Una inteligencia no tan artificial
Las m¨¢quinas se inspiran en la mente humana. Es hora de que nos devuelvan el favor
Nuestra tecnolog¨ªa nunca ha sido tan artificial como creemos. En las primeras d¨¦cadas del siglo XX los globos dirigibles, llamados zepelines por el conde Ferdinand Adolf August Heinrich Graf von Zeppelin, c¨¦lebre inventor alem¨¢n de la ¨¦poca, eran una de las propuestas estrella para surcar los cielos. El hecho de que el conde no tuviera ni idea de matem¨¢ticas y de que, seg¨²n ciertas versiones sin contrastar, le copiara la idea al c¨®nsul colombiano en Hamburgo, no fue la primera causa de la ca¨ªda en desdicha de los zepelines. La primera causa fue el desastre del Hindenburg, como sabe cualquier espectador de los documentales de La 2, que son casi todos los espa?oles seg¨²n las encuestas, no as¨ª seg¨²n los ¨ªndices de audiencia.
Y la segunda causa fue que el conde hab¨ªa ignorado un principio b¨¢sico de la ingenier¨ªa: no arregle lo que ya funciona. En cuesti¨®n de volar, lo que ya funcionaba eran los p¨¢jaros. Ninguno de ellos utiliza un bal¨®n de hidr¨®geno para flotar por el aire de un lado al otro. Imaginen que las ¨¢guilas se tuvieran que mover as¨ª: se habr¨ªan extinguido por inanici¨®n. Las ¨¢guilas, como el resto de las aves, son m¨¢s pesadas que el aire. Planean, pero no flotan. A cambio, tampoco explotan como el Hindenburg. Aunque los turistas actuales se den un ocasional chute de adrenalina montando en globo en la Capadocia, nuestro trasporte a¨¦reo no se basa en la antinatural ocurrencia del conde Von Zeppelin, sino en la forma de los p¨¢jaros. Es un ejemplo primitivo de bioinspiraci¨®n, y hay muchos m¨¢s. No aburrir¨¦ al lector con su enumeraci¨®n, aunque s¨ª le invito a pensar sobre el tema. Pensar es fatigoso, pero entretenido.
La inteligencia artificial no es una excepci¨®n. Nunca lo fue. La evidencia de que nuestra mente est¨¢ hecha de neuronas que reciben muchas conexiones por sus dendritas, las procesan y emiten una se?al por su ¨²nico ax¨®n se remonta a Cajal, y los intentos de imitar esa configuraci¨®n tienen medio siglo de historia. Las redes neurales artificiales que subyacen a los prodigios de las m¨¢quinas actuales ¡ªChatGPT es solo la punta de un iceberg gigantesco¡ª se inspiran en nuestra mente tambi¨¦n a un nivel superior. Como ocurre en nuestro cerebro, estas redes procesan la informaci¨®n de entrada mediante una capa tras otra de abstracci¨®n progresiva. En nuestro c¨®rtex (corteza cerebral) visual, esos niveles progresan desde l¨ªneas y ¨¢ngulos, pasando por formas planas como los cuadrados y tridimensionales como los cubos, hasta generar una gram¨¢tica de las formas que nos permite ver el mundo. El mismo principio se puede aplicar a cualquier informaci¨®n que reciba una m¨¢quina.
En un alarde de justicia hist¨®rica, la inteligencia artificial nos est¨¢ empezando a devolver los servicios prestados. Los neurocient¨ªficos est¨¢n obteniendo tal raudal de informaci¨®n sobre el cerebro que no hay mente humana que lo pueda digerir, metabolizar y convertir en conocimiento. Un cerebro humano tiene 80.000 millones de neuronas, un n¨²mero comparable al de estrellas en una galaxia, y cada una puede recibir informaci¨®n de otras 1.000 o 10.000 neuronas. Demasiado para nuestra pobre especie, reci¨¦n asomada al ¨¢rbol del conocimiento. Bienvenido sea el robot que pueda ayudarnos.
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