Pedro S¨¢nchez se parece a Aznar en 1996

La derecha se frota las manos pensando que esta legislatura ser¨¢ corta, aunque Pedro S¨¢nchez sea investido. Parece imposible compatibilizar la lucha de sus socios, Junts frente a ERC, o el PNV ante Bildu, con el horizonte de las elecciones catalanas y vascas. Pero la realidad es que S¨¢nchez puede durar cuatro a?os si asume que son los peneuvistas y Carles Puigdemont quienes tienen la sart¨¦n por el mango. Ning¨²n presidente teme al socio pagafantas: S¨¢nchez depende de quienes tienen la posici¨®n dominante.

Es la paradoja: dos partidos que, en ausencia de Vox y del conflicto en Catalu?a, quiz¨¢s podr¨ªan haber apoyado a Alberto N¨²?ez Feij¨®o son ahora la pieza clave para que la izquierda siga gobernando. El l¨ªder del PP se?al¨® la rareza, al apelar al electorado de la derecha nacionalista vasca y de la derecha catalana en su investidura fracasada, destilando nostalgia por aquel Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar del Pacto del Majestic. No es menor: hasta Yolanda D¨ªaz teme que el peso de Junts y el PNV frene una legislatura m¨¢s ambiciosa en pol¨ªticas sociales.

Sin embargo, S¨¢nchez puede llegar a encontrar en Puigdemont y el PNV sus mayores aliados para cuadrar el tetris de la gobernabilidad a largo plazo. La clave es que la posici¨®n de Junts y los peneuvistas siempre ser¨¢ dominante frente a lo que hagan ERC o Bildu. El principal problema de los republicanos y de la izquierda abertzale es haber fiado demasiado sus estrategias dom¨¦sticas en Catalu?a y Euskadi a que el PSOE gobierne, y al car¨¢cter de izquierdas de la coalici¨®n. No ocurre as¨ª con sus rivales.

Primero, porque el PNV o Junts no est¨¢n tan interesados en el color de las pol¨ªticas del futuro Gobierno como s¨ª en la agenda competencial. El PNV apoy¨® el ingreso m¨ªnimo vital la pasada legislatura a cambio de que se cediera la gesti¨®n a Euskadi. Junts no aval¨® la ley de vivienda, en parte, al considerar que invad¨ªa competencias de la Generalitat. Por eso, a S¨¢nchez le interesar¨ªa impulsar un mandato ambicioso en cuanto al despliegue territorial, con tal de retenerles o de lograr su apoyo a leyes progresistas. No es casual que Puigdemont exigiese el uso del catal¨¢n en el Congreso. El PNV y Junts est¨¢n b¨¢sicamente interesados en obtener cuestiones de autogobierno o pedigr¨ª nacionalista. Saben que ellos no compiten en el eje izquierda¨Cderecha en sus territorios: su pugna frente a la izquierda abertzale y a los republicanos es identitaria.

El caso es que Bildu y ERC no tienen una posici¨®n negociadora tan fuerte. Que la ultraderecha llegue al poder a¨²n les une demasiado para mantener un presidente socialista durante cuatro a?os.?Oriol Junqueras se resiste a un acuerdo de estabilidad parlamentaria, pero tampoco podr¨¢ alejarse demasiado. Esquerra gobierna en Catalu?a y lo viene fiando todo a la estrategia posibilista con el PSOE. Por su parte, la coalici¨®n abertzale est¨¢ a¨²n inmersa en su proceso de institucionalizaci¨®n y lo que m¨¢s necesita es reforzar esa imagen. De ah¨ª, la importancia de su foto con S¨¢nchez y sus m¨ªnimas exigencias para la investidura.

Segundo, Puigdemont o el PNV tienen una posici¨®n de fuerza porque logran arrastrar a sus rivales. ERC mira de reojo las exigencias de Junts para la investidura para no quedarse atr¨¢s, como ya ocurri¨® al votar la presidencia del Congreso. La t¨®nica se repetir¨¢ durante la legislatura. Si Puigdemont diera el paso de negociar el traspaso de Rodalies o la financiaci¨®n auton¨®mica, vendi¨¦ndolo como ¡°agravios del Estado¡±, ERC no tendr¨¢ otra salida que luchar por obtener m¨¢s cesiones. El mayor riesgo para S¨¢nchez es precisamente que Junts decida volar todos los puentes a las puertas de las elecciones catalanas, en ausencia de refer¨¦ndum, porque eso har¨ªa tambalear el apoyo de Junqueras. Por su parte, el PNV avisa de que quiere acordar los presupuestos. Las izquierdas independentistas pronto correr¨¢n a la mesa negociadora si no quieren que tenga el sello de la derecha nacionalista vasca.

Tercero, el PSOE puede intercambiar favores. El principal af¨¢n del PNV es mantener la presidencia del Gobierno vasco y para ello no tiene ni que ganar los comicios. Los peneuvistas estar¨¢n aterrados ante el avance de Bildu, pero se benefician de una carta: quiz¨¢s la sociedad vasca a¨²n no est¨¢ preparada para que el PSE pacte un Gobierno con la izquierda abertzale. S¨¢nchez no perder¨ªa al no apoyar al apoyar al partido de Arnaldo Otegi: es poco probable deje de ser su socio en el Congreso porque su estrategia de consolidaci¨®n es a largo plazo. El PSN no apoy¨® a Bildu para gobernar en Pamplona y, aun as¨ª, la izquierda abertzale s¨ª facilit¨® a Mar¨ªa Chivite la presidencia de Navarra. En Catalu?a, quedarse en la oposici¨®n tampoco ser¨ªa un agravio para Junts con tal de seguir sosteniendo su relato de outsider, a diferencia de Esquerra, que necesita ahora al PSC y podr¨ªa volver a necesitarlo.

No se malinterprete: no es que Bildu y ERC sean pagafantas, sino que, en pol¨ªtica, a quien m¨¢s necesita el Gobierno es a quien tiene la sart¨¦n por el mango. S¨¢nchez dice querer una legislatura estable. Su reto es amarrar al PNV y a Puigdemont, en una versi¨®n moderna del Aznar de 1996, para lograrlo. De momento, han pasado de hablar catal¨¢n en la intimidad a hacerlo en p¨²blico en el Congreso.