M¨¢s tragedias de las que podemos soportar
Estamos saturados de dolor y muerte, pero no podemos dejar de mirar porque el olvido agranda las tragedias
Cada vez se oye con m¨¢s frecuencia una frase que es un s¨ªntoma de agotamiento: ¡°Ya no soporto ver las noticias¡±. La sucesi¨®n de tragedias est¨¢ provocando una sobrecarga informativa de alto contenido emocional. Dec¨ªa hace unos d¨ªas Sara Barbeira, directora del comit¨¦ de emergencia creado por organizaciones humanitarias para coordinar la respuesta a las crisis, que cuando una tragedia deja de ser noticia, se desploman las donaciones. Si no hay im¨¢genes, no hay respuesta. Pero el problema que ahora tenemos no es de falta de im¨¢genes sino de exceso. Venimos de la guerra terrible de Ucrania, los terremotos de Turqu¨ªa, Marruecos y Afganist¨¢n, las inundaciones de Libia y ahora el genocidio de Gaza. Ciudades destruidas, cuerpos desmembrados, gente que huye despavorida. La dosis diaria de im¨¢genes impactantes supera la capacidad que tenemos para asimilarlas y gestionarlas.
La proliferaci¨®n de conflictos y desastres naturales que llegan a nuestras vidas no para de crecer. La exposici¨®n diaria al sufrimiento se ha incrementado exponencialmente por dos razones. En primer lugar, el territorio que exige nuestra atenci¨®n ya no es, como ocurr¨ªa no hace tanto tiempo, el entorno inmediato o m¨¢s pr¨®ximo. Desde que tenemos tecnolog¨ªas que permiten transmitir en cualquier momento un suceso en directo desde cualquier parte del mundo, todo lo que ocurra en el planeta que sea impactante es susceptible de llegar a nuestra vida. Cuanto m¨¢s inesperado y dram¨¢tico, m¨¢s espacio ocupa, aunque sea algo remoto que apenas nos concierne.
En segundo lugar, porque en el mundo globalizado, cada vez es m¨¢s frecuente que nos veamos golpeados por situaciones de excepcionalidad y amenazas globales que afectan a lo que hasta ahora era el n¨²cleo de nuestra seguridad colectiva: el convencimiento de que disponemos de capacidad suficiente para dominar la naturaleza y responder ante cualquier contingencia que se nos presente. Pero la naturaleza est¨¢ enfadada por el da?o que le estamos infringiendo y ya no podemos tener la misma seguridad. Hemos desquiciado tanto el clima, que los desastres naturales acechan por todas partes y nadie est¨¢ ya seguro.
El resultado es que hay m¨¢s conflictos y m¨¢s desastres, y nos afectan m¨¢s. Cada vez tenemos mayor conciencia de nuestra vulnerabilidad. Hemos comprobado que, en este mundo interdependiente, los factores que generan las grandes crisis provocan ondas expansivas que pueden acabar afectando a nuestras vidas. Si estalla una guerra como la de Ucrania, no solo sufren los invadidos: cuando se para la producci¨®n y el comercio de cereales, tambi¨¦n sufren los cientos de millones de pobres africanos que esperan el trigo y el ma¨ªz para sobrevivir. Si el precio del gas sube por razones geoestrat¨¦gicas, los m¨¢s desfavorecidos de occidente pasan fr¨ªo, y si los precios suben, muchos bajan un pelda?o en la escalera de la exclusi¨®n social.
Todas esas tragedias nos llegan a trav¨¦s de los medios y las redes sociales, que con frecuencia son arrastrados a din¨¢micas informativas compulsivas, de manera que cuando se ocupan de la nueva crisis que acaba de estallar, tienden a la desmesura al tiempo que dejan de lado las que hasta ese momento acaparaban su atenci¨®n, como si solo tuvieran un ojo con el que poder mirar. ?D¨®nde ha quedado la guerra de Ucrania desde que ha estallado el drama de Gaza? Esa guerra contin¨²a, pero de repente se ha vuelto silente, y eso es lo que teme precisamente Volod¨ªmir Zelenski, porque sabe que el apoyo militar y la ayuda internacional dependen de la atenci¨®n que le presten los medios.
La paradoja es que estamos saturados de dolor y muerte, pero no podemos dejar de mirar porque el olvido agranda las tragedias. Las im¨¢genes de los ahogados del Mediterr¨¢neo, los cuerpos mutilados de las guerras, los ni?os destrozados bajo los escombros, son im¨¢genes que nos conmueven y nos aturden, pero no podemos dejar que la saturaci¨®n nos paralice o nos lleve a la insensibilidad, porque de nuestra capacidad de reacci¨®n depende muchas veces que los conflictos se encaucen y los que sufren puedan salir del infierno.
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