Compasi¨®n, odio, indiferencia
Habr¨¢ un momento en que no podremos soportar m¨¢s v¨ªsceras ni m¨¢s llantos ni m¨¢s ni?os asesinados y esas im¨¢genes del espanto ir¨¢n desapareciendo de nuestros primeros planos, aunque intuyamos que ah¨ª sigan
Cuesta entender lo que pasa porque los tipos como yo no entendemos las cosas ni su profundidad y nos quedamos en la superficie m¨¢s sencilla y m¨¢s ingenua, precipit¨¢ndonos hasta la primera conclusi¨®n. Es esa ingenuidad por la que pensamos que las im¨¢genes de los cientos de ni?os muertos y heridos, de los ni?os que tiemblan de miedo, deber¨ªan parar la guerra, o por lo menos pausarla, por una raz¨®n que algunos han empezado a llamar derecho internacional humanitario y que nosotros, que no entendemos nada, llam¨¢bamos humanidad. Pero qu¨¦ sabremos nosotros del sufrimiento y de las reglas de las guerras, si hace falta saber tanto para poder incumplirlo casi todo.
Somos los ingenuos los que nos preguntamos por qu¨¦ cuesta tanto hacer llegar la ayuda por la que clama Naciones Unidas, por citar un organismo que no parezca de parte, aunque cualquiera se ha vuelto sospechoso. Al cabo, pronto dejaremos de ser los ingenuos para, con un poco de tiempo, convertirnos en los indiferentes, atra¨ªdos por nuevas tragedias: habr¨¢ un momento en que no podremos soportar m¨¢s v¨ªsceras ni m¨¢s llantos ni m¨¢s ni?os asesinados y esas im¨¢genes del espanto ir¨¢n desapareciendo de nuestros primeros planos, aunque intuyamos que ah¨ª sigan. Aunque lo sepamos. Qui¨¦n podr¨ªa decir hoy, por ejemplo, cu¨¢l ha sido la ¨²ltima matanza de Ucrania. Ocurri¨® otras veces y ocurre siempre: la indiferencia no caduca nunca.
Qui¨¦nes seremos nosotros, en fin, que pretendemos entender una realidad tan compleja, hecha de ofensivas y de convenciones, sin admitir que a estas alturas del mundo ¡ªcuando el hombre ya compite en prodigios con la inteligencia artificial¡ª la empat¨ªa no siempre es un valor ni es un principio, que hay otros por encima de lo que vale una vida. Qu¨¦ ingenuo ser¨ªa que en d¨ªas as¨ª, puestos ante el acelerado v¨¦rtigo de la historia, nos atrevi¨¦ramos a explicar una guerra a partir de la compasi¨®n. Resultar¨ªa tan superfluo como tratar de entender esta violencia de ahora seg¨²n otras pulsiones, como el odio o el poder; o la venganza confundida por justicia. Y seguro que no es as¨ª: que la condici¨®n humana es m¨¢s compleja y no puede comprenderse con tan poco.
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