La balada triste del hombre con su mu?eca hinchable

En la fotograf¨ªa, compartida en X por @anardgzgil a la 1.05 del pasado d¨ªa 15, se ve a un se?or de mediana edad pegado a la puerta y de espaldas en un vag¨®n del metro madrile?o. Tiene la cabeza agachada. Mira su m¨®vil, mientras con el pie aguanta en tensi¨®n un churro de piscina rosa atado a una mu?eca hinchable. El juguete sexual, tambi¨¦n de espaldas, queda atrapado entre su cuerpo y la que ser¨¢ su v¨ªa de salida al and¨¦n. Se podr¨ªa decir que la est¨¢ asfixiando de lo pegada al cristal que se encuentra. A su lado, en una pancarta, se intuye parte de su mensaje, que se ve completo en otras fotograf¨ªas del hilo: ¡°Annistia [sic] no. S¨¢nchez dictador. Basta ya!!¡±. Susan Sontag escribi¨® en El hero¨ªsmo de la visi¨®n que ¡°la mayor vocaci¨®n de la fotograf¨ªa es explicar el hombre al hombre¡±. Si algo ha hecho esa imagen, que ha acabado viraliz¨¢ndose, es dar literalidad, por lo espec¨ªfico y gen¨¦rico, a la c¨¦lebre cita.

Verg¨¹enza ajena y rid¨ªculo son los primeros adjetivos que nos asaltan al preguntarnos qu¨¦ despierta la imagen de un hombre paseando de madrugada a una mu?eca hinchable por el suburbano madrile?o. Tristeza, puede que hasta compasi¨®n. ?Qui¨¦n le hizo da?o a ese se?or? Pero la pena se esfuma si en otra foto no aparece solo uno, sino una veintena, compinchados para acudir cada uno con el mismo modelo de mu?ecas de procesi¨®n vociferando frente a la sede del PSOE ¡°?estas son las ministras del Gobierno!¡± o ¡°no es una sede, es un puticlub¡±. La misoginia nos estalla, otra vez, en la cara.

La manifestaci¨®n orquestada de mu?ecas hinchables ni es una caricatura cutre ni una payasada aislada. Es la en¨¦sima escenificaci¨®n de la dominaci¨®n masculina y la violencia que subyace en su homosocializaci¨®n. Hombres que se peinan y se visten igual para reconocerse y admirarse entre s¨ª. Hombres que se re¨²nen para dejar claro el sitio que debe ocupar el g¨¦nero femenino en su imaginario: humillado y sometido a su voluntad, como los orificios inertes de una mu?eca sexual. Estoy cansada de escribirlo para recordarlo, pero es que muchas estamos hartas de verlo.

Como ejemplifica Martine Delvaux en Los boys club (Pen¨ªnsula), lo de la otra noche ya pas¨® en los clubes de caballeros que nacieron por miedo al avance de las feministas sufragistas y pasa en los reservados de puros y whiskies donde se cierran los tratos de ese otro poder que nadie ha votado. Pas¨® cuando, hace m¨¢s de un a?o, los chavales del colegio El¨ªas Ahuja gritaron ¡°?Putas, salid de vuestras madrigueras, conejas, hoy vais a follar todas en la capea!¡±, y en todos esos espacios en los que machistas, hom¨®fobos y clasistas de manual se re¨²nen para que nadie les tosa y salvaguardar su poder. Apesta a ranciedad, pero es la respuesta c¨ªclica a la ansiedad que genera el progreso.

Esas mu?ecas de Ferraz simbolizan el miedo que esos hombres sienten hacia las mujeres o hacia lo femenino. Es una manifestaci¨®n de la repugnancia que nace de desear a quien se desprecia y de la idea de que esa a quien quieren subyugada les iguale en poder. El dramaturgo David Mamet dijo que ¡°en la mente de los hombres, las mujeres ocupan un lugar tan bajo dentro de la escala social que no sirve de nada definirse en funci¨®n de una mujer. Lo que los hombres necesitan es la aprobaci¨®n de los hombres¡±. Por eso, la pat¨¦tica foto viral de un hombre con una mu?eca hinchable es tan certera. Solo con su manada tendr¨¢ sentido entonar la (ag¨®nica) balada del macho occidental.