Pol¨ªtica irresponsable
El rechazo tibio a las agresiones callejeras y las acusaciones mutuas de los partidos son una estrategia peligrosa
Un pu?ado de ciudadanos se divirtieron en la pasada Nochevieja apaleando ante las puertas de la sede del PSOE en Madrid una pi?ata que pretend¨ªa representar al presidente del Gobierno, Pedro S¨¢nchez. El suceso en s¨ª, aderezado de insultos y amenazas hacia el jefe del Ejecutivo, no deber¨ªa tener m¨¢s trascendencia que un mero incidente de orden p¨²blico. El problema es que detr¨¢s de manifestaciones tan agresivas est¨¢ la mano de un partido de extrema derecha y que otras formaciones pol¨ªticas constitucionales, como el PP, se niegan a rechazarlas con la debida contundencia.
El juego en el que est¨¢ sumida la pol¨ªtica espa?ola es demasiado peligroso. El mes pasado, el l¨ªder de Vox, Santiago Abascal, aseguraba que los espa?oles querr¨¢n ver colgado de los pies al presidente del Gobierno. Apenas unas semanas despu¨¦s, unos 300 seguidores de su marca juvenil, Revuelta, cuelgan al mu?eco a las puertas de Ferraz profiriendo todo tipo de insultos. Abascal hab¨ªa matizado previamente sus declaraciones, pero la clara concatenaci¨®n de hechos evidencia el potencial destructivo de los discursos de los l¨ªderes pol¨ªticos para dinamitar la convivencia.
Este incidente ha provocado un rifirrafe entre los dos principales partidos y eso forma parte de la irresponsable din¨¢mica establecida en la pol¨ªtica espa?ola. El PSOE pide un rechazo contundente al PP y este s¨ª dice deplorar lo ocurrido, pero ¡ªsiempre hay un pero¡ª acusa al contrincante de medir con distinto rasero otras agresiones. Lo sucedido en Nochevieja, un acto tan cargado de simbolismo tras escuchar a Abascal, deber¨ªa servir como un llamamiento a la prudencia verbal.
Jalear a las masas con arengas es una estrategia perniciosa e inflamable. Perdidas las elecciones por el bloque PP-Vox, sus l¨ªderes no han hecho otra cosa que intentar tapar con ruido su frustraci¨®n. Manejan sin contemplaciones la descalificaci¨®n del contrario. Movilizan a la calle a sabiendas de que m¨¢s adelante puede ser incontrolable. La buena noticia es que la ciudadan¨ªa, al menos de momento, se resiste a los discursos de odio. El PSOE, cuyas sedes se han visto acosadas con demasiada frecuencia, se plantea denunciar los hechos por considerar que son una incitaci¨®n al odio. Recurrir a la justicia, sin embargo, no siempre tiene sentido en estos tiempos en los que se reclama desjudicializar la pol¨ªtica, aunque lo fundamental es que el PP no tenga la tentaci¨®n de seguir la v¨ªa trumpista de Vox. Bastar¨ªa con que los l¨ªderes tomaran conciencia real del peso de sus palabras y comprendieran que son ellos quienes pueden poner fin a esa deriva.
Reconsiderar su estrategia es imperativo para partidos como el PP, que pretenden ofrecer una alternativa de gobierno. Ya basta. Hace a?os que los sondeos han dejado clara la aspiraci¨®n de la sociedad espa?ola al di¨¢logo y el entendimiento. El PP, sin embargo, est¨¢ encastillado en la hip¨¦rbole permanente, en una actitud belicosa que emula m¨¢s a la extrema derecha que a los partidos conservadores con los que se codea en Europa. La estrategia de confrontaci¨®n beneficia fundamentalmente a sus socios extremistas.
Las manifestaciones ante las sedes del PSOE, las injurias a instituciones del Estado, como la Corona, las quemas de banderas o los agresivos gestos entre pol¨ªticos puede que a¨²n no hayan contagiado a la calle, pero son un p¨¦simo s¨ªntoma que hay que revertir. Las democracias corren peligro cuando la clase pol¨ªtica no solo no a¨ªsla a los extremistas, sino que en ocasiones casi los azuza. Las democracias funcionan mejor cuando las Constituciones se apuntalan con normas no escritas: la tolerancia mutua y la contenci¨®n son guardarra¨ªles imprescindibles. Los discursos del odio tienen consecuencias. Lo hemos visto ya en el Capitolio, en Brasil, en muchos pa¨ªses.
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