El octavo mandamiento del genocidio
Las nuevas campa?as de propaganda est¨¢n dise?adas para deshumanizarnos en masa, castigando cualquier manifestaci¨®n de compasi¨®n por el grupo equivocado
La revista Kangura fue, junto con Radio Rwanda y Radio Mille Collines, el brazo ejecutor de la campa?a de deshumanizaci¨®n que legitim¨® el genocidio de Ruanda en 1994. Como Der St¨¹rmer hab¨ªa hecho durante la Alemania nazi, Kangura public¨® art¨ªculo tras art¨ªculo sobre la maldad intr¨ªnseca de la etnia tutsi y caricaturas que reflejaban su corrupci¨®n interna, su desprecio por los valores m¨¢s fundamentales ¡ªincluyendo escenas grotescas de infanticidio y canibalismo¡ª, su ambici¨®n criminal de poder. Uno de sus grandes ¨¦xitos, titulado El plan maestro, aseguraba que los tutsis estaban planeando un asalto al poder y que hab¨ªa que tomar medidas preventivas. Otro de sus singles fue Los diez mandamientos Hutu, un documento incendiario y extremista que se convirti¨® en el dogma de los sectores m¨¢s xen¨®fobos de la sociedad hutu.
El documento dice expl¨ªcitamente que los hutus no deben casarse ni relacionarse ni hacer negocios con los tutsis. Ni siquiera otorgarles hipotecas, licencias o permisos para que hagan sus propios negocios. ¡°Todo hutu debe saber que todo tutsi es deshonesto en los negocios ¡ªdice antes de proponer estas medidas que contradicen su propia ley¡ª. Su ¨²nico prop¨®sito es la supremac¨ªa de su grupo ¨¦tnico¡±. El punto n¨²mero ocho dice: los hutus deber¨¢n dejar de tener compasi¨®n por los tutsis. La compasi¨®n es peligrosa porque humaniza a las personas. Decimos que son campa?as dise?adas para deshumanizar a las v¨ªctimas, pero el genocidio no requiere la deshumanizaci¨®n de la v¨ªctima, sino la del agresor.
En la ¨²ltima d¨¦cada hemos estudiado mucho la propaganda, especialmente desde el Brexit y las elecciones de EE UU en 2016. Son t¨¢cticas que identificamos de Manila a S?o Paulo y de San Petersburgo a Tel Aviv, pero se manifiestan ahora a trav¨¦s de medios de masas baratos, instant¨¢neos y algor¨ªtmicos como Twitter, TikTok o YouTube, y clandestinos como los grupos de Facebook, Telegram y WhatsApp. Para saber qu¨¦ clase de propaganda provoc¨® el genocidio de Ruanda, los acad¨¦micos estudian la hemeroteca. Para saber qu¨¦ pensaban los votantes de George W. Bush, los dem¨®cratas sal¨ªan de la CNN y pon¨ªan la Fox. Ahora los caminos al genocidio son inescrutables porque no son p¨²blicos.
No los podemos sintonizar a voluntad. Es el mensaje el que elige a sus receptores y no al rev¨¦s. Nos encuentra a trav¨¦s de oscuros sistemas de selecci¨®n algor¨ªtmica, y se manifiesta a trav¨¦s de los medios m¨¢s individualistas y antisociales de la historia: las pantallas del m¨®vil y el ordenador. Y, sin embargo, el punto n¨²mero ocho trasciende a la selecci¨®n algor¨ªtmica y los grupos del Telegram. Las nuevas campa?as est¨¢n dise?adas para deshumanizarnos en masa, castigando cualquier manifestaci¨®n de compasi¨®n por el grupo equivocado.
Prohibida la compasi¨®n por los pobres que votan a Trump o los antivacunas que mueren de covid. Por las antiabortistas y las modelos desfiguradas por intervenciones quir¨²rgicas. Menos a¨²n por el pueblo ruso que sale a luchar bajo un r¨¦gimen criminal, por los jud¨ªos y los palestinos que viven amenazados por dos clases de fascistas: uno bendecido por los luminosos imperios occidentales y otro protegido por los oscuros poderes del mundo ¨¢rabe. Un entrenamiento apropiado para lo que viene ahora: escasez de alimentos, inflaci¨®n desmedida, miles de millones de refugiados clim¨¢ticos buscando un lugar donde vivir.
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