La dictadura de la minor¨ªa
Algo se est¨¢ quebrando en nuestros sistemas de representaci¨®n, esa extra?a alquimia que permit¨ªa que lo que en realidad es un gobierno de ¡°parte¡± pueda interpretarse en inter¨¦s de todos
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Como es sabido, el presidente de la C¨¢mara de Representantes estadounidense, Kevin McCarthy, fue destituido por ocho votos disidentes del partido republicano, contribuyendo al bloqueo completo de la c¨¢mara, e incluso a la sugerencia de que Trump ocupe dicho cargo transitoriamente hasta una nueva elecci¨®n del presidente sustituto. Si ya fue una proeza elegir a McCarthy, ahora pueden resurgir los conflictos internos en el Grand Old Party mientras los dem¨®cratas vuelven a regocijarse de las divisiones internas de los republicanos. Que en el camino se paralice el proceso legislativo parece una cuesti¨®n secundaria, el patriotismo de partido hace tiempo, ya que ha sustituido a las consideraciones del bien com¨²n. No van a ser menos que los republicanos, que han puesto toda la pol¨ªtica estadounidense en el disparadero por defender el trumpismo, una verdadera m¨¢quina de picar instituciones.
Matt Gaetz, el diputado instigador de la revuelta, no hace m¨¢s que seguir la din¨¢mica en la que ya llevan instalados los republicanos desde hace a?os. Primero fue la facci¨®n del Tea Party quien fagocit¨® ideol¨®gicamente al partido entero. De ah¨ª sali¨® la hegemon¨ªa trumpista, y de esta la proliferaci¨®n de caucus (organizaciones), cada cual con su agenda. Aunque la que todos comparten es saltarse los l¨ªmites institucionales que puedan interponerse en su camino hacia el poder. Ya sea redise?ando las circunscripciones (gerrymandering), no reconociendo resultados electorales o boicoteando la aprobaci¨®n del presupuesto para conseguir ¡°cerrar el Gobierno¡±. Por cierto, la causa inmediata para la votaci¨®n contra McCarthy es que este hab¨ªa llegado a un acuerdo de m¨ªnimos con los dem¨®cratas sobre el techo de gasto para no paralizar la administraci¨®n federal.
Esta patolog¨ªa estadounidense forma parte de una tendencia que han desvelado acertadamente Levitsky y Ziblatt, los autores de As¨ª mueren las democracias, en su ¨²ltimo libro, La tiran¨ªa de la minor¨ªa. Su tesis es que las democracias liberales hab¨ªan estado hasta ahora preocupadas por el potencial despotismo de las mayor¨ªas, eso frente a lo que advert¨ªan los Stuart Mill y Tocqueville, que hicieron imperativa la existencia de instituciones contramayoritarias. Pero ahora resulta que grupos minoritarios tienen una creciente capacidad para subvertir los procesos pol¨ªticos. Lo que en otros sistemas pol¨ªticos se traduce en un creciente fraccionamiento del sistema de partidos, en Estados Unidos se traslada al interior de estos, en particular al republicano. Hasta hace bien poco asistimos a un espect¨¢culo parecido entre los tories brit¨¢nicos, que parec¨ªan sentir un impulso insuperable por devorar a sus primeros ministros. Y en los sistemas multipartidistas es cada vez mayor el peso de grupos minoritarios a la hora de construir coaliciones o lograr acuerdos para la gobernabilidad. Piensen el Israel, por ejemplo, donde las exigencias de los ultraortodoxos han provocado una crisis in¨¦dita. Aunque no hace falta irse tan lejos, seguro que esto les suena. Algo se est¨¢ quebrando en nuestros sistemas de representaci¨®n, esa extra?a alquimia que permit¨ªa que lo que en realidad es un gobierno de ¡°parte¡± ¡ªde ah¨ª viene ¡°partido¡±¡ª pueda interpretarse en inter¨¦s de todos.
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