Felipe Gonz¨¢lez y la ¡®generaci¨®n S¨¢nchez¡¯
El PSOE actual no alarma tanto a muchos j¨®venes de izquierdas como a la vieja guardia socialista. Hay algo de generacional en eso de indignarse por pactar con Podemos, la izquierda abertzale, o con Puigdemont
A Felipe Gonz¨¢lez no le gusta la amnist¨ªa, ni se har¨ªa fotos con Carles Puigdemont en Waterloo: al PSOE no lo reconoce ni la madre que lo pari¨®. Aunque quiz¨¢s nos preguntamos demasiado si Gonz¨¢lez o Alfonso Guerra se identifican con su partido actual, en vez de preguntarnos si la generaci¨®n de j¨®venes de izquierdas de hoy votar¨ªa a los l¨ªderes del PSOE de 1982. Cabe pensar que no. Pedro S¨¢nchez s¨®lo es el s¨ªntoma de c¨®mo Espa?a y la izquierda han cambiado en 40 a?os, pese al recelo de la vieja guardia hacia el Frankenstein.
Y es que la supervivencia del PSOE ha sido la gran preocupaci¨®n de sus exdirigentes en estos a?os: tem¨ªan que el partido se hundiera por pactar con Podemos o el independentismo vasco y catal¨¢n. Como describe el periodista Gregorio Mor¨¢n, Gonz¨¢lez era un jugador de billar, un pol¨ªtico que siempre dejaba la bola preparada para sobrevivir a una siguiente jugada. Los cr¨ªticos S¨¢nchez har¨¢n la f¨¢cil comparaci¨®n: ¡°Alguien que rompe la baraja a cada decisi¨®n, sin pensar ni en Espa?a, ni en el partido el d¨ªa despu¨¦s¡±, suelen decir.
Ahora bien, no es f¨¢cil saber cuando se trata del poder qu¨¦ es dejar la bola preparada para sobrevivir a la siguiente jugada. El PSOE actual no es heredero de las mayor¨ªas absolutas en los a?os 80, sino del fin del terrorismo en Euskadi, del proc¨¦s en Catalu?a, y de c¨®mo la juventud de izquierdas se vio ampliamente seducida por Pablo Iglesias tras el 15-M. Los retos de Ferraz no son los mismos que anta?o. Por eso, hay algo de generacional en eso de indignarse por los pactos de S¨¢nchez con Podemos a 2020, con Carles Puigdemont a 2023, o tal vez con la izquierda abertzale en Euskadi alguna vez.
El propio contexto actual explica por qu¨¦ la amnist¨ªa seguramente sea el mal menor para muchos j¨®venes de izquierdas: les preocupar¨ªa m¨¢s un Gobierno de gran coalici¨®n con el Partido Popular, o que Vox llegara al poder, que entenderse con esos llamados ¡°enemigos de Espa?a¡±. La evidencia es que S¨¢nchez gan¨® casi un mill¨®n de votos el 23-J tras haber forjado a todas luces su amalgama Frankenstein.
A menudo se acusa a la izquierda del auge del independentismo en la ¨²ltima d¨¦cada. Es falaz. Podemos fue clarividente al ondear en 2015 la bandera de la plurinacionalidad, que no casualmente ti?e el Congreso hoy. Hay una relaci¨®n entre la ca¨ªda del partido de Iglesias y la pujanza de algunas formaciones como Bildu o el BNG porque, precisamente, Podemos sirvi¨® durante un tiempo de dique de contenci¨®n del nacionalismo en ciertas comunidades, al ser la primera formaci¨®n estatal que amparaba la idea del refer¨¦ndum pactado ante el auge del proc¨¦s. La nueva izquierda espa?ola est¨¢ atravesada por la cuesti¨®n territorial. Por eso, si el presidente no hubiese legitimado los pactos con Podemos o ERC, como le impidi¨® el Comit¨¦ Federal en 2015, dif¨ªcilmente habr¨ªa recuperado muchos votos en Catalu?a o Euskadi. El 23-J algunos independentistas apostaron por el PSC como ¡°voto ¨²til¡± para evitar que la derecha llegara al poder. Dejar la bola preparada para que el PSOE pueda sobrevivir en el futuro tambi¨¦n es entender el pa¨ªs de hoy.
En consecuencia, el enfado contra S¨¢nchez no es ni siquiera porque la jugada haya salido mal tras pactar con quienes ¡°quieren romper Espa?a¡±. Al contrario: el independentismo catal¨¢n se hundi¨® en las ¨²ltimas generales y municipales porque cada medida de gracia, v¨¦anse los indultos, borra el agravio y deja a sus votantes cada vez m¨¢s lejos de su sue?o de ruptura de 2017. Si el problema con S¨¢nchez fuera de raz¨®n de Estado, ese servicio que le vienen reclamando sus mayores estar¨ªa satisfecho ya: tambi¨¦n ha noqueado a Podemos. Si solo fuera por las dudas legales que ahora plantea la amnist¨ªa, no habr¨ªa recibido la misma cr¨ªtica constante desde la moci¨®n de censura contra Mariano Rajoy.
Quiz¨¢s lo que muchos no perdonan al actual l¨ªder del PSOE es haber inmolado una especie de sentido com¨²n bipartidista, compartido desde el PP hasta la vieja guardia socialista, sobre que ambos deber¨ªan apoyarse para salvarse contra la amenaza del independentismo y de los partidos extremos. Es la entente t¨¢cita que se mantuvo cuando Rajoy fue investido con la gran coalici¨®n por la puerta de atr¨¢s de 2016. Pero incluso esa noci¨®n del Estado es generacional. Antes del estallido del 15-M muchos j¨®venes votantes se quejaban de que el PSOE y los populares parec¨ªan lo mismo en su visi¨®n territorial.
Ni siquiera es verdad ese relato por el cual el PP y Vox han venido a preservar Espa?a tal y como se entendi¨® en la Transici¨®n. El giro excluyente y cainita que simbolizan Vox, el madridcentrismo de Isabel D¨ªaz Ayuso o el actual Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar nada tienen que ver con el Aznar del Pacto del Majestic o el esp¨ªritu integrador de la Constituci¨®n. La intransigencia territorial de la derecha es otra mutaci¨®n, y por eso Alberto N¨²?ez Feij¨®o no es hoy presidente gracias a PNV o Junts. La pregunta, pues, no es si al expresidente Gonz¨¢lez le disgusta la amnist¨ªa o si Guerra no se reconoce en el partido que levant¨®. La pregunta es por qu¨¦ a la derecha se le admite su cambio generacional y, en cambio, a las nuevas remesas de votantes socialistas que tambi¨¦n defienden la Constituci¨®n, no.
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