, y le dice que no ha venido por ¨¦l, pero, como estaba all¨ª para informar de otra noticia, le pidieron que transmitiese tambi¨¦n su caso. ¡°Estuve a punto de darle las gracias¡±, dice Mersault.
Otro lugar al que me gusta volver cada cinco a?os: Enric Gonz¨¢lez. Com¨ª con ¨¦l hace unas semanas. Record¨¦, cuando nos despedimos, nuestra ¨²ltima conversaci¨®n. ?l estaba confinado en Buenos Aires, yo en Madrid. Lo llam¨¦ porque necesitaba un n¨²mero para hacer un reportaje. Le pregunt¨¦ qu¨¦ tal estaba, nos contamos la vida, nos re¨ªmos con varias maldades y entonces empec¨¦ a ponerme nervioso, porque el motivo de mi llamada no era el de preocuparme por ¨¦l. Ocurre que a veces se te va de las manos la educaci¨®n, degenera en amor y ya no hay quien d¨¦ marcha atr¨¢s. Pero ¨¦l es perro viejo. ¡°Bueno, dime, qu¨¦ quieres¡±. ¡°Estamos en medio de una pandemia, ?no puedo tener solo inter¨¦s humano?¡±. ¡°Si fu¨¦semos humanos¡±, sentenci¨®, ¡°ya estar¨ªamos despedidos¡±.
Volv¨ª a ver El d¨ªa de la lechuza, recomendaci¨®n de Javier Oca?a. Se rod¨® a finales de los sesenta, cuando de la Mafia, como de Dios, se sospechaba que exist¨ªa por los entierros. En la pel¨ªcula, un polic¨ªa dice: ¡°Aqu¨ª en Sicilia los cristianos se matan al salir el sol para comenzar bien el d¨ªa. Solo uno fue asesinado al mediod¨ªa: el notario Bistilli, pero porque se levantaba siempre tarde¡±. La verdad la dice un mentiroso profesional, el confidente: ¡°La traici¨®n empieza siendo una necesidad y se convierte en infamia. Yo traiciono por vocaci¨®n, hoy a la Mafia y ma?ana a los carabineros¡±.
Y, en fin, sobre el poder y sus circunstancias, este extracto de Vosotros no sab¨¦is, de Andrea Camilleri, sobre el mafioso Nicola Gentile. Camilleri relata su encuentro con Gentile, que lo llama duttureddu (profesorcito): ¡±Duttureddu, si yo vengo aqu¨ª desarmado y usted saca una pistola y dice ¡®Gentile, ponte de rodillas¡¯, yo me arrodillo. Eso no significa que usted sea un mafioso. Significa que es un cretino con una pistola en la mano. Ahora bien, si yo vengo desarmado y le digo: ¡®mire, duttureddu, me encuentro en esta situaci¨®n, tengo que pedirle que se ponga de rodillas¡¯, usted me pregunta ¡®?por qu¨¦?¡¯, yo le digo ¡¯duttureddu, perm¨ªtame que se lo explique¡¯, y logro convencerle de que tiene que ponerse de rodillas, eso me convierte en un mafioso. Si usted se niega a ponerse de rodillas, entonces tengo que dispararle. Pero eso no significa que yo haya ganado; he perdido, duttureddu¡±.
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