Una armadura para defender la perspetiva de g¨¦nero
Las mujeres encarceladas por microtr¨¢fico nunca tuvieron que haber entrado. La justicia restaurativa es una enorme oportunidad para que el Estado las mire por primera vez
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Hace un par de semanas, publicamos la historia del modelo de justicia restaurativa en Costa Rica, que trata de evitar la c¨¢rcel a mujeres vulnerables tras cometer delitos menores. Le mand¨¦ el reportaje al hijo de Berta Robles*, como le promet¨ª cuando la conoc¨ª y entrevist¨¦ en la c¨¢rcel de mujeres Vilma Curling. Ella no pudo beneficiarse de esta alternativa a la prisi¨®n por haber cometido un delito previo: introducir droga a un centro penitenciario. Lleva cuatro a?os dentro y a¨²n le faltan otros dos.
Robles nunca pudo participar en los c¨ªrculos de palabra que dan lugar a acuerdos de reparaci¨®n colectivos, porque ten¨ªa antecedentes penales. Es una de las condiciones para formar parte de este sistema de justicia alternativo y antipunitivista. Despu¨¦s de dedicarse cuatro a?os a la prostituci¨®n, Robles quiso salir de ah¨ª. Una colega le dijo que meter droga en la c¨¢rcel era una manera ¡°f¨¢cil¡± de ganar el triple de dinero por transacci¨®n. Las deudas de esta migrante nicarag¨¹ense y la dependencia de sus cinco hijos fueron una raz¨®n de peso para decir que s¨ª. ¡°Esa decisi¨®n cambi¨® toda mi vida¡±, repet¨ªa una y otra vez.
Tras leer el reportaje, su hijo me dijo que la extra?aban much¨ªsimo, sobre todo su hermana peque?a. ¡°Ya ella ha cambiado mucho y est¨¢ lista para regresar con nosotros y seguir adelante¡±, concluy¨®. Rele¨ª varias veces lo que dijo y entend¨ª la admiraci¨®n que desprend¨ªan sus palabras y lo mucho que valoraba el proceso de su madre. Pero no pude dejar de preguntarme si no estaba ya lista para estar con su familia antes de cometer la transgresi¨®n. Si no fue precisamente la necesidad de mantener sola, sin papeles y sin una red de apoyo a sus cinco hijos lo que la oblig¨® a prostituirse y luego a meter droga en la c¨¢rcel.
Despu¨¦s de casi dos horas de entrevista con Berta, se me qued¨® la misma sensaci¨®n en el cuerpo: me choc¨® mucho el discurso tan cr¨ªtico consigo misma. En ning¨²n momento se reconoci¨® como v¨ªctima, ni habl¨® de c¨®mo se qued¨® embarazada con 15 a?os por falta de educaci¨®n sexual, ni de c¨®mo aguant¨® el maltrato de su marido por la dependencia econ¨®mica. Tampoco recrimin¨® todas las veces que pidi¨® ayuda y no estaba el padre de sus hijos, ni la familia, ni el Estado. Para ella, la responsabilidad era solo suya. ¡°No deb¨ª haberlo hecho¡±, ¡°siempre hay otro camino¡±... La sociedad suele se?alarlas con la misma severidad.
¡°?A qu¨¦ otra cosa te podr¨ªas haber dedicado en tu situaci¨®n?¡±, pregunt¨¦. Sacudi¨® la cabeza y respondi¨®: ¡°No lo s¨¦, pero esto fue lo que me separ¨® de mis hijos. Lo hice mal¡±. Llevo semanas sin sacarme de la cabeza lo que nos cont¨® y lo mucho que ha calado entre nosotros la cultura del castigo y de la meritocracia. Y lo f¨¢cil que es acudir al argumento de: ¡°Hay m¨¢s personas que tambi¨¦n la tuvieron dif¨ªcil y no cometieron ning¨²n delito¡±. Sobre todo para quienes lo hemos tenido verdaderamente f¨¢cil.
En un caf¨¦, Coletta Youngers, asesora principal en la ONG estadounidense de derechos humanos WOLA, me cont¨® c¨®mo ella misma trabaj¨® durante a?os pensando que la soluci¨®n a la criminalidad era encarcelando gente. ¡°Es una locura, no funciona. Solo cuando ves caso a caso qui¨¦nes entran a la c¨¢rcel te das cuenta de que el contexto de vulnerabilidad de estas mujeres suele parecerse mucho. Estamos asistiendo a la criminalizaci¨®n de la pobreza¡±, explicaba.
Pero la sociedad est¨¢ lejos del consenso. Para defender la perspectiva de g¨¦nero, hace falta vestir con armadura y tener ganas de contraargumentar. Siempre hay un ¡®pero¡¯. Si no es la cr¨ªtica a lo que se considera buenista o blando, es la pregunta de siempre: ?Y por qu¨¦ tiene que beneficiar esto solo a las mujeres? Lo maravilloso de organizaciones feministas y defensoras de los derechos humanos es que tambi¨¦n son grandes analistas de datos. Y la radiograf¨ªa de las mujeres encarceladas es la que es. Depende del pa¨ªs, pero entre el 50% y el 70% de las mujeres encarceladas en Am¨¦rica Latina lo est¨¢n por delitos de microtr¨¢fico; un porcentaje de hasta 30 puntos porcentuales mayor que en el caso de los hombres privados de libertad.
Adem¨¢s, como explica Youngers, son ellas las que suelen recibir condenas m¨¢s desproporcionadas por delitos similares que los hombres. ¡°Cuando una mujer se sale del rol que le toc¨®, ser madre, ser cuidadora, la sociedad las castiga con mucha m¨¢s dureza que a ellos¡±, narra. En el caso de Berta, estamos hablando de seis a?os de c¨¢rcel por meter 20 gramos de marihuana en un centro penitenciario. En Costa Rica, la tenencia ileg¨ªtima de menores para adopci¨®n o forzar a un menor a ejecutar actos sexuales tienen la misma pena.
El patriarcado y la lucha contra las drogas ha triplicado la tasa de mujeres encarceladas desde el a?o 2000 en Am¨¦rica Latina, hasta rondar las 95.000 mujeres entre rejas. La pregunta es pr¨¢cticamente ret¨®rica: ?Acaso ha reducido el tr¨¢fico de drogas la encarcelaci¨®n de unas 70.000 mujeres por delitos de microtr¨¢fico? Para sus hijos, sin embargo, el impacto ha sido brutal. ¡°Nosotros hemos salido adelante, pero la echamos demasiado de menos¡±, explica Pedro, el hijo de Berta. ¡°Yo no pude estudiar mucho porque ten¨ªamos que criar a mi hermana. Con mis hermanos nos hemos turnado su cuidado. Mucha familia se ha separado de nosotros porque le dicen a mi madre que no pens¨® en nosotros. Nadie sabe el contexto completo¡±. Y el contexto es imprescindible para hacer justicia. La restaurativa o las alternativas a la c¨¢rcel son una enorme oportunidad para que el Estado mire a estas mujeres por primera vez, porque ellas no solo deber¨ªan de estar fuera de la c¨¢rcel, sino que nunca tuvieron que haber entrado.
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