La indignaci¨®n frente al miedo
Estar¨ªa bien dejar de hacer aspavientos sobre la baja calidad del actual debate pol¨ªtico y exigir a nuestros representantes que, frente a los insultos, aprendan a escuchar y a respetar a sus adversarios

Fijarse en los t¨¦rminos que se han utilizado para caracterizar a los ¨²ltimos meses de nuestra pol¨ªtica resulta poco edificante. Crispaci¨®n, polarizaci¨®n, m¨¢xima tensi¨®n o directamente ruptura han servido, entre otros, para dar cuenta del modo en el que algunos de los m¨¢s destacados representantes de los diferentes partidos se han relacionado entre s¨ª en el turbulento 2023. Dif¨ªciles de olvidar a este respecto son la largu¨ªsima resaca dejada por la investidura de Pedro S¨¢nchez o las movilizaciones contra de la amnist¨ªa. Dif¨ªciles de olvidar, tambi¨¦n, los insultos, los improperios y las grandilocuencias que han aludido con demasiada frecuencia a golpes de Estado, a dictaduras y que han declarado sistem¨¢ticamente ileg¨ªtimos mecanismos de nuestra democracia representativa. La Nochevieja frente a Ferraz, apoyada por grupos vinculados a Vox, es una gota m¨¢s en un vaso bastante lleno.
Se ha escrito mucho, y con raz¨®n, del peligro que entra?a situar el debate pol¨ªtico en el alt¨ªsimo voltaje que supone abandonar la complejidad para posicionarse en la simplicidad del blanco/negro, del amigo/enemigo, del bueno/malo. En este mismo peri¨®dico, las estimulantes tribunas de la ling¨¹ista Beatriz Gallardo Pa¨²ls han alertado de las estrategias ret¨®ricas de algunos partidos y del uso de hip¨¦rboles, difamaciones y mensajes transmitidos a modo de interjecci¨®n, cediendo racionalidad en favor de la emoci¨®n. Los avisos no debieran ser papel mojado, m¨¢xime cuando el a?o entr¨® en su recta final con unas calles en las que se onde¨® alguna que otra bandera preconstitucional, se dio alg¨²n que otro viva a Franco y se apale¨® al mu?eco del presidente del Gobierno. Como advierte reiteradamente Josep Ramoneda, se trata del crecimiento del autoritarismo posdemocr¨¢tico.
Con todo, m¨¢s all¨¢ del temor que puede provocar una rebaja tan clara de nuestro debate pol¨ªtico, tal vez sea el momento de reivindicar la indignaci¨®n, m¨¢s que el miedo, como sentimiento ciudadano ante lo que es un claro incumplimiento de los deberes m¨¢s b¨¢sicos de todo aquel o aquella que represente a un partido pol¨ªtico. Estar¨ªa bien dejarse de advertencias y aspavientos para pasar directamente a la exigencia: como obligaci¨®n para este 2024, que se cumplan los m¨ªnimos inherentes al trabajo que realizan nuestros representantes pol¨ªticos. Como se nos pide a todos y a todas en nuestras profesiones. Pienso en el flagrante incumplimiento de lo m¨¢s elemental al leer estos d¨ªas la Infocracia de Byung-Chul Han. Gracias a ¨¦l, llego a Verdad y pol¨ªtica, una de las reflexiones de Hannah Arendt compilada en su Entre el pasado y el futuro. No me atrevo, por incapacidad, a seguir con Kant, tal y como hace Arendt, pero el mensaje me llega: el debate es la esencia de la vida pol¨ªtica y tomar en cuenta las opiniones de las otras personas es la caracter¨ªstica de todo pensamiento estrictamente pol¨ªtico. La fil¨®sofa alemana nos recuerda que el pensamiento pol¨ªtico es en s¨ª mismo representativo, porque las opiniones y las conclusiones propias ser¨¢n m¨¢s v¨¢lidas cuanto m¨¢s hayamos sabido tener presentes para su elaboraci¨®n los diversos puntos de vista. No para seguirlos ni para adoptarlos, sino para poder estar m¨ªnimamente seguros de que en lo que pensamos, opinamos y sostenemos hay reflexi¨®n, respeto y af¨¢n de comunicaci¨®n. ¡°El otro est¨¢ en trance de desaparici¨®n¡±, dice ahora Byung-Chul Han en su diagn¨®stico sobre la degradaci¨®n del debate y de la comunicaci¨®n pol¨ªtica como caracter¨ªstica de la actual crisis de la democracia. Y, como consecuencia, el discurso se convierte en doctrina y la opini¨®n se confunde con la identidad: se es lo que se opina, de modo que hay que aferrarse desesperadamente a ello negando a quienes cuestionan lo que pensamos.
No se trata de evitar la diferencia, el disenso o la protesta. Todo ello, en democracia, suma. Se trata de pedir profesionalidad ¡ªni siquiera dir¨¦ responsabilidad¡ª a quienes realizan un trabajo que requiere de comunicaci¨®n y de representaci¨®n en los t¨¦rminos que nos recordaba Arendt. No es pedir demasiado. Se podr¨ªa comenzar exigiendo lo m¨¢s b¨¢sico: la escucha, especialmente cuando en el intenso oto?o presenciamos la desfachatez de ver a diputados abandonando el Congreso y, por tanto, no escuchando a representantes tan electos como ellos que expon¨ªan sus puntos de vista en lenguas cooficiales (y, por consiguiente, perfectamente constitucionales). Y se podr¨ªa continuar reclamando otro b¨¢sico: el respeto, sin descalificaciones ni insultos.
Hay trabajos para los que se pide haber cursado un m¨¢ster habilitante con el que adquirir competencias necesarias para el desempe?o de las tareas. Ser¨ªa una curiosa fantas¨ªa obligar a quienes engrosan las filas de los partidos ¡ªmuy especialmente, a quienes han machacado sistem¨¢ticamente al otro y, con ello, la comunicaci¨®n¡ª a demostrar que han le¨ªdo, analizado y entendido ideas elementales de democracia. Si de m¨ª dependiera, les mandar¨ªa, por ejemplo, que empezaran leyendo a la propia Hannah Arendt.
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