El asalto interminable
Desde la crisis de los misiles en 1962 entre EE UU y la URSS, nunca la situaci¨®n internacional hab¨ªa sido tan grave como ahora, con dos conflictos b¨¦licos, en Ucrania y Gaza, que amenazan con extenderse
La guerra entre Israel y Ham¨¢s no tiene perspectiva de acabar nunca. Para que haya una paz fructuosa entre israel¨ªes y palestinos, tendr¨ªa, antes, que explicarse y aceptarse algo que para los palestinos es incomprensible: que en medio de esas tierras surgiera una entidad israel¨ª de la noche a la ma?ana, por una decisi¨®n de las Naciones Unidas que no fue consultada con el pueblo palestino. Una decisi¨®n que fue, por supuesto, el resultado de d¨¦cadas de lucha por parte del movimiento sionista surgido a finales del siglo XIX como resultado, en parte, de los terribles pogromos sufridos por los jud¨ªos en Rusia y Europa central y oriental, y, en ¨²ltima instancia, de un movimiento de solidaridad internacional tras la tragedia del Holocausto. Pero que afectaba directamente a una poblaci¨®n establecida all¨ª desde hac¨ªa mucho tiempo, pasando por las ¨¦pocas del Imperio Otomano y, luego, el Mandato brit¨¢nico, para la cual el nacimiento de Israel signific¨® el desplazamiento forzado de cientos de miles de personas.
De otro lado, est¨¢ presidiendo el Gobierno israel¨ª un personaje, Benjam¨ªn Netanyahu, que tiene en la mira a todos los palestinos y est¨¢ dispuesto, en el mejor de los casos, a expulsarlos de los territorios ocupados y, en el peor, a aniquilar a todos los que pueda porque para ¨¦l no existe diferencia entre Ham¨¢s y quienes viven bajo ese r¨¦gimen fundamentalista. Batall¨® desde el primer d¨ªa, no lo olvidemos, contra los Acuerdos de Oslo que abrieron en los a?os 90 la posibilidad de una paz duradera, ha hecho lo posible por volver inviable un Estado palestino en los territorios ocupados y ha favorecido a Ham¨¢s en contra de la Autoridad Palestina creyendo que dividirlos y reducir a las autoridades de Cisjordania a la impotencia era la mejor forma de impedir que estas ¨²ltimas pudieran convertirse en el embri¨®n de un Estado palestino. Mientras no haya una soluci¨®n intermedia que compatibilice la existencia de jud¨ªos y palestinos, los asaltos, como el presente, no tendr¨¢n fin.
Quiz¨¢s har¨ªa falta que la ONU imponga una soluci¨®n a trav¨¦s de la fuerza, pero necesitar¨ªa la aceptaci¨®n y el concurso de las grandes potencias, empezando por los Estados Unidos. Y a¨²n as¨ª no habr¨ªa una paz sino moment¨¢nea, hasta que israel¨ªes y palestinos aceptaran la convivencia definitiva. Esto no va a ocurrir y las soluciones ser¨¢n siempre precarias, mientras el fondo del problema subsista y juegue con la victoria de unos y otros. El problema es muy arduo, y la prueba es que no se ha encontrado hasta ahora una soluci¨®n definitiva al asunto. Mientras tanto, el conflicto surgir¨¢ peri¨®dicamente, con su raci¨®n de v¨ªctimas interminables.
Las cosas se han complicado extraordinariamente mediante la provocaci¨®n de Ham¨¢s, que perpetr¨® una salvaje matanza de mil trescientos civiles israel¨ªes y secuestr¨® a cientos de personas. Una acci¨®n terrorista que Netanyahu intenta contrarrestar, desde el 7 de octubre, mediante un castigo colectivo al que pocos palestinos sobrevivir¨¢n (ya suman m¨¢s de 9.000 los muertos, incluyendo muchos ni?os, y son incontables los heridos) si las cosas contin¨²an como van. Netanyahu y los ministros extremistas que lo acompa?an (uno con varias sentencias judiciales a cuestas) son capaces de acabar con todas las brigadas palestinas en nombre de la justicia de su naci¨®n, sin importarles los miles de v¨ªctimas que nada tienen que ver con Ham¨¢s ni grupos terroristas y que son hijos o nietos de la limpieza ¨¦tnica de 1948.
