Pero, pero, pero
Suele haber siempre una adversativa por la que se cuelan los principios o las excusas que acaban por justificar aquello que en teor¨ªa se denunciaba. Condenar lo condenable no te pone de parte, algunas cosas han de decirse sin miedos
Las atrocidades de Ham¨¢s, pero. Los bombardeos sobre los civiles de Gaza, pero. La denuncia de una agresi¨®n concreta, pero. Suele haber siempre un pero por el que se cuelan los principios o las excusas que acaban por justificar aquello que en teor¨ªa se denunciaba. Son los peros que aten¨²an la frase que les precede, o la echan a perder: condeno la violencia, pero. ?Pero qu¨¦? Condenar lo condenable no te pone de parte; te pone de parte ponerle un pero.
La complejidad del mundo exige peros y nuestras ideas e intereses nos condenan a las contradicciones m¨¢s variadas. As¨ª debe ser, al cabo, porque lo contrario de apreciar los matices y los gustos, lo contrario de escuchar las razones discrepantes nos lleva a la pureza propia de los fan¨¢ticos. Resistirse a los matices nos abocar¨ªa a las trincheras que otros dise?an para meternos en moldes mentales por los que, si te sales un poco, te sales del todo. Pero ¡ª?pero!¡ª una cosa es aceptar el debate y dejarse convencer y otra es ceder a un relativismo moral que lo deje todo a la misma altura. Para empezar, a los hechos y a los prejuicios.
El pero se usa a menudo como la gatera que se abre en lo bajo de las puertas, y algunas puertas conviene cerrarlas por completo: para fijar un m¨ªnimo. Hay peros que, por querer entender algo, no dejan entender nada, como si todo fuera posible. A veces se puede, y hasta se debe, denunciar un hecho sin buscarle la vuelta. A veces basta con describir el hecho y ya est¨¢, porque explica en s¨ª mismo su contexto. El pero pretende que se lleven bien los contrarios y algunas afirmaciones son incompatibles en la misma frase: la condena de la violencia indiscriminada o de las frases que llaman a esa violencia son el ejemplo m¨¢s evidente de que no se llevan bien con nada m¨¢s. Si se acompa?an de un pero, delatan a quien se lo puso.
Algunas cosas han de decirse sin miedos, porque el deber de escuchar no impide la necesidad de afirmar, de afirmar sin peros lo m¨¢s b¨¢sico. En las primeras frases de su art¨ªculo de este martes, David Trueba dejaba ir un pero: ¡°Hoy en d¨ªa todo puede hacerse pasar por lo que no es con enorme facilidad. Quiz¨¢ tiene sus ventajas, pero a ratos parecen crearse ¨¢reas de distorsi¨®n tan amplias como las que sufren los paranoicos o los fuertemente estimulados¡±. Trueba explica con ese pero que hay peros que no.
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