No en mi nombre
Catalu?a es parte integrante de Espa?a desde hace siglos. Y as¨ª lo sienten millones de catalanes, como se demuestra cada vez que hay manifestaciones contra de la independencia, como la del domingo pasado

Lamento no haber podido estar en la manifestaci¨®n convocada por Societat Civil Catalana el pasado 8 de octubre en Barcelona, ciudad de la que guardo los mejores recuerdos, que el domingo se cubri¨® de pancartas, afirmando la convicci¨®n de catalanes y espa?oles venidos de otros lugares de mantenerse unidos. Siento de veras haber estado lejos, por razones ajenas a mi voluntad, cuando tantas personas sal¨ªan a la calle a defender su vinculaci¨®n con Espa?a, a proclamar que no se sienten ¡°extranjeros¡± y a pedir igualdad ante la ley.
Viv¨ª cinco a?os en Barcelona, de 1970 a 1974, y como la memoria no me suele fallar en estos episodios, puedo decir que los independentistas, en aquella ¨¦poca, eran un reducto muy min¨²sculo al que las fuerzas vivas de la ciudad miraban como aut¨¦nticos estrafalarios. Nada hac¨ªa sospechar lo que suceder¨ªa despu¨¦s. Por eso, para m¨ª fue una verdadera sorpresa, al regresar a Espa?a muchos a?os m¨¢s tarde, encontrarme con gigantescas manifestaciones a favor del secesionismo. Qu¨¦ disparate monumental. El independentismo puede armarse de una manera preventiva, cuando existen bases s¨®lidas para esa nomenclatura, por ejemplo cuando un poder central persigue y reprime una lengua regional u otras manifestaciones culturales. Pero, reivindicarlo a estas alturas, cuando Espa?a lleva tantos a?os, desde el final de la dictadura, tratando de unirse y reconstruirse sobre la base de una descentralizaci¨®n casi comparable en muchos aspectos a la de un Estado federal, me parece la mayor de las tonter¨ªas. Y lo repito: tonter¨ªas. Catalu?a es parte integrante de Espa?a desde hace muchos siglos, y as¨ª lo sienten millones de catalanes, como se ha demostrado cada vez que ha habido manifestaciones en contra de la independencia, y de ninguna manera puede escindirse y optar por un camino propio. Porque, ?cu¨¢l ser¨ªa ese camino? El de optar por una secesi¨®n de la que se beneficiar¨ªan unos pocos, a la vez que provocar¨ªa el atraso y retroceso de la mayor parte de la poblaci¨®n (y la persecuci¨®n contra los catalanes partidarios de la unidad de Espa?a).
Por ello me ha conmovido profundamente ver, el pasado domingo, a esos catalanes que luc¨ªan pr¨¦dicas a favor de Espa?a, que es un pa¨ªs perfectamente ordenado y que tiene muchos siglos de fortaleza. Mi vida, en esos cinco a?os que pas¨¦ en Barcelona, estuvo vinculada a dos personas excepcionales que estaban en las ant¨ªpodas del fanatismo independentista: a Carlos Barral, un poeta que luego se convirti¨® en editor de manera transitoria, pese a que fue uno de los inspiradores del ¡°boom¡± de la novela hispanoamericana, que entr¨® por Barcelona para quedarse. Y a Carmen Balcells, brillante y precursora, que fue la responsable de que muchos escritores fu¨¦ramos a vivir a Barcelona, a gozar de esa magn¨ªfica ciudad, con sus editoriales, su gran cultura, su curiosidad sin l¨ªmites y su efervescencia. Esa Barcelona abierta, integradora, era la puerta a la modernidad, a la libertad y al futuro que todos augur¨¢bamos brillante, a pesar de que Espa?a estaba bajo el imperio de un r¨¦gimen autoritario.