Hay otras situaciones de esta naturaleza por el mundo. Una es la decisi¨®n de Vladimir Putin de apoderarse de Ucrania, con el cuento de que en el remoto pasado Ucrania perteneci¨® a la URSS, aunque los ucranianos hayan considerado esa caracter¨ªstica como no habida en la conformaci¨®n del Estado ucraniano. Tambi¨¦n all¨ª hay miles de v¨ªctimas civiles que no tienen la culpa de nada. Ucrania ha mostrado, gracias a un l¨ªder excepcional, que est¨¢ dispuesta a resistir y lo est¨¢ logrando gracias a que la mayor parte de sus armas y municiones son suministradas por Estados Unidos y Europa. El problema es semejante al que separa a israel¨ªes de palestinos. Me refiero al peligro de una escalada que desemboque en un conflicto nuclear. Rusia tiene una mayor¨ªa de armamentos que, al otro lado, s¨®lo es posible contrarrestar gracias a la ayuda occidental, en un juego peligroso en el que las armas at¨®micas sobreviven bajo guarda, pero podr¨ªa venir un desliz que las ponga en movimiento y ser¨ªa el acabose. Lo insensato es que nadie parece entender que esas armas pueden pasar a desempe?ar un papel principal y acabar con el mundo.
En lo inmediato, la urgencia m¨¢s grave, sin ninguna duda, es parar la guerra en la Franja de Gaza y sus proximidades. Netanyahu sabe bien que los cientos de miles de palestinos a los que ha expulsado de sus hogares (destruidos por los bombardeos) no tienen d¨®nde huir, y cada vez menos qu¨¦ comer y beber. Y no ignora que en un momento dado eso puede provocar el ingreso a la guerra de otros pa¨ªses y por tanto derivar en un conflicto que ponga las armas nucleares en movimiento.
Muchos conflictos aparentemente locales o circunscritos a ciertas jurisdicciones tienen vasos comunicantes con potencias superiores que cuentan con armas nucleares o que, como el caso de Ir¨¢n, est¨¢n muy pr¨®ximas a conseguirlas. Me refiero a conflictos, por ejemplo, en algunos lugares de ?frica o en otras partes de Oriente Medio, como Yemen.
Los palestinos se preguntan, mientras tanto: ?hasta cu¨¢ndo vamos a soportar esta soberan¨ªa que viene amparada por las poderosas fuerzas armadas israel¨ªes y que nos tiene en condiciones infrahumanas desde hace tanto tiempo? Mientras no haya armas at¨®micas de por medio, la situaci¨®n es ¡°sostenible¡±, aunque haya miles de muertos y heridos en las regiones palestinas. Pero todo puede cambiar si deciden intervenir otros pa¨ªses a los que ya no ser¨¢ tan f¨¢cil someter como a los palestinos encerrados en Gaza. En el momento en que aparezcan las poderosas armas hay que pedir soluci¨®n a los dioses si no queremos que todo estalle en pedazos. La verdad es que, desde la crisis de los cohetes en 1962, nunca la situaci¨®n hab¨ªa sido tan grave como esta vez, con dos conflictos que amenazan con extenderse o provocar verdaderas masacres. Tanto, que la poblaci¨®n palestina podr¨ªa desaparecer enteramente asaltada por las fuerzas militares israel¨ªes y sin v¨ªas de escape, aunque la posibilidad de que los aliados de los palestinos tambi¨¦n tengan armas potentes con capacidad de ser empleadas en cualquier momento sea una realidad que debe ser sopesada.
Insisto en que es extraordinario que nadie en posiciones de responsabilidad parezca pensar en que, en el peligro incierto de una victoria total, puede venir escondido un paquete de proyecciones que conducen, potencialmente, a la extinci¨®n de la vida humana. Mientras tanto, los analistas se plantean qui¨¦n puede ganar esa guerra, qu¨¦ otros actores pueden entrar, etc., sin tener en cuenta, en el fr¨ªo an¨¢lisis, la desaparici¨®n misma de la humanidad.
Vivimos una paradoja extraordinaria. Por una parte, progresamos de manera inaudita y los milagros de la inteligencia artificial ocupan nuestra atenci¨®n todos los d¨ªas, y al mismo tiempo corremos el riesgo de un estallido at¨®mico que nos regresar¨ªa a los albores de la humanidad, cuando el hombre desaparec¨ªa en la confrontaci¨®n con el simio. Vivimos el siglo XXI y potencialmente la era de la caverna, todo al mismo tiempo.
Y all¨ª dejo el an¨¢lisis, con la pregunta del mill¨®n: ?cu¨¢ndo se nos ir¨¢ la mano y estallaremos como si fu¨¦ramos pompas de jab¨®n por la insensatez y la barbarie de pol¨ªticos fan¨¢ticos y oscurantistas que desprecian la vida humana? Esta fue la pregunta que, hace varias d¨¦cadas, se atrevi¨® a lanzar un cineasta. Hoy la retomo sin la amenaza de ser atendido.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.