?En nombre de la democracia?
Las derechas, en lugar de oponerse a la ley de amnist¨ªa como se oponen a otras muchas iniciativas pol¨ªticas, han adoptado un lenguaje hiperb¨®lico que sostiene que es el fin del Estado de derecho y la divisi¨®n de poderes
Las movilizaciones masivas en contra de la amnist¨ªa y de los pactos de investidura firmados por el PSOE han puesto de manifiesto que en Espa?a, como en muchos otros pa¨ªses, se ha producido una quiebra profunda en la sociedad. El problema no es tanto que haya dos Espa?as, pues, en cierto sentido, las ha habido durante mucho tiempo, de manera parecida a como en Estados Unidos la poblaci¨®n se divide en republicanos y dem¨®cratas, sino que, al igual que en el gigante americano, esas dos partes no dispongan en estos momentos de un terreno com¨²n desde el que plantear y confrontar sus diferencias.
Da la impresi¨®n de que la divisi¨®n pol¨ªtica hace ya imposible discutir sobre pol¨ªtica. Algo profundo se ha roto con la propuesta de una ley de amnist¨ªa. No lo digo por el hecho de que una gran parte de los espa?oles, seguramente una mayor¨ªa, est¨¦ en contra de que se perdone a las personas encausadas por el proc¨¦s catal¨¢n, pues esto es algo completamente leg¨ªtimo, sino por la manera de defender y justificar su oposici¨®n a la misma.
Insisto, hay buenos motivos para oponerse a la amnist¨ªa y, sobre todo, para criticar el giro s¨²bito que ha dado el PSOE en este asunto tras las elecciones del 23-J. Tambi¨¦n, por supuesto, hay buenos motivos para apoyarla. Yo mismo he procurado ofrecer algunos de estos ¨²ltimos. En cuanto a los argumentos en contra, se pueden esgrimir razones de justicia (quien comete delito debe pagar por ello), de igualdad (otros delincuentes no reciben el mismo beneficio), de conveniencia (da un poder indebido a quienes quieren separarse de Espa?a) y de oportunidad (invita a los independentistas a repetir sus acciones en el futuro). De todo ello se puede hablar e intercambiar puntos de vista.
Ahora bien, el problema estriba en que las derechas nacionalistas espa?olas, en lugar de oponerse a la ley de amnist¨ªa como se oponen a otras muchas iniciativas pol¨ªticas, han adoptado un lenguaje hiperb¨®lico seg¨²n el cual la amnist¨ªa supone el fin del Estado de derecho, la divisi¨®n de poderes y la democracia misma. En su formulaci¨®n m¨¢s exagerada, el presidente del Gobierno, Pedro S¨¢nchez, se habr¨ªa convertido en un dictador que, con tal de permanecer en el poder, est¨¢ dispuesto a deshacerse de la democracia y romper Espa?a. Y no me refiero ahora a palabras estramb¨®ticas de manifestantes an¨®nimos o de columnistas recalentados, sino a las declaraciones de la presidenta del PP madrile?o, Isabel D¨ªaz Ayuso y de otros cargos de dicho partido, cuyo corolario es la rid¨ªcula campa?a lanzada en Europa pidiendo ayuda para salvar la democracia espa?ola del golpismo izquierdista.
Hay en esta involuci¨®n de las derechas espa?olistas una paradoja curiosa que no se encuentra f¨¢cilmente en las derechas radicalizadas de otros pa¨ªses. Me refiero al hecho de que la oposici¨®n del PP y Vox, basada en un nacionalismo primario, se envuelva en la bandera de los valores democr¨¢ticos y constitucionales. Hablan de democracia y Estado de derecho, pero quieren decir unidad nacional e intransigencia en la cuesti¨®n territorial. Recurren a valores c¨ªvicos, a la divisi¨®n de poderes y a la libertad para oponerse a la amnist¨ªa, como si una ley org¨¢nica, sometida a los controles constitucionales del sistema, pudiera dinamitar dicho sistema desde dentro. Cuentan para ello con la complicidad y el apoyo de los intelectuales derechizados y reaccionarios que han traspasado las ideas que empleaban en la lucha contra el terrorismo de ETA a la causa nacional. Despu¨¦s de tantos a?os perorando contra el nacionalismo, no son capaces de percibir la fuerza pol¨ªtica que ha adquirido el nacionalismo espa?ol.