Estamos, en estos momentos, en una situaci¨®n muy dif¨ªcil. Quienes escaparon de Barcelona huyendo de la justicia por haber violentado el orden constitucional reclaman ahora una libertad total a cambio de aportar los votos necesarios que dar¨ªan a Pedro S¨¢nchez un nuevo gobierno en La Moncloa. Espa?a, como todos los pa¨ªses, tiene el derecho y el deber de sancionar a quienes pretendieron romper la naci¨®n salt¨¢ndose las leyes. Y ser¨ªa un precedente grav¨ªsimo acordar lo que desean los independentistas, aquellos que han encontrado refugio en el extranjero y que all¨ª se mantuvieron pr¨®fugos hasta la fecha, a la espera de encontrar la oportunidad de chantajear a la democracia espa?ola. Bajo esas condiciones, ser¨ªa una manera macabra de obtener el poder. Por ello, me alegra mucho que 300.000 personas, a juicio de los organizadores, llenaran el centro de Barcelona expresando su rechazo a ese favoritismo inaceptable y que, cargados de afiches y pancartas, proclamaran su adhesi¨®n a la Constituci¨®n y a la Espa?a eterna, plural y solidaria. As¨ª me gusta ver a Catalu?a, esa regi¨®n pujante que me descubri¨® como escritor, igual que a Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, a Julio Cort¨¢zar, a Carlos Fuentes y a tantos escritores que salieron a la luz p¨²blica y tuvieron proyecci¨®n internacional gracias a las editoriales catalanas. Ninguno de ellos creer¨ªa lo que est¨¢ ocurriendo, porque nosotros vivimos momentos milagrosos, en los que las editoriales se disputaban nuestros t¨ªtulos, la gente nos le¨ªa en espa?ol y todo el mundo so?aba con vivir all¨ª porque era la regi¨®n m¨¢s abierta y m¨¢s plural de Espa?a. Nadie se iba, todos deseaban entrar. Por eso, qu¨¦ bonito espect¨¢culo el del pasado domingo: pac¨ªfico, pero firme y justiciero.
Espa?a no tiene nada que envidiar a los pa¨ªses antiguos y consolidados de Europa porque hace cientos de a?os que los l¨ªmites de este pa¨ªs est¨¢n trazados, y quien esto escribe es un sudamericano que est¨¢ orgulloso de la naci¨®n que lo adopt¨® y de su uni¨®n, que se remonta al descubrimiento de Am¨¦rica, a la que este pa¨ªs relativamente peque?o engrandeci¨® y dio un idioma que ahora permite viajar desde M¨¦xico hasta la Patagonia, m¨¢s de 8.000 kil¨®metros, cruzando territorios hermanados por una misma lengua y lazos comunes.
Pens¨¦ en todo esto mientras contemplaba a esos miles y miles de catalanes enarbolando, como un desaf¨ªo, su vocaci¨®n constitucional y espa?ola, que no tiene por qu¨¦ estar re?ida con la afirmaci¨®n de lo propio, es decir, de esa cultura que reclama el derecho a su lengua y a su entra?a fundamental, y que no tiene por qu¨¦ acomplejarse por el hecho de pertenecer a una unidad m¨¢s amplia. La lengua catalana, que yo aprend¨ª, es muy rica y diversa, y ha producido grandes poetas y escritores, algunos verdaderamente magn¨ªficos, que son, tambi¨¦n, parte integral de Espa?a por voluntad de los propios catalanes. Y que hablen y mantengan su bonita lengua no tiene disputa alguna: es su lengua y todo lo que sea afirmaci¨®n y proyecci¨®n de ella, bienvenido sea. Eso no va a desmerecer Espa?a ni mucho menos, orgullosa de todas las culturas que la integran. Nada de eso est¨¢ en cuesti¨®n ni tiene que ver con la independencia. Catalu?a es parte esencial del pa¨ªs, con su lenguaje propio, sus fiestas, tradiciones, gastronom¨ªa, sus ricas tradiciones. Todas las naciones son la suma de muchas tradiciones culturales, de muchos particularismos, que se enriquecen mutuamente sin perder identidad y que se combinan para hacer de la naci¨®n una entidad m¨²ltiple, diversa, abierta. Por eso ha sido bonito ver las Ramblas con esas banderas, catalana y espa?ola, manifestando su asociaci¨®n entre ambas, y las calles principales de Barcelona con esos personajes que luc¨ªan, sin verg¨¹enza, su amor por Espa?a y por su propia tierra, afirmando de manera perentoria que ambas cosas son una sola y que los catalanes no son incompatibles con el amor a lo espa?ol, pues ambos sentimientos, el orgullo de la regi¨®n y la solidaridad con el pa¨ªs al que pertenece, no son excluyentes sino acumulativos.
Siento de verdad no haber estado all¨¢ con mi ramo de flores y expresando mi repudio a quienes pretenden violar la ley y hacer suya la m¨¢xima que los fan¨¢ticos del independentismo pretenden imponer a los dem¨¢s. Barcelona no va a romper Espa?a ni a enterrarla. Barcelona, en manos de aquellas gentes que salieron a la calle a decir ¡°no en mi nombre¡±, est¨¢ tranquila y segura.
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