?Viva Espa?a!
Al salir de la RAE, me sac¨® del hechizo un helic¨®ptero que vigilaba a los violentos que protestaban contra el leg¨ªtimo candidato a presidir el Gobierno. Iban envueltos en la bandera, como si el pa¨ªs fuera suyo y no de todos
Anoche vi frente a frente a un espa?ol feliz y tranquilo. Reporto el prodigio en esta columna de ¨²ltima p¨¢gina, aunque, tal y como est¨¢ el patio, deber¨ªa ir a cinco y en primera plana. Fue de pura chiripa, en la sede en Madrid de la Real Academia Espa?ola, uno de esos solemnes lugares donde pareciera que nunca pasa nada. Sal¨ªa de un despacho, desconectada del mundo un par de horas, cuando me top¨¦ con un revuelo de c¨¢maras, micr¨®fonos y colegas del oficio con la expectaci¨®n de las grandes ocasiones impresa en el rostro, y me qued¨¦ a ver qui¨¦n las provocaba. En esas, entr¨® un caballero alto y flaco, barba y pelambrera canas, lentes montadas en varilla de plata y traje y corbata de los de ir a las bodas, y declar¨® estar encantad¨ªsimo de la vida y m¨¢s contento que unas Pascuas. Era don Luis Mateo D¨ªez, Quijote octogenario, seg¨²n propio autorretrato, agradeciendo su flamante Premio Cervantes. Ca¨ª enamorada.
Lo que vino despu¨¦s fue el canto de amor a la vida y la escritura de un viejo narrador sin az¨²car ni ac¨ªbar. Dijo que la edad es un cuento, pero que el cuerpo pesa. Que la vida es inc¨®moda, pero merece la pena. Y que la felicidad constante no existe, pero su equivalente realista es gozar de la tranquilidad suficiente para dormir sin m¨¢s reconcome que el de las propias tripas digiriendo la zozobra de estar vivo. Daba gusto escucharlo, dilat¨¢ndose en las respuestas, gust¨¢ndose al ver que gustaba, pidiendo m¨¢s preguntas cuando estas se acabaron por las prisas, aunque nadie quisiera irse, ¨¦l el primero. Apuesto a que, de haber sido la hora del verm¨² y no la del cierre de los peri¨®dicos y los telediarios, habr¨ªa convidado a una ronda a los presentes para celebrarlo. Al salir del templo de las letras, templado el cuerpo y el ¨¢nimo por la alegr¨ªa del premiado, el fr¨ªo de la noche y el estruendo de un helic¨®ptero me sacaron del hechizo. Era la Polic¨ªa vigilando las violentas protestas contra las leg¨ªtimas negociaciones del leg¨ªtimo candidato a presidente del Gobierno para ser investido. Muchos iban envueltos en la bandera de Espa?a, como si fuera suya en exclusiva. No les cabe en la cabeza que Espa?a somos todos.
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