Al proceder as¨ª, disfrazando el impulso espa?olista con una aparente preocupaci¨®n por la democracia, intentan legitimar con tintes c¨ªvicos su rechazo excluyente de la ¡°anti-Espa?a¡± (las izquierdas y los nacionalismos no espa?olistas). La maniobra, sin embargo, es demasiado burda para resultar veros¨ªmil. Las amnist¨ªas, en Espa?a y en otros muchos pa¨ªses democr¨¢ticos en las que se aprueban, por los motivos m¨¢s variados, no suponen el hundimiento ni de la democracia ni del Estado de derecho. Quienes promueven aqu¨ª la amnist¨ªa no son unos golpistas, sino las fuerzas parlamentarias que conforman un bloque mayoritario en el Congreso. En ning¨²n pa¨ªs avanzado, cuando se aprueba una amnist¨ªa, se entiende esta como una injerencia en el poder judicial.
Es comprensible la rabia y la frustraci¨®n de quienes pensaron que la crisis constitucional catalana fue un golpe de Estado que ten¨ªa que resolverse mediante elevadas condenas de c¨¢rcel a sus promotores. Ahora se ven descolocados. Su n¨¦mesis, el se?or Puigdemont, podr¨ªa regresar a Espa?a sin cargos (salvo que prospere la astracanada del juez Garc¨ªa-Castell¨®n, acusando de terrorismo al l¨ªder independentista). Desde su nacionalismo primario, las derechas tienen todo el derecho del mundo a protestar y patalear. Pero no pueden enga?ar al personal diciendo que lo hacen en nombre de la democracia y el Estado de derecho.
Aunque no tenga m¨¢s valor que el anecd¨®tico, oyendo las respuestas de algunos participantes en las protestas de estas ¨²ltimas semanas al ser entrevistados para diversos medios, daba la impresi¨®n de que ya nos encontramos en una situaci¨®n parecida a la que se vive a prop¨®sito del enfrentamiento entre trumpistas y antitrumpistas en Norteam¨¦rica. Las razones y explicaciones de los seguidores de Trump resultan ininteligibles para quien no comulga con sus principios. Desde fuera, pareciera que viven en una realidad paralela y que resulta imposible todo intento de acercamiento o comprensi¨®n. Es como si las diferencias pol¨ªticas se hubiesen vuelto ¡°inconmensurables¡±. ?C¨®mo se puede argumentar con alguien que niega los hechos m¨¢s fundamentales del cambio clim¨¢tico y las vacunas contra la covid o, peor a¨²n, que est¨¢ convencido de que hubo una falsificaci¨®n masiva de los resultados electorales en las elecciones presidenciales de noviembre de 2020 que gan¨® Joe Biden? No hay nada, absolutamente nada, que pueda cuestionar sus convicciones. Por descontado, los trumpistas piensan lo mismo de los antitrumpistas; aquellos creen que estos est¨¢n completamente enga?ados y ciegos ante la realidad pol¨ªtica.
Las derechas espa?olas est¨¢n entrando aceleradamente en modo Trump. La manifestaci¨®n m¨¢s evidente de esta involuci¨®n consiste en acusar al actual presidente del Gobierno de usurpador y golpista. Cuando no se reconoce a los rivales pol¨ªticos, la semilla de la exclusi¨®n comienza a dar sus frutos. Si media Espa?a considera que el Gobierno es ileg¨ªtimo, a pesar de contar con una mayor¨ªa en el Congreso, las elecciones se convierten en un expediente para recuperar lo que consideran que les pertenece por derecho propio. Y mientras eso no suceda, mientras no recuperen el control, argumentar¨¢n que hay un pueblo espa?ol ¡°bueno¡± y otro ¡°indigno¡±, y que el primero debe prevalecer para salvaguardar la naci¨®n. Es el abec¨¦ del nacionalpopulismo, solo que aqu¨ª las derechas, en lugar de decirlo abiertamente, se refugian en un lenguaje pseudodemocr¨¢tico, como si fueran resistentes o v¨ªctimas de una agresi¨®n. Lo que llaman ¡°democracia¡±, sin embargo, no es sino una versi¨®n estrecha de ¡°Espa?a¡± en la que solo caben quienes piensan como ellos.
Lo m¨¢s llamativo de todo es que esto est¨¦ sucediendo (como pas¨® primero en Estados Unidos ante la involuci¨®n trumpista) en medio del silencio de los moderados de la derecha y de buena parte de la ¡°inteligencia¡± del pa¨ªs, que, horrorizados por la amnist¨ªa, prefieren mirar hacia otro lado.
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