La distancia crucial entre la fama y el ¨¦xito

Hemos confundido, y en parte es culpa nuestra, el ¨¦xito con la popularidad, y todo lo que antes era inmaterial e inmensurable se traduce ya en n¨²meros concretos, que por algo vivimos la ¨¦poca dorada del cuantativismo aplicado a nosotros mismos. Cada cosa que hacemos y pensamos es un Excel en alguna parte, una estad¨ªstica capaz de predecir nuestros deseos en esta sociedad de los n¨²meros que complica m¨¢s a¨²n los anhelos de felicidad: siempre podremos conseguir un n¨²mero m¨¢s grande y m¨¢s redondo. Al cabo, esa es la clave del malestar que trae este capitalismo emocional, que nunca va a saciar a todos del todo.

Somos, cada vez en m¨¢s ¨¢mbitos, los seguidores que tenemos o los likes que recibimos, y as¨ª se mide si una cosa va bien o va mal y si funciona, que ahora las cosas ¨Daunque sean recuerdos¨D tienen que funcionar como si fueran relojes o freidoras de aire. De todo se podr¨¢ exigir un rendimiento para que pueda decirse si triunfa. O si fracasa. Convertirse en viral se ha vuelto una aspiraci¨®n para mucha gente que toma el ¨¦xito como un fin, no como el resultado de un proceso, y que entiende que lo que hace estar¨¢ bien si llega a un gran p¨²blico y estar¨¢ mal si apenas logra la repercusi¨®n.

Ocurre, para no ir demasiado lejos, con tantos textos en principio period¨ªsticos, lo que obliga a escribirlos seg¨²n una nueva jerarqu¨ªa que se aprende antes en la escuela de datos que en la de periodismo: la que premien los algoritmos. De esta columna, por ejemplo, se dir¨¢ si ha funcionado mejor o peor seg¨²n las lecturas o la difusi¨®n que haya obtenido. Y eso buscamos, tan prosaico y a menudo enga?oso: un n¨²mero que diga m¨¢s de nosotros que aquello que nosotros mismos escribimos.

Sucedi¨® siempre: que los textos o las canciones o las pel¨ªculas deb¨ªan hacerse para atraer el inter¨¦s del p¨²blico. La diferencia es que antes eso pod¨ªa pretenderse hasta con las artes de la seducci¨®n, buscando maneras creativas que provocaran y despertasen inter¨¦s. Ahora que todo se mide no hay tiempo de romanticismos. Ahora todo es sexo inmediato: sobra la seducci¨®n si la seducci¨®n no se consigue en los diez segundos que damos a una canci¨®n antes de pasar a la siguiente.

En ese mundo habitamos, en el que cada d¨ªa hay un nuevo v¨ªdeo viral y los algoritmos descubren nuevas famas. Es un mundo ruidoso y vol¨¢til, hecho de popularidades fugaces en el que ha cambiado tambi¨¦n la incidencia que tienen los referentes, m¨¢s vinculados ya a la popularidad que al ¨¦xito. Por eso importa tanto el valor y el testimonio de figuras como Ricky Rubio, porque demuestra lo que los referentes todav¨ªa son: aquellos que, retirados del foco de la popularidad, explican con su ejemplo d¨®nde est¨¢ el ¨¦xito de verdad.