El lugar de Podemos
Los morados rompen el acuerdo con Sumar para arrogarse la llave de la mayor¨ªa parlamentaria en busca de perfil propio
La mayor¨ªa que sostiene al Gobierno, una de las m¨¢s complejas de gestionar de la democracia, queda a¨²n m¨¢s fragmentada a partir de la decisi¨®n de Podemos de romper el grupo parlamentario de Sumar para integrarse en el Mixto. Se libera as¨ª de la disciplina de la formaci¨®n de Yolanda D¨ªaz, y gana visibilidad en los debates. La l¨ªder de los morados, Ione Belarra, asegur¨® que no van a poner en peligro el Gobierno, pero dej¨® claro que quieren tener propia voz en las negociaciones de las leyes.
Podemos nunca acept¨® ver diluida su marca con otros dentro de Sumar. En mayo, la evidente divisi¨®n y el empe?o en acudir a los comicios municipales y auton¨®micos al margen de fuerzas afines disgreg¨® el voto y fue determinante para dar a la derecha la capacidad de gobernar en muchos lugares. En julio acept¨® la integraci¨®n electoral en Sumar en una agria negociaci¨®n que da?¨® la imagen de la izquierda. Tras el veto a la exministra de Igualdad, Irene Montero, teatralizado despu¨¦s en el traspaso de carteras, se hizo evidente que Podemos no se sent¨ªa parte de la actual coalici¨®n de Gobierno.
Montero era la voz m¨¢s alta de Podemos despu¨¦s de que su pareja, Pablo Iglesias, abandonara la pol¨ªtica institucional. Su continuidad estaba descartada por la gesti¨®n de la Ley de Libertad Sexual, un episodio en el que Iglesias y Montero sienten que la ministra fue humillada por sus propios socios por un error del que eran corresponsables, con el silencio de D¨ªaz. La animadversi¨®n personal de ambos hacia la vicepresidenta ¡ªagitado de forma permanente por sus fieles¡ª no ha sido un factor menor en la ruptura.
Podemos canaliz¨® hace una d¨¦cada el descontento de la generaci¨®n del 15-M, demostr¨® que hab¨ªa una ambici¨®n de izquierdas sin representaci¨®n pol¨ªtica en Espa?a y devor¨® a IU. La potencia de su discurso, el atractivo de sus l¨ªderes y la ¨¢gil articulaci¨®n territorial permiti¨® mayor¨ªas progresistas impensables pocos a?os antes, por ejemplo, en los ayuntamientos de Madrid y Barcelona. Alcanz¨® a tener cinco millones de votos y 69 diputados. Cuando lleg¨® la oportunidad de condicionar el Gobierno, exigi¨® formar parte de ¨¦l, para disgusto del PSOE, y desde las instituciones logr¨® decantar hacia la izquierda muchos debates sociales y no pocos econ¨®micos. Pero el enroque personal, el activismo como forma de ejercer el poder institucional y las sucesivas purgas internas han ido reduciendo su predicamento a la vista de todos. Podemos es un partido en evidente retroceso y sin presencia en muchos territorios. La incapacidad para promover una renovaci¨®n real de liderazgo tras la salida de Pablo Iglesias y el ensimismamiento de su estrategia lo han dejado reducido a cinco diputados, obtenidos bajo el paraguas de Sumar.
Sumar actu¨® este mi¨¦rcoles como si la ruptura le pillara por sorpresa. Exist¨ªa el compromiso escrito de mantener el grupo parlamentario unido toda la legislatura. No se entiende por qu¨¦ ese acuerdo no era p¨²blico. Los acuerdos que no lo son no comprometen a nadie m¨¢s all¨¢ de la coherencia de permanecer con quienes ampararon su marca para conseguir el resultado electoral que les llev¨® al Congreso. A pesar de las evidentes intenciones de Podemos, D¨ªaz ha mantenido oficialmente la ficci¨®n de que la unidad no corr¨ªa peligro. Cuando firm¨® un pacto de Gobierno de coalici¨®n con el PSOE hablaba en nombre de 31 diputados, pero de facto solo ten¨ªa 26. El fracaso tambi¨¦n es en parte suyo por no haber sido capaz de articular el encaje de los morados en su proyecto. El ¨²nico culpable de la ruptura es Podemos, pero la responsabilidad es compartida.
